jueves, abril 30

 
Hará un par de semanas me envié un email. Me encanté y me respondí. Me añadí al messenger. Empecé a adorarme, dios, nadie me entiende tan bien como yo. Incluso tengo mis mismos gustos. Las mismas penas. Las mismas mariposas en el estómago. Los mismos pueblos en el corazón. El mismo corte de pelo. Hasta nos encantan los mismos pantalones patéticos. Y ahora que me amo con locura, y sé con certeza que no puedo vivir sin mí, he decidido que voy a ignorar lo que siento y sólo puedo ser mi amigo. Porque si sigo así, y esto va a más, me voy a hacer daño. O me daré de bruces contra ese muro que soy yo mismo. Y a mí las heridas me sientan fatal. Tardan muchísimo en cicatrizar. Y molestan un montón cuando te metes en la cama. Y a mí también.



Es el videoclip más patético que nadie haya parido en su vida, pero la canción mola.


domingo, abril 26

 
Creo que he sobrevivido. Un fin de semana menos. Hoy he salido a correr con gafas, parece mentira lo que mejora el paisaje cuando se ve nítido. Así que estoy orgullosísimo de poder decir que yo, a pesar de ser hombre, puedo hacer tres cosas a la vez: correr, escuchar música y admirar el paisaje. Bueno, con la salvedad de que he tropezado, y me he dado la ostia de mi vida (y cómo duele), pero no pienso admitirlo si no es en presencia de mi abogado. Cambiando de tema, creo que he descubierto porqué me estreso tanto sin motivo. Es por culpa de mi imaginación. Me imagino cosas horribles antes de que pasen, y por eso me estreso. Me pregunto si podrán extirparme la imaginación, o si moriré de una úlcera gastroduodenal. Ya estamos de nuevo, aquí dándole gusto a la elucubración. Qué estrés, de verdad.

jueves, abril 23

 
Por dios.
Acabo de fabricar un dios de plastilina. Cómo mola. A mi propia imagen y semejanza. Que es de la única forma que sé crear dioses. Y ahora que me comparo con ÉL y me veo tan terrenal e imperfecto, le imploro mi propia salvación de rodillas. Y sólo se me ocurre la (feliz) idea de aplacar su (humana) ira consumando un sacrificio. Tendré que inmolar a una virgen, o degollar un cordero, o privarme de algo que me encante. Quizás de una pierna. O de las tres. Amputarme medio yo. Y el cerebro, para evitar esos dolores de cabeza que me provoca el pensar en mi redención. Quizás le prometa no tener sexo nunca más (la verdad es que eso sería tan facil). O no comer carne dos semanas al año. No sé, mañana me lo pienso, pero me temo que todo apunta a que, a partir de ahora, todo me será más complicado. Que viviré (¿sin vivir en mí?). Habrá que joderse. Y todo por una tarde loca, y la plastilina.



(A ver cuando se decide este a versionar la Macarena, que me muero de ganas. Amén).


miércoles, abril 22

 
Stop making sense.
Había una mujer. De piel morena y con shorts. Derecha, en un rincón. Con la trenza más grande que nunca he visto en mi vida. Le colgaba por la espalda hasta la altura del culo. De vez en cuando la empujaba hacia delante con la mano, arqueándola por encima del hombro. Le aterrizaba entre dos pechos enormes. De hecho, en esa mujer todo parecía sobredimensionado: los pechos, la trenza, los labios, las piernas, y unos dientes como peladillas. Tenía una voz llana y directa, que también le quedaba grande: "¿Cuánto es? ¡Cóbrate!".
Creo que debería plantearme dejar de comprar pollos a l'ast el domingo. Y ella, también.


miércoles, abril 15

 
Hacer algo en la vida.
Necesito suicidarme lentamente. De forma tan sutil, que ni siquiera yo mismo me dé cuenta de que lo estoy haciendo. Podría elegir beber. Amar eternamente sin ser correspondido. Soñar con otra vida. Drogarme. Leer. Tocar el piano descalzo y de oido. No dormir simplemente por no dormir. Comprarme un mp3 y subir el volumen hasta destrozarme los tímpanos. O quizás vivir sin vivir en mí. Dejarme enterrar en mi propia vida. No sé, mañana me lo pienso. Pero algo habrá que hacer. Porque si sigo así, me voy a morir.


(gracias, Glo!)

martes, abril 14

 
Así es la vida.
Este post me viene a raíz de una conversación profunda que tuve con alguien que adoro, donde llegamos a la conclusión de que cuando no nos sentimos infelices, nos encontramos mal. Como fuera de lugar. Quizás sea porque entonces no tenemos un motivo especial para sentirnos diferentes. O tal vez sea sólo una especie de remordimiento latente, que se aferra a nuestro esófago y nos dice que algo va mal si nuestro propio estómago no nos devora, disolviéndonos en la acidez de nuestra personal tragedia cada segundo de nuestras vidas, desde lo más profundo de nuestro ser.
Todas las personas felices se parecen, en cambio las personas desdichadas lo son cada una a su manera.
Una frase tan perfecta no podía ser mia, es de Tolstoy. Ana Karenina: "todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada".
Y hoy me encuentro precisamente ahí. En aquel instante donde no sé dónde (o si quiero) dormir esta noche. Cama o sofá. En una especie de punto de inflexión donde no me encuentro ni bien ni mal. No siento nada. Y precisamente por eso, me siento fatal.



jueves, abril 9

 
Jardin Zen
Acabo de crear un auténtico jardín zen en la palma de mi mano. Con caja de madera barnizada, arena fina y blanca rastrillada en perfecta armonía, 3 rocas, 2 velas y un folleto explicativo que (inexplicablemente) llevo adherido al dorso de mi mano. Creo que nunca me había sentido tan feliz y mentalmente equilibrado. A parte de cuando podía rascarme con mi propia mano.




