sábado, septiembre 30

 
Esther me dijo una vez que escribir una poesía era llenar una página con cuatro frases mal hechas. Y creo que tenia razón. Aunque con un poco de photoshop cualquier frase mal hecha se puede arreglar:
------------------------
No me dejes caer,
por favor.
Y recógeme en
un abrazo,
de colchoneta,
que sepa a amor.
d
No me dejes caer,
desazón.
Sin comerte
antes este
corazón.
Nadie necesita a nadie,
sin perder
la razón;
pero no me dejes caer.
d
Y si lo haces,
que sea para
enredarme en el
laberinto de tu piel.
d
Por lo que más quieras,
imagina
que no
soy yo:
pero no
me
dejes
(caer).

viernes, septiembre 29

 
No sé muy bien por qué razón, últimamente las canciones se me clavan en el estómago, como si tuvieran uñas y dientes. Con algunas hasta me da un vuelco el corazón. O me pongo a llorar como un melón. O me rio. O sonrio a todo el mundo, paseando por la acera, como si estuviera idiota perdido. Y el efecto permanece, es como una especie de capa de pintura que te cubre y cuesta muchísimo rascar y quitarse de encima. Ni con papel de lija. Pero luego, por mucho que cale, invariablemente se me olvidan las melodías y las letras. Y vuelvo a caer en la ignorancia del pez: con mi memoria a corto plazo. Y espero que las lentillas no me salten si intento mirar un poco más allá del acuario. Es que son de uso diario. Creo. Porque por la noche pican como si fueran rodajas de limón.

jueves, septiembre 28

 
Está decidido: me voy a cortar la polla y la meteré en un tarro de pepinillos; a ver si sé encontrar las siete diferencias.
Alea jacta est; que no sé qué quiere decir, pero debe ser la monda porque salía en todos los comics de asterix. Eso, y los piratas con el vigía de los labios carnosos.

martes, septiembre 26

 
Se me ha ocurrido una idea para un post. Va de un astronauta que trabaja en la estación espacial y contrae un virus por accidente, en uno de esos paseos rutinarios de inspección, en el exterior de la instalación. Es un virus extraño, cruel, inmune a la descontaminación y capaz de permanecer latente durante la cuarentena sin presentar síntoma alguno. Puede incluso restar escondido en el hígado de su huesped durante años, sin decir: esta bilis es mia. Pero basta un pequeño cambio, un matiz efímero; un detonante, como un soplo de brisa fresca, un porrazo en la cabeza o ver un capítulo de gran hermano incluyendo anuncios de "agrande-su-pene", para desencadenar una reacción en cadena irreversible, que le haga revivir sin previo aviso y convertirse en un microorganismo altamente virulento, sediento de sangre, destructivo, con ansia de esparcir el caos, la muerte; y con muchas ganas de joder al personal. Algo así como Aznar, pero sin bigote.
Y a partir de aquí, podrían haber dos posibles desenlaces: o bien todos los infectados empezarían a hablar en inglés tipo-open-english-me-quedé-en-primaria-ayquépenatú, a quejarse de los siglos y siglos de ocupación musulmana y de que nadie les haya pedido aún disculpas, hombrepordioscoñoya; desencadenando, por simpatía-antipatía (o acción-reacción, como describe la popularmente conocida tercera ley de Newton[1]; porque a la tercera va la vencida; Newton no hay más que una; y a ti, te encontré en la calle -dijo un mecánico-), la tercera guerra mundial; o bien todas las víctimas del virus se convertirían en internautas adictos y horteras, y se conectarían al unísono a la web de Georgie Dann, colapsando todos los servidores del mundo mundial[2], con lo que millones y millones de chateadores compulsivos se cabrerían de tal manera que desencadenarían la tercera guerra mundial.
Lo único que no acabo de ver claro es la primera parte, que parece un poco surrealista y rebuscada. Pero en cuanto encuentre una forma creible de empezar el post, me va a quedar que ni bordado.
R
Referencias y bibliografia:
[1]"Philosophiae naturalis principia matemática" (1687) Isaac Newton.
[2]"Manolito gafotas" (2006) Elvira Lindo.

