lunes, julio 31

 
La enfermedad de Alzheimer borra gradualmente los recuerdos. Mi abuela la padece. El cerebro humano asimila una amplísima gama de experiencias, procesa la información y la almacena. Cuando la necesita, tira de ella y la recupera en el momento preciso, para hacer frente a la vida. La destrucción que provoca la enfermedad de alzheimer es la de los recuerdos. Comienza por los más recientes y termina por los más arraigados, como el de los seres queridos. Mi abuela hace mucho que no recuerda cómo me llamo. El horror del alzheimer no es un dolor físico, ni siquiera sufrimiento, es la pérdida inexorable de los recuerdos de toda una vida. De los momentos únicos, de las sonrisas, de los amantes, de los amores, de los días de sexo. Es la pérdida de la identidad, la pérdida de uno mismo. Mi abuela este año cumplirá los 96 y aún tiene sonrisa, aunque sin dientes. Hoy hemos dado un paseo por el parque. ¿Somos novios?, me pregunta. Yo siempre le digo que no, que sólo somos amantes. Y se rie a carcajadas. Hemos pasado cerca de unos adolescentes que estaban liando porros. Después de un rato, me ha mirado y ha vuelto a preguntar:
- Miguel.
- ¿Qué? - yo, a estas alturas ya paso de decirle que no me llamo Miguel.
- ¿Tu entiendes porqué hoy en día, los jóvenes se queman las manos antes de fumar.
(me meo)
- Será que tienen frio.
- ¿En Julio?
- Vaya, pues tan mal de la memoria, no estás.

viernes, julio 28

 
Cada día leo la prensa y me entran unas ganas terribles de llorar. Veo esas imágenes de funerales de niños, y se me clavan en el estómago. Todo me da ganas de llorar. Por la sin razón. Por la mierda que genera. Lloro por los que atacan. Por los que sufren la ira. Por la ira que se desatará. Lloro por quienes tenemos que soportar a esa pandilla de políticos hijos de puta que viven en otro planeta, que la historia se les va de las manos, y tratan de convertir esta inmensa pena en campaña electoral. Que llaman gratuitamente a cualquiera asesino. Que no saben lo que dicen y nunca lo sabrán. Y no puedo parar. Supongo que la rabia y la impotencia me hacen llorar.

jueves, julio 27

 
Mi ángel de la guarda me mima tanto: me deja tirarle de la oreja sin rechistar y da unos achuchones que quitan el hipo. Pero me tiene un poco preocupado, porque hoy he descubierto que tiene canalillo. ¿Tendrá también sexo?

Dice que ha encontrado un amor que ha cubierto con tejas y barro una herida abierta. Un amor de risas y solidario, que le ha abierto los ojos y ha cerrado para siempre aquella puerta. Dice que ahora le gusta pararse a la vera del camino para ver a los árboles confundirse con las rosas. Y muestra dos marcas en el pecho. Rojas. Arañazos de garras felinas. Como las que lucian las viudas apaches. Pero adornando. Como instalados para siempre entre un inmenso valle y dos mares de melancolia. En la linde del bosque, entre el asfalto ardiendo, me cuenta lo que le preocupa, mientras el corazón de la muchedumbre nos roza latiendo.

miércoles, julio 26

 
Dos corazones morenos. Un abrir de ventanas sonrisa, de par en par. Treinta dedos inquietos. Seis pies bailando salsa. Dos cortes de luz con llamada. Seis ojos, contándole al camarero: ¡que dos cortados con leche natural y un café con hielo!. Es tarde ya; qué pena. Mis brazos, que van mejor que bien acompañados. La acera, que quema. El sol que deslumbra, pero nunca a vuestro lado. Y el deseo. Un trio. Y yo, que me siento niño de nuevo.

martes, julio 25

 
Me han secuestrado. No recuerdo muy bien cómo fue, todo pasó tan rápido. Alguien me puso una mordaza en la boca, un pañuelo sobre los ojos, y me enrollaron una cuerda alrededor de las muñecas, contra la espalda. Me duelen las articulaciones. Casi no puedo respirar. Mis secuestradores parecen buena gente, aunque son de pocas palabras. Sólo me empujan, nunca hablan. Parecen extrangeros; lo digo por esta sopa de sabor extraño que me ofrecen tres veces al día. Me provoca sueño. No entiendo porqué. Se lo intento explicar pero parecen no querer entenderme. Huelen tan bien. Pero son tan siesos. Su piel es tan suave. Aunque tienen las uñas largas y afiladas. Hacen daño. Ayer me arañaron el cuello en un arrebato de ira. Creyeron que no quería comer. Yo sólo pedía que me hicieran la famosa foto con el periódico del día. Para demostrar que aún vivía. En realidad sólo quería entretenerme leyendo los titulares a la luz del flash. Evitar el tedio. Escapar de esta vida aburrida. A veces sueño que son una banda de bielorusas que me van a violar.