(La canción no tiene nada que ver con el post, pero me encanta. Y sus labios)

sábado, abril 4

 
REACH OUT AND TOUCH FAITH
A veces los dedos de mi pie me recuerdan que estoy aquí. Salen por un extremo de mi manta. Cada día, sin que yo mismo me dé cuenta, consigo asomar un dedo más que el día anterior. Mañana asomaré mi pie entero. Y mi pierna. Y pronto será todo mi cuerpo. Quizás hasta sea capaz de abandonar esta vida por un extremo de mi manta antes de que ella se dé cuenta y me estrangule, arropándome de nuevo. O quizás no. Ya veremos.



viernes, abril 3

 
Y supongo que es sólo una cuestión de tiempo que nos besemos o nos mordamos. Que nos amemos o nos convirtamos en un recuerdo. Un recuerdo precioso. Dulce. Luminoso. Idílico. Sublime. Delicioso. Pero al final, sólo un recuerdo.





(Bienaventurados los que amaron, porque de ellos es el reino de los recuerdos).


miércoles, abril 1

 
Me ha salido un post larguísimo. Lo siento. Prometo compensar con sexo.
Hoy estaba en el curro, sumido (de nuevo) en esa especie de frenesí que imprime a la vida el caos controlado. Porque aunque a veces nos parezca que no, lo que vivimos en el trabajo no es una vorágine desenfrenada. Ni siquiera es confusión o desorden, es otra cosa.
Caos es ir a comprar el sábado por la tarde al carrefour. O el estado en que amanece el pisito de mi hermana tras una noche de fiesta loca con sus amigas anoréxicas. Lo demás (a parte de un terremoto de grado 7 en la escala de Richter) es desorganización coherente y controlada.
A lo que iba, estaba viendo a tanta gente ir y venir sin disfrutar del momento, que no he podido evitar pensar en los últimos días de mi abuela.
Abro paréntesis: cuando íbamos a visitarla, con mis padres y mi hermana (la del pisito), al despedirnos y salir, mi hermana siempre decía: "Bueno, qué suerte que la abuelita está tan bien cuidada. Ya me gustaría a mí". Traduciendo, era algo así como: "démonos prisa en huir de aqui, anestesiar nuestros remordimientos, y olvidar lo que estamos haciendo". Cierro paréntesis.
Porque no hay que olvidar lo que hacemos con los ancianos, con los moribundos, con los viejos que se encuentran a dos telediarios de una muerte que los jóvenes insisten en ignorar. Lo que hacemos es confiar a un completo desconocido la tarea de llevarlos a la muerte, sin más. Y probablemente eso mismo nos pasará a todos y cada uno de nosotros.
Pero no era de sentimientos de culpa de lo que queria que fuera este post. Queria que tratara de vivir la vida. Y pensaba en esas últimas horas (o años, ya me entendeis) de existencia completamente vacía de alegria, que por el contrario deberían ser disfrutadas a fondo en lugar de verse colmadas de tedio o de amargura, de sombras de amigos que han muerto. De sentirse olvidado. De soledad.
Porque aunque nos neguemos a creerlo, la vida se esfuma en lo que se tarda en parpadear. Y mirando a los que me rodean en la oficina, creo que algunos no parpadean lo suficiente si juzgamos lo muchísimo que acostumbran a abrir los ojos, tan agobiados como van porque va a vencer el plazo de esto, o porque mañana llega la factura de aquello, tan ávidos del corto plazo. Del ahora, que no se dejan, a sí mismos, tiempo para pensar en el mañana. A mí también me pasa a veces. Y creo que lo hacemos todos a propósito. Igual que mi hermana inventaba excusas para olvidar el futuro y no tener remordimientos, nos sumergimos en las excusas del ahora porque tememos al mañana. Y preferimos esconder la cabeza debajo del ala. Un ala compuesta por las cosas que nos parecen urgentes, en lugar de atender a las que realmente son importantes. Porque si se teme al mañana, es porque no sabemos vivir el presente. Y cuando no se sabe disfrutar del presente, uno se dice que ya lo hará mañana, o el fín de semana, o en vacaciones. O el año que viene, que me tocará la lotería. Pero es simplemente una excusa, porque el mañana no tardará en convertirse en hoy. Y entonces ya no habrá remedio, porque no hay que olvidar que pronto envejeceremos, y que no será algo bonito, bueno ni alegre, más bien todo lo contrario. Por eso hay que convencerse de que lo que realmente importa es el ahora. Y disfrutar de él con todas nuestras fuerzas.
Escalar paso a paso esta montaña que es la vida, disfrutando cada pizca de eternidad que encontramos en el camino, porque al llegar a la cumbre, quizás ya no podamos disfrutar del panorama. Porque justo en ese instante de inmensa soledad, todo habrá ya terminado.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Suscribirse a Entradas [Atom]