lunes, septiembre 25

 
Mi vecina se ha ido de fín de semana largo, y esta mañana he sacado a su perro a pasear; con tan mala suerte, que nos ha caído encima una bomba nuclear. No veas el sobresalto que nos hemos llevado los dos. A pesar del susto, el chucho parecía contento, supongo que comer siempre comida canina debe ser una lata, y pone a cualquiera de un humor de perros. Y mira, yo también me he alegrado, porque me había salido un flemón modelo-balón-de-reglamento, y así me ahorraré la visita al dentista.

sábado, septiembre 23

 
No puedo dormir. Ni soñar. Puedo revolverme como si fuera una minipimer entre las sábanas y acabar con el edredón en el cogote. Puedo cantar mil veces la canción de Sau: nena estic boig per tu. Puedo saltar a la comba con el meñique sobre el ombligo hasta que el pulgar grite: ¿Ya te vale ¿no?! Puedo intuir lo borracha que va la gente por la intensidad del chirriar de los frenos; abajo, en el asfalto. Puedo imaginarte desnuda, y reflejarme en tus pupilas mientras mi pene se hunde en ti. Comerte. Pero hoy no puedo soñar. Y resulta que ni dormir.

viernes, septiembre 22

 
Tengo la mesa oculta por inmensas pilas de curro que parecen crecer solas, ante mis propios ojos. Y eso, invariablemente, hace que se me vaya la cabeza por los cerros de Úbeda y piense en otras cosas mientras decido por dónde empezar. Así que se me ha ocurrido que, igual que puede uno comprarse un despertador en las tiendas, también deberían vender dormidores. Un posible ejemplo de dormidor sería alguien que se mete en tu cama, te folla hasta que no puedes más y luego te trae un vaso de leche caliente y te rasca la cabeza. Pero supongo que podría haber otras variantes, como el que te emborracha hasta que te ve caer redondo, el que cuenta historias soporíferas, o incluso el que te dé con un martillo en la cabeza, aunque quizás este último tenga efectos secundarios.

jueves, septiembre 21

 
He conocido a una chica que se parece tanto a mí, que a veces pienso que soy yo mismo. Como cuando gritas ¡EO! y el eco te devuelve mil veces las mismas sílabas, con el mismo tono, pero con distinto acento, como con más caracter. Y me hace sentir tan bien, que sólo tengo ganas de volver a gritar: boo!. ¿Asusto?