sábado, julio 22

 
Una vez, en clase de ética, nos pidieron que escribiéramos sobre cosas que cuanto menos tengamos, más deseemos. Yo puse: amor, amigos, sexo y cervezas frias. No sé porqué nunca aprobé ética, lo del sexo está clarísimo.

jueves, julio 20

 
Migae acostumbra a reirse de mí. Dice que hay que estar loco para salir corriendo sin que nadie te persiga. Y tiene razón. Pero mi problema es que necesito correr. Contra algo. Por nada. Huír de todo. Sentirme solo, libre, y con una buena banda sonora, a todo volumen, que me haga olvidar que tengo una realidad. O que la mejore, que ya es un decir.

miércoles, julio 19

 
Esta noche hacía tanto calor que me he ido a dar un paseo por la playa, a tumbarme en la arena; a escribir tonterías en la orilla del mar antes de que el sueño me pillara. Con el dedo, humedecido en mi propia boca, garabateo al pie del mar que estoy loco por ti. Que no sé cómo te puedo querer tanto. Aunque te vea tan cerca, estás siempre tan lejos. Escribo, hasta que lo borren las olas, que estoy loco. Por ti.

martes, julio 18

 
Mi vida es un auténtico desastre. Tengo tantas cosas que hacer que no sé por dónde empezar y termino los días igual que los comienzo, sin haber hecho nada de provecho. Empiezo a estar cansado. Incluso a estar cansado de estar cansado. Es como si todo a mi alrededor se derrumbara, pero a todo el mundo le importara un pimiento. Como cuando estás hecho trizas, llorando en un funeral, y ves que a tu alrededor la vida sigue funcionando con total normalidad, y la gente sigue divirtiéndose, y los humoristas haciendo chistes sobre muertos. En ese momento lo encuentras todo de tan mal gusto que te dan ganas de pertenecer a otra especie animal que sea menos racional pero más solidaria, como por ejemplo las hormigas. Pues así me siento yo. Pero el mundo sigue dando vueltas a pesar de como yo me sienta al levantarme y a pesar de cualquier cosa que se derrumbe a mi alrededor. Así que igual me tomo unas vacaciones y cuando vuelva ya pensaré qué he venido a hacer yo en esta vida, que no lo tengo nada claro, bueno, a parte de a pagar una hipoteca y a hacer la declaración de hacienda; claro. Y, si por casualidad me entero, tendré que pensar también a quién se lo cuento.

 
Hoy he tenido un día un poco raro. Me he levantado a contrapelo y he llegado tarde a todas mis citas. En cuanto he recuperado el aliento, he ido a buscar un café, a ver si así sacudía los hombros de mi pobre cerebro y lo despertaba de una puñetera vez. En la cola de la máquina expendedora, una chica inglesa, muy guapa y maquillada, ha empezado a hablarme como si me conociera de toda la vida. Me llamaba por mi nombre. En cinco minutos, he pasado del flipe absoluto a ponerme de los nervios, con esa sensación de que conoces a alguien pero no recuerdas cómo se llama. Y el caso es que no me atrevía a confesárselo. Me resultaba tan familiar. Sabía que la conocía. Hasta que he caído en la cuenta de que se parecía muchísimo a otro chico inglés con el que había trabajado años atrás. Le he preguntado si por casualidad era su hermana, y me ha respondido que no: que era él mismo; que un día decidió separarse de su mujer y hacerse una operación de cambio de sexo. Eso sí que es salir del armario con un par de huevos. Sí señor. Vamos, que he tenido un día rarísimo. Yo creo que si Almodóvar hace algo así en una película, yo mismo lo encontraría exagerado.