miércoles, septiembre 20

 
Esta mañana, llamaban los oyentes al programa de Pablo Motos, en M80-Radio, para contar qué era lo que les asustaba de pequeños. Conforme iba escuchando los comentarios, me sentía más y más identificado. Con todos y cada uno de ellos. Así que, mientras esperaba en la cola del café he hecho recuento mental, y me ha salido la siguiente lista. Estos son los miedos que tenía yo cuando era un renacuajo:
- a hacerme pis en la cama si jugaba con fuego.
- a que me mordiera un ratón si tocaba los artículos de las tiendas (qué tipo de locales frecuentaría mi madre -me pregunto- que vivían ratones en las estanterías).
- a que viniera un señor con un saco y me metiera dentro si no hacía los deberes.
- a que saliera drácula del armario de mis padres si se me ocurría abrirlo sin permiso.
- a que se me quedaran los ojos cuadrados si veía demasiado la televisión.
- a que me crecieran sandías en el estómago si me comía las semillas.
- a que me creciera una olivera dentro si me tragaba los huesos de las aceitunas.
- a que se me quedara la lengua de color naranja si me zampaba una bolsa entera de ganchitos al queso.
- a que se me quedara tiesa la lengua si decía palabrotas.
- a que la piel se me arrugara, como la de un garbanzo, y los labios me quedaran para siempre de color morado, si no salía del agua inmediatamente.
- a unos pantalones de cheviot que rascaban como si estuvieran forrados con polvos pica-pica, y que mi madre se empeñaba en que me pusiera todos los domingos.
- a criar ranas en el estómago si bebía mucha agua.
- a quedarme calvo si no comía fruta (¿y de qué me ha servido tanta manzana, tanta pera y tanta polla, ein? si parezco una bola de billar).
- a las inyecciones de gammaglobulina que me endiñaban cada quince días, durante seis meses, para que no me resfriara. Cada pinchazo dolía, que no veas cómo dolía. Hubiera preferido mil resfriados, la verdad. Con lo bien que sienta que te suba la fiebre y que te dejen en casa todo el día, tirado en la cama leyendo comics.
- a que los reyes magos me estuvieran vigilando contínuamente, sin que yo les viera, y no me dejaran regalos si no me portaba bien.
- a ir al cielo si era bueno, porque no soportaba la idea de tener que pasarme toda una eternidad sin saber qué coño hacer (¿alguien sabe qué hace la gente en el cielo?).
- a ir al infierno si era malo, porque te metían en un caldero y te cocían eternamente (esto no sonaba aburrido, pero tampoco muy halagüeño)
- a acariciar perros callejeros, por si me llenaban de pulgas.
- a tocarme el pito, porque me quedaría enano (de hecho, en mi calle vivía un señor que era enano y me lo imaginaba todo el día tocándoselo).
- a ponerme bizco, porque si me daba un soplo de aire me quedaría así.
- a comer jamón, porque era cerdo crudo y eso daba triquinosis (obviamente, la situación económica de mi familia era bastante precaria y los únicos jamones que entraban en casa eran los de Rafaela Carrá, por televisión).
- a quedarme ciego si miraba directo al sol.

En fín, que lo que me extraña es que, de pequeño, no necesitara la ayuda de un psiquiatra para levantarme cada día de la cama, la verdad.

martes, septiembre 19

 
Ayer, una paloma, llenó el aire con un batir de alas, y una cabeza afeitada que gritaba al viento: "- ¡¡¡Libre!!!"
Inundó el mundo que habitamos con copos de sal, como cuando se agita una bola de navidad y todo se niebla a la vista.
Hoy me he dado un paseo por la playa y cada ola del mar proyectaba en el cielo un trocito de tu alma. Como pintando con pinceles de espuma. Me siento tan celoso de tu libertad; de ti. Y si lloro, ya no es de pena, lloro embobado, de alegria. De sentir mis pupilas bailar con tu sonrisa al atardecer. Con el recuerdo de tus nanas, tus risas y tu voz de sirena. Si lloro, ya no es de pena. Si lloro, es porque me dejas aquí.

Ayer, R.;
por fín, descansó en paz.

domingo, septiembre 17

 
LLevo
Llevo caminando entre las angostas paredes de esta especie de túnel, que no sabría ni decir. Cada vez son más estrechas y parece que a mi alrededor todo va oscureciendo. Empiezo a pisar charcos y a oler a moho y humedad; a cerrado, a yeso mojado. Y sigo andando. Siento como si hubiera ratas mordiéndome los pies. Antes oía sonidos que parecían venir del exterior. Ahora ya sólo me acompañan el eco de mis propios pasos y el susurro intermitente de mi respiración. Ya no veo nada. Pero sigo caminando. Y caminando. Empiezo a sentir frío. Mucho frío. El aliento se congela nada más salir de mi boca y forma estalactitas en mi pecho. El sudor también se congela y me pesa la ropa. Me la quito y la dejo en un rincón. No sé cuánto me queda para llegar al final. El frío se clava en mi cuerpo desnudo y me asusto del sonido de mis propios gemidos. Noto el olor de mi sudor. Es rancio, huele a podrido, pero es lo único que me calienta, y me aferro a él. A mi propio sudor. Sé que no seré capaz de desandar lo andado. Nunca podré encontrar el camino de vuelta, así que no me queda más remedio que seguir adelante. La falta de fuerzas me hace sentirme cada vez más pesado, como si yo mismo fuera un fardo que debo arrastrar. Como si llevara pesas en las piernas. Soy un fardo torpe y con algunos años de más. Tengo frío y me duelen los pies. Los tobillos. El ambiente se puede cortar, la humedad se congela; huele a frío, a óxido, a putrefacción, a vacío, y a oscuridad. Y sé que aún me queda mucho por andar. Abro tanto los ojos que me duelen los párpados, pero es inútil, no veo nada. Las paredes están ya tan juntas que las rozo con los hombros. Y sigo andando. Cae del techo algo que espero sea agua. No quiero ni pensar. Tengo miedo, pero alguien me ha pasado una linterna y ya no tengo prisa por llegar.