domingo, julio 16

 
India Ning, en su último post, afirma que por muchas batallas que ganemos, siempre acabaremos perdiendo la guerra, refiriéndose a la vida. Qué gran verdad. Si nos lo tatuaran en la frente nada más nacer, otro gallo nos cantaría. Seguro que habría menos ejecutivos agresivos, menos jefes dando por el culo y menos políticos listillos. Aunque quizás también hubiera menos revolucionarios que quisieran cambiar el mundo. Yo que sé.
La primera vez que me hicieron una entrevista de trabajo, tendría yo veintipocos, una señora con traje oscuro, gafas de pasta, medias negras y zapatos de tacón, se dedicó a hacerme poco menos que el tercer grado. Preguntaba y preguntaba, tenía en la mano un cuestionario que pesaba aún más que su impertinencia. Llegó un momento en que me puso tan de los nervios, que decidí responder lo primero que me pasara por la cabeza. Cuando me preguntó, creo que por tercera vez: "y cuales son tus hobbies"; respondí muy serio: "pues mira, la verdad, hacerme pajas". La señora hizo ver que no me había entendido, no perdió la compostura, pero cerró el cuestionario, me acompañó hasta la puerta y me dijo que ya me llamarían. No pude preguntarle para qué querrían llamarme, si ya sabían más de mí que mi madre.
Supongo que perdí la batalla, pero como esta guerra está ya perdida, qué más da.

viernes, julio 14

 
No puedo despegar los párpados, no sé dónde estoy, ni quien soy. No veo nada. Sé que es de día, porque hace mucho calor y llevo la ropa empapada por el sudor. Al principio me incomodaba la situación, por la idea de no poder dar besos de mariposa; con la de juego que dan. Pero ahora me he resignado y estoy aprendiendo a guiarme por el eco de mi voz. Chasqueo la lengua despegándola súbitamente del paladar y espero a que el sonido rebote contra algo y regrese a mi oido. Cada vez soy más bueno identificando lo que tengo alrededor. Ya sé distinguir, incluso, la textura de algunos objetos según lo distorsionados o amortiguados que lleguen de vuelta los chasquidos. En cuanto consiga diferenciar a un insecto de un político (que me está costando), aprenda a volar y a dormir con la cabeza colgando, voy a solicitar un empleo de murciélago. No pagan mucho, pero se pegan una vidorra: toda la noche despiertos; dando vueltas por ahí, comiendo, bebiendo y follando. Un auténtico chollo.

jueves, julio 13

 
La primera vez que entré en esa tienda de moda joven, me fijé en un anuncio donde un grupo de chicos y chicas reían haciendo carreras por la playa. Parecían pasárselo tan bien que me dieron ganas de comprarme lo mismo que ellos llevaban puesto. Pero la dependienta me lo quitó rápidamente de la cabeza con la excusa de que la minifalda me afearía las piernas. Ella llevaba tacones, unas medias muy finas de red, un traje de flores muy escotado, y un sinfín de pulseras en cada brazo. Cuando doblaba una prenda para introducirla en la bolsa de plástico, toda aquella parafernalia brillante empezaba a sonar, como si fuera uno de esos móviles de conchas que se colocan en las puertas de las tiendas en los pueblos, y que indican si ha entrado un nuevo cliente, o que alguien se ha largado sin pagar. Recuerdo que el tintineo, junto con los destellos que emitían, me sumieron en una especie de letargo hipnótico. Cuando desperté, me había convertido en una chica rica, guapa y operada. Mi pelo destelleaba como si fuera rubio platino, llevaba una minifalda y corría, sonriendo con mis dientes blancos y perfectos, por la playa.

 
Mi vida podría dividirse en dos grandes periodos: la infancia, y el resto. Durante el primero, no necesitaba follar. En el resto, debe ser que tampoco, porque si fuera una necesidad vital ya llevaría años muerto.

miércoles, julio 12

 
El otro día entré en una web de dudosa reputación y empecé a bajarme un video de Pamela Anderson. Cuando ví el aviso de: "Va a descargar Pamela Anderson", me la imaginé en el baño, con una ataque de gastroenteritis, descargando, y cerré rápidamente los ojos, la página y el PC.

martes, julio 11

 
Al levantarme esta mañana me he dado cuenta de que, durante la noche, me han crecido dos sandías a la altura del pecho. Son enormes y pesan tanto que, para evitar perder el equilibrio y caerme de narices, me he tenido que comprar un sujetador de talla gigante con aros y me veo obligado a andar por la calle tirando mucho de los hombros hacia atrás, levantando la cabeza como si me preocuparan las nubes o si va a llover. Todo el mundo me mira con la boca abierta cuando corro al cruzar los pasos de peatones. Pero eso es lo de menos, lo que sí me tiene preocupado es que no vaya a salirme un moratón en cada ojo, porque a veces se me mueven tanto, que me dan unas ostias en la cara que pa qué. Además, me he dado cuenta de que al pasar por delante de las fruterías, todos los plátanos se empinan; poniéndose tiesos, como duros; y se amontonan en el aparador silbando y lanzándome toda clase de comentarios soeces que no acabo de comprender: que si me metían de todo menos prisa; que si me agache que me enseñarán dónde está Pamplona; que si quiero jugar al teto; que si se me metían hasta en el bolsillo; que no sé qué de comerse la regla con cuchara o hacerse una infusión con mi tampax; en fín, de todo un poco. Al princípio me daba corte y me ponía rojo como un tomate, pero ahora me está empezando a gustar el rollito este de que se alegren de verme, hasta el punto que he dedicado la tarde a pasearme por las fruterías del barrio. Entro moviéndome voluptuosamente y luego paso revista con disimulo. Bueno, o igual sin tanto disimulo, porque si veo a algún plátano flácido y despistado, le grito "¡impotente!" y sonrio a los demás para que me rian la gracia, que siempre lo hacen. Hay que ver qué simples son estos plátanos, todos son iguales; los pelas, te los comes, y ya no te los quitas de encima hasta que ven pasar otro buen par de sandías. Y eso que hablamos de plátanos, porque los hombres son mucho peor; que estaba yo, tan tranquilo, haciendo gala de mis encantos, cuando un señor ha intentado tocarme las sandías con la excusa de saber si estaban maduritas. ¡Será posible, el tío guarro!