viernes, septiembre 15

 
Yo no lo entiendo.
He tenido una semana de lo más chungo, a veces me pregunto qué pinto yo en este mundo, a parte de llevar la compra desde el carrefour hasta casa y de pagar los recibos del banco. Y se me ocurría que sería una suerte volver a tener 17 años, pero contando con la experiencia y lo que ahora sé; así, a toro pasado; y creo que cambiaría muchas de las decisiones que he tomado. Luego me he dado cuenta de que debería cambiar tantísimas, que probablemente no sabría por donde empezar y me quedaría igual que estoy.
En fin, cambiando de tema, la gente no deja de sorprenderme, de verdad. Es algo de lo que no me he curado con la edad. Quizás, lo que más me alucina es ver cómo cambian las opiniones y los puntos de vista, dependiendo de sutilezas que a menudo no entiendo, o matices que se me escapan. Y eso me descoloca.
Estaba yo en la cola de la cafetera, buscando a la de la falda estampada con noticias antiguas; me aburría, y me apetecía leer algo. Como no la he encontrado he empezado a repasar la estancia con la mirada, y no sé cómo, me he fijado en mis zapatos: hoy llevo los de duende; son verdes con cordones rojos y ejercen una especie de mágica influencia sobre la gente que me cruzo: nunca me miran a la cara, no pueden despegar los ojos de mis pies; toda una experiencia mística donde las haya. A mi lado había dos chicas charlando, ellas ya tenían el café en la mano. Le daban sorbitos, aún estaba demasiado caliente. A una le asomaba un tatuaje entre la ingle izquierda y el ombligo, parecía un trozo de ala de mariposa. A la otra no le asomaba nada. Bueno, en realidad sí: la nariz; tenía una napia de aquellas que se ve de lejos, de las que te imaginas que si estornuda con la suficiente fuerza, seguro que se la clava en el pecho y muere desangrada; la muerte del loro, dicen; parecía simpática, porque abría mucho los ojos al hablar. Bueno, simpática o pariente de un buho, según se quiera ver. No he podido evitar escuchar un trozo de su conversación:

La del tatuaje: "- Mira, ahí está Rafa, no lo encuentras muy cambiado?"
La de la napia: "- Uy, sí: se ha dejado el pelo largo, viste mucho más elegante y se le ve como... como... ¿bronceado y feliz?..., mira como va saludando al personal..."
Diez segundos de silencio. Se miran y dicen al unísono: "- ¡¿A que se ha separado?!"

Alzo la cabeza en su dirección, se dan cuenta de que han levantado la voz. La de la nariz hace ver que se tapa la boca con la mano que no sujeta el café. Siguen cuchicheando. Cojo el vaso de plástico, tiro la cucharilla (¿si lo he pedido sin azucar, para qué coño ponen cucharilla?). Me acerco disimuladamente. Cotilla que es uno, sí. Siguen con su cháchara.

La de la napia: "- ¿Joder, has visto como viene hoy la Tere?"
La del tatuaje gira la cabeza hasta que sus narices, salvando las imposiciones del tamaño, forman trazados paralelos, y observa: "- coño, si eso no es una minifalda, es un cinturón ancho; y ¡con medias de red! y ¡vaya escote! ¡Si lleva el tanga en el sobaco! ¡Y mira cómo sonrie...!"
Cinco segundos de silencio, se miran y una de ellas exclama:"- ¡¿A quién se querrá follar?!, la tia guarra".

Y llevo todo el día preguntándome cuál debe ser la sutil relación que existe entre el sexo (si eres hombre o mujer, se entiende, no el tamaño, que me han dicho que eso no importa); que te arregles para ir a trabajar; y el algorítmo de lógica Booleana que decide automáticamente: si es que te has separado, o resulta que eres un putón verbenero buscando plan.

Yo no lo entiendo.

 
Está decidido: este blog, mi vida y yo mismo, necesitamos un cambio de algo. Y como no tengo ni puta idea de qué es, empezaremos por el look. Así que, ruego disculpen las molestias y se hagan a un lado, que tengo ya una brocha y un cubo de pintura en las manos. Y recuerden, si el cambio es inevitable: relájense y disfrútenlo. Voy a hacerle cuatro nudos al pañuelo, que me voy a reformar.

miércoles, septiembre 13

 
Queridas y queridos,

tal día como hoy, hace ya dos años (coñocómopasaeltiempo), caí por casualidad en un blog, el de almu. Y como soy un envidioso de mierda, me dije: "chaval, estás chalao y en plena crisis de los 40 (que suele aparecer, curiosamente, a los 29), ¿en qué estás pensando? ... cómovastú... cómovastú ..." ... Y como siempre me llevo la contraria, pues lo hice: link .

Y aunque durante este tiempo, mil veces me ha pasado por la cabeza darle al botón de "eliminar (de una puta vez) el blog", aún no lo he hecho porque:
1. No tengo güevos.
2. He conocido a gente maravillosa (parezco una actriz en "salsa rosa").
3. Me encanta leeros.

Y seguría con más porqués; pero con esta, mi única neurona, sólo puedo contar hasta tres y mover dos dedos tecleando al mismo tiempo. Limitaciones que uno tiene.

Cambiando de tema; haciendo recuento, y sin releer todos los post que me da un poco de palo, y uno tiene ya una edad:
- He perdido: la autoestima, la fe, la polla, un pie, las orejas, y a mí mismo (pero he vuelto a recuperarlo todo, gracias a Tí que estás en los cielos: Supermán -como diría Bart Simpson-).
- Me he enamorado 6(veces al día de media) x 365 x 2. No tengo calculadora a mano, lo siento.
- He encontrado: un marciano con toda su familia que andaban de vacaciones, un platillo volante, un avión a reacción, un ferrari en miniatura y una cucaracha gigante (nos hemos prometido, ¿os lo había dicho?).
- Me han dado calabazas: varias veces, las que más me duelen son las de la Kurtz, pero bueno, luego nos echamos unas fotos y unas risas.
- Ah, y almu me dejó este comentario .

Y corto el rollo, que me estoy poniendo plasta, no sin antes daros las gracias a todos por vuestra compañía y vuestros comentarios, que son lo mejor de este blog, sin duda. Besos y abrazos.

R.

martes, septiembre 12

 
Hoy he coincidido en el restaurante con Piolín. Resulta que es una chica, quién lo iba a decir, después de tantos años. Me ha hecho mucha ilusión, la había visto tantas veces a través de la pantalla, pegando la nariz contra el cristal, que cuando he podido disfrutarla al natural casi no me lo podía creer. Tiene los ojos aún más grandes de lo que imaginaba, y unas pestañas que cuando parpadea, te cepillan el traje. La verdad es que las cámaras no le hacen justicia: está como un queso. Nos hemos sentado en la misma mesa y se nos han mezclado, en la conversación de cada día, la vida y el amor. Hemos hablado de lo poco que cuesta que las dos cosas se nos vayan de las manos, y de cómo a veces nos complicamos nosotros mismos. Tanto, que incluso llega un momento en que, sin comerlo ni beberlo, te ves atado de pies y manos, dándote contra un inmenso muro que no cede, con la cabeza. Y te sientes como si estuvieras envuelto en una burbuja enorme que va encogiendo poco a poco y no te deja respirar. Y mientras me iba contando esas verdades que son como puños, yo sentía una especie de cosquillitas en la cara, como si me estuvieran saliendo bigotes de gato; me crecían orejas puntiagudas y se me teñía la tripa de color blanco. Incluso he empezado a hablar como si tuviera comida en los carrillos; como el pato donald, pero en felino. Vamos, que sin darme cuenta, me he convertido en Silvestre. Y vaya, qué dilema, con lo que quiero yo a piolín, y ahora me muero por comérmela.