lunes, julio 10

 
Hoy me he despertado convertido en gnomo. Llevo un conjunto de camiseta y short gris, un cinturón negro, y unos zapatos verdes con unos enormes cordones rojos muy cantones. Si no fuera porque sé que soy un duendecillo, cualquiera podría decir que voy de turista hortera. Vamos, es que sólo me falta la cara achicharrada de tanto beber sangría al sol (vaya una manía, pero esa costumbre sin duda se merece un post enterito). Me he echado a la calle y he caminado sonriendo a todos los que se cruzaban en mi camino, que es como se supone que van andando los gnomos, siempre de buen humor. Pero nadie parecía reparar en mi carismática y entrañable personalidad amistosa, sólo dirigían los ojos a mis zapatos, los señalaban y se echaban a reir; como ya empezaba a estar un poco harto de tanto cachondeo a mi costa, he decido regresar a casa para cambiarme y ponerme unas chancletas; pero donde se supone que debía estar el edificio donde vivo, he encontrado una seta gigante con la copa de color rojo y unas motas blancas enormes. Una señora, también gnoma y con barba, me esperaba en el portal y ha salido corriendo hacia mí, haciendo aspavientos con las manos y me ha preguntado, entre indignada y sorprendida, que qué era eso de regresar tan pronto y con las manos vacías. Me ha dado una cesta y me ha ordenado que no volviera hasta haberla llenado de fresones. A ver dónde encuentro yo fresones en Julio, con el calor que hace. Si estarán todas las fruterías cerradas.

viernes, julio 7

 
Me he comprado un ferrari en miniatura y he conseguido meterme dentro. Voy un poquito apretado, pero todo sea por aparentar. La parte buena es que es descapotable, y como me queda casi todo el cuerpo fuera, voy la mar de fresquito; si pongo los brazos en jarras, el viento me airea los sobacos. Y ya decía mi abuela, que a excepción de la lengua, lo primero que siempre suda es la axila. (*)
La mala es que no me caben los pies en los pedales, piso el acelerador cuando quiero darle al freno, y me pego unas ostias que pa qué. Encima resulta que tampoco funciona el claxon, y eso no facilita mucho las cosas; así que voy a conducir con mucho ojito, no vaya a ser que atropelle a alguien en un paso de peatones y me quiten de una sola vez todos los puntos del carné. Aunque igual tengo la buena fortuna de cargarme a alguien que no le caiga bien a la DGT, y me regalan algunos de más. Pero, sobre todo, espero que no me hagan soplar, porque con esto de que la experiencia es un grado, yo, ahora mismo, llevo tantos encima, que creo que daría positivo sólo con mirar al agente de tráfico.
(*)NDB: cuando era pequeño pensaba que "axila" era una forma fina de referirse a la polla, así que pasé buena parte de mi infancia creyendo que lo primero que me sudaría, cuando fuera mayor, sería el pene. Bueno, y resulta que realmente es así ; en cuanto alcanzas una cierta edad, todo te suda la polla.