lunes, septiembre 11

 
Cuando era pequeño, muchos días me escapaba de casa para ir a visitar a mis vecinos. No tenían niños, sólo un gato, un perro y un abuelo que no dejaba de estornudar; me sentía único entre ellos. Recuerdo que en mi casa nunca quería comer, así que mi madre casi se alegraba cuando me veia desaparecer sin decir ni mu. Yo llamaba con los nudillos, golpeando aquella puerta verde, astillada. Cuando abría mi vecina, el portal se iluminaba con los destellos de su sonrisa. Siempre comíamos lo mismo: una perola de leche tibia con azucar y trozos de pan seco. Ponían la olla en el centro de la mesa, y toda la familia se esmeraba en pinchar, con un tenedor, el currusco de pan del día anterior. Lo sumergíamos en la leche y lo engullíamos. Era un manjar. Un día, el abuelo estornudó y su dentadura voló, entre nuestras caras atónitas, para caer en la perola. Todos nos partíamos de risa. El abuelo, incómodo, consiguió pescarla con el tenedor. Todos aplaudimos, y seguimos mojando pan en la perola. Todo un manjar.

viernes, septiembre 8

 
Esta noche, la luna se ha disfrazado de nube, demasiado pequeña y demasiado redonda, pero nube al fin y al cabo. Y a primera hora, el sol ha aparecido vestido de luna, con cara sonriente, como disimulando. Esta mañana parecía querer pintarse, camuflarse, con los colores del atardecer; y ha puesto en el cielo poses de espejo, como mirándose en el mar, enfundada en un vestido largo, de lunares. Y como todo el mundo iba así por la vida, como si fuera de incógnito, se me ha pegado algo y yo también me he disfrazado. De sopa de estrellas. Ahora sólo falta que alguien quiera comerme, aunque sea sin sal, ni cuchara, ni disfraz, ni medias, ni nada de nada.

jueves, septiembre 7

 
Ruego al visitante número 88888 deje su huella aquí y diga qué se siente al parecerse a un número de información telefónica.
Mil gracias.
Rullé.

miércoles, septiembre 6

 
El otro día leia un comentario sobre el último libro de Punset, el del viaje a la felicidad. Resumía los matices que la felicidad ha adoptado en las diferentes épocas, y cómo la doran el pasar de los años; pero que, básicamente, ser feliz es sentir la ausencia de miedos. Ser feliz es no tener miedo.
No sé, quizás sea cierto, pero yo creo que la felicidad es que dos morenazas bombón te claven la espalda contra un portal y te hagan sentir que hay vida en tu entrepierna. Qué felicidad de tarde, por dios.

martes, septiembre 5

 
Hoy me han pasado este link de una web donde se dedican a hacer estadísticas sobre la blogosfera. Según ellos, el segundo lenguaje más utilizado al escribir blogs es el catalán. Me gustaría saber quién ha parido el algoritmo de reconocimiento de idiomas para recomendarle que se dedique al parchís, o que repita un par de cursos de pre-escolar, porque yo no me lo creo. En fín, el caso es que esto me ha recordado que una vez me pararon por la calle para hacerme una encuesta, querían saber si era bilingüe, y de ser así, en qué pensaba, si en catalán o en castellano. Respondí que sí, que era bilingüe, y que en lo que pensaba era en follar, como todo el mundo.

lunes, septiembre 4

 
Esta mañana, al levantarme, no he podido entrar en el cuarto de baño porque me he encontrado con una cucaracha gigantesca instalada en el plato de la ducha. Y no es que a mí me importe asearme en compañía, es que ella se ponía histérica cada vez que pulsaba el interruptor de la luz. Como si yo no hubiera visto nunca a una cucaracha desnuda. Y claro, no iba a afeitarme a oscuras, con el pulso que tengo yo los lunes antes de desayunar, no quiero ni pensar en la carnicería. Así que he pasado un largo rato junto a la puerta, sumido en la oscuridad, susurrándole canciones de Julio Iglesias para intentar tranquilizarla, hasta que no he tenido más remedio que dejarla y vestirme a toda prisa para no llegar tarde a la oficina. Me he pasado todo el día pensando en ella y no he dado una a derechas. Para postre, tenía tantas cosas que hacer que he salido a las quinientas, y cuando he entrado por la puerta de casa me he encontrado a la cucaracha instalada en el sofá, dándole gusto al mando a distancia y comiendose las sobras de la cena de ayer. Antes de que pudiera abrir la boca para protestar, ha cruzado los cuatro brazos y, con gesto de reproche, me ha preguntado: "¿tú crees que estas son horas?". Desde entonces vivimos juntos y somos muy felices, aunque es un poco rollo esto de que a la calle no pueda salir de día por el tema de la luz. En cuanto oscurece, se pinta los labios, se enfunda una minifalda y se larga sin dar explicaciones ni encomendarse a la virgen; yo creo que tiene un lio con alguien del barrio, pero me da igual. Tampoco sabe cocinar, aunque come como una cerda. Y por las mañanas, el aliento le apesta a coñac barato, y los pies a quebab con cebolla y queso azul. Y, si bien es cierto que sólo llevamos un día viviendo juntos, sopesando los pros y los contras, creo que será mi pareja ideal. Porque aunque a veces pienso que tiene un poco de morro por haber aparecido en mi ducha sin llamar antes por teléfono, por no pegar ni un palo al agua, gorronear toda la comida que encuentra y largarse de pendoneo sin decir ni mu; estoy convencido de que así empiezan las grandes historias de amor, con sus pequeños contratiempos que cuando logran superarse ayudan a fortalecer y a estrechar la unión. Y sobre todo, creo que es la cucaracha de mi vida porque cuando está de buenas, me pasa el mando a distancia y me deja ver el canal porno de digital plus.

viernes, septiembre 1

 
Espero que nadie me pregunte
porqué cada vez que te veo
se hiela la sangre en mis venas
y me hierve dentro tu mirada.
a
Espero que nadie me pregunte por qué.

Ni porqué mis ojos buscan
el mar en tus pupilas,
marrones,
estando tú tan lejos.
Ni porqué no sé respirar
si no me envuelve tu aliento.
Ni sonreir a la noche,
si no me mecen tus palabras.

Espero que nadie me pregunte
porqué
es verte y sonrio.
Porqué me duele la respiración
de quienes nos envuelven.
Porqué
me encantan
tus bragas rojas,
tu sonrisa puesta.
Tu soledad apartada.
Me pregunto si
nacer el mismo día
dolerá el resto de la vida.
Envidia de la suerte,
que tenemos
mil cosas en común.

Mil.
Tantas,
excepto el sexo.
Tu cuerpo queda siempre tan lejos.

Quiero tenerte en mis dedos
que ahogues mi polla,
fundirme en mil besos,
deslizarme en el tobogán de nuestras lenguas,
y ese silencio de duelo
que siempre nos invade a los dos.
Dulce.
Inmenso.
Triste.
Perfecto.
Y quiero romperte.
Y que me rompas.
Como quien abre un
sobre sorpresa y lo golpea
contra la palma de la mano.
Quiero ver salir
cromos de colores.
Quiero romperte,
y que me rompas
entre tus palabras de
letra delgada,
y las mías,
alineadas a la izquierda.

Y ahogarme contra tu pecho
hasta que me mate el amor
y me hagas vivir
más allá
del espacio
y el tiempo
que
siempre
nos
separarán.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Suscribirse a Entradas [Atom]