jueves, julio 6

 
Cuando me invitas a bebernos la mañana, me das tanta vida. Pero cuando nos separa esta distancia, el tiempo y tu ausencia, me la quitan. Entonces, me aferro al recuerdo de tu índice pintándome los labios con los restos de la pasión que pudiste robar a tu sexo. Cierro los ojos al presente y viajo en una especie de máquina del tiempo. Nado en el mar de tu cabellera. Me ahogo en cada uno de tus movimientos.
(¿Sabes? podría esculpir la silueta de tu cuerpo con los ojos cerrados, como si fueras la estatua de bronce negro, de una sirena sentada en las rocas de un acantilado, desafiando a dios y al viento. Y dibujar las curvas de tu cadera tenaza, esa que tan bien sabe apretar contra ti mi cuerpo).
Me ciega tu olor. Me embriaga el sabor de tu piel y el roce de tu lengua contra mis dientes; cada rincón de tus labios. Estás en todos mis sueños. Porque los dos estamos hechos con las fantasías que un día tuvimos y no quisimos contar. De ritmos de samba imposibles de bailar. De sudor y deseo. De pasión y calma. De amor y sexo. De adoración y anhelo. Y vuelvo a sentirme salado, envuelto en el compás que marca tu cuerpo, anclado entre tus piernas. Aferrado a ti, como el reo se agarra con uñas y dientes al recuerdo de su libertad. Y me siento, de nuevo, lleno de ti; dentro de ti; borracho de ritmo, viendo como nuestros corazones palpitan a un mismo compás, y cómo nuestras almas entrecruzan los dedos, palma contra palma, en el reflejo del espejo. Vuelvo a verte llena, feliz, abierta, como las rosas se abren al rocío de la mañana. Y quiero beberte hasta oirte chillar. Si fueras la muerte, querría vivir en ti para siempre. Pero resulta que eres mi vida, supongo que por eso, hace tiempo que yo morí. Por ti. Y también, para siempre.

miércoles, julio 5

 
Me siento sucio, transparente, oscuro; como una salamandra aferrada a dieciseis ventosas que se adhieren a una vulgar pared. Como un tunel de la linea seis. La roja. Como una alfombra en la que se frotan las plantas de los pies. Que alguien me arrugue y juegue conmigo a colarme en una canasta sin fondo. Por favor.

 
Hace dias que me estoy derritiendo, como si fuera una vela expuesta al sol, o un helado de fresa en el desierto. Tengo la sensación de estar viviendo permanentemente en una sauna con las puertas cerradas. Todo mi cuerpo se encuentra cubierto por diminutas gotas de sudor y ya es difícil distinguirme del vapor que me rodea. El líquido se desliza lentamente por mi cuerpo, haciéndome cosquillas; y se me pega el hueco trasero de las rodillas cuando cruzo las piernas; vamos, una auténtica incomodidad. Odio oler mal, así que me paso el día sumergiéndome en sales de baño, me ducho y me froto con esmero, y con jabón. Desespero tanto, que he decidido instalarme en la bañera, pero ni siquiera así puedo dejar de sudar. Me derrito, me fundo. Me canso de parecer un garbanzo, siempre en remojo y arrugado; me pongo una túnica suelta, como demìs roussos; unas gafas de sol, como rossi de palma; bajo a la calle buscando una presa, como anthony hopkins; y corre una brisa fresca que me besa las piernas y me enfria la entrepierna. He dejado de sudar. Qué contrariedad, con las ganas que tenía yo de desaparecer de la faz de la tierra, de una puta vez, sin tener que dar explicaciones.

martes, julio 4

 
Hoy soy una luna, y mi cuerpo acaba de entrar en cuarto menguante. Es como si todo a mi alrededor se hubiera convertido en un corset gigante, me oprime y cada vez me queda menos espacio para respirar. Pero resulta que la noche es serena, estrellada, corre una suave brisa con aroma de sal. Me envuelve y me mece; me arrulla y no me deja pensar. Mis párpados se cierran sin que pueda evitarlo. Me dormiré y perderé irremediablemente un tiempo precioso e irrecuperable. Quizás mañana ya sólo quede de mí una delgada curva, convexa y plateada, recortada en el firmamento. Un recuerdo de la sonrisa hueca de un gato que Alicia olvidó en el país de las maravillas.

lunes, julio 3

 
La vida nunca es un camino recto. La vida es tan retorcida como la muerte. Tan inesperada, tan suya. Tan querida, tan indeseada. A veces pienso que la vida es la muerte. Y pueden predecirse las dos cada día, con la habilidad del meteorólogo atento; como si se señalara en un mapa; mueca a mueca, ante el espejo; sintiendo como el agua fria arranca tu propia cara del letargo y la obliga a mirarte a los ojos. Fíjamente. Me columpio en un instante de madera que nunca va más allá del impulso de mi corazón, y la fuerza de mis piernas. Nunca. Y me duele; y me retuerzo. Como si me hubieran mordido mil avispas entre los dedos. Me retuerzo y me duele. Y cada vez soy más pequeño. Hoy, casi nada. Y me acuesto. Me arropo. Me beso. Y me deseo un feliz no despertar.

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