martes, mayo 31

 
inventos.
Mario trabajaba en aquella oficina de patentes desde que dejó la escuela de ingenieros, allá por 1985. Le gustaba ese oficio, que él mismo se jactaba de haber creado, porque le ofrecía la posibilidad de conocer a gente curiosa; algunas lo eran tanto como sus invenciones. Durante los últimos veinte años había ayudado a patentar cientos de conceptos inusuales, rozando lo estrambótico; desde la sopa de membrillo, hasta una silla anatómica con mil artilugios que, según su creador, facilitaba la obtención de orgasmos únicos, casi tántricos si se contaba con un amante experto. Así que, cuando aquel señor bajito y calvo se puso a explicarle en qué consistía su extraña idea, ni siquiera pestañeó a contratiempo; eso sólo lo hacía cuando escuchaba a Ray Charles.
- A ver, ¿podría repetírmelo despacio?, así yo podré ir rellenando el formulario de solicitud de patente.
- Por supuesto -el señor bajito, que a ratos resultaba un poco exasperante, carraspeó y moduló la voz adquiriendo un tono distinguido y formal- mi invento es un arma de destrucción masiva.
- Entiendo.
- No, no creo que lo entienda, joven -dijo enrojeciendo- ya sé que, hoy en día, las armas apocalípticas pueden parecer algo normal, por algo estamos en pleno siglo 21. Se dirá usted que ya se han debido inventar todas.
- Yo no me digo nada, caballero. De hecho, hace tiempo que no me hablo.
- Pues entonces se lo aclaro yo: esta es completamente inusual. Y aún la encontrará más fantástica cuando le cuente en qué consiste.
- Pues cuente, cuente. Me tiene usted en ascuas -dijo Mario sin disimular su escepticismo.
- Pues verá, el arma tiene dos variantes -explicó el inventor mostrando un esquema dibujado a lápiz sobre una servilleta de papel- si coloca usted el interruptor en esta posición, al detonar, el enemigo se convierte en pizzas de cuatro quesos.
- ¿Pizzas de cuatro quesos?
- Sí señor, como lo oye, se acabó el hambre en el mundo. A la que haya cuatro guerras seguidas, se compra usted un par de motos, se monta una franquicia de Pizza Hutt, y a repartir pizzas por doquier... y a un coste ridículo!
- Debo admitir que no suena mal. ¿pero no sabrán a cuerno quemado?
- ¿Cuerno quemado? Mire usted, el otro día se me fue la olla y convertí a mi suegra en una cuatro estaciones. Y debo comunicarle con orgullo que estaba divina. Creo que, por primera vez en mi vida, disfruté de su presencia durante el almuerzo.
- Ya... ¿Y la otra posición del botón para qué sirve?
- Muy sencillo, cuando se hace una guerra, esta no es contra civiles, sino contra militares. Si se detona el arma cerca del enemigo con el interruptor en esta posición, todos los rangos de su ejército cambiarán automáticamente. Los generales serán degradados a soldados rasos, y los soldados ascendidos a generales.
- Vaya, qué curioso... ¿Y cuál es el benefício?
- ¿No lo entiende? En lugar de un general enviando a la guerra a miles de soldados, habría un único soldado a la orden de miles de generales. Ya se imagina usted el lio. El pobre soldado, o acabaría suicidándose, o revelándose y probablemente desertando; y los miles de generales, o bien se matarían entre ellos para conseguir el poder, o bien se irían a casa a cenar porque ya no tendrían a nadie a quien enviar a la lucha.
- Interesante, pero lamento decirle que ya hemos llenado unas cuantas solicitudes de patentes parecidas.
- ¿Qué me dice? ¿es eso cierto? ¿y porqué ninguna se ha hecho realidad?
- Pues mire, para empezar, porque a nadie le interesa acabar con el hambre en el mundo; esa es la forma que utilizan unos pocos para controlar a muchos. Mientras haya regiones ricas en minerales, diamantes y energía, a una minoria le interesa que la mayoría que las ocupa, se preocupe sólo de poder sobrevivir cada día, de comer, y no de si les están robando el patrimonio. Es triste pero es así.
Y, por otra parte, si usted fuera un general ¿invertiría capital en desarrollar un artilugio que pudiera acabar con su carrera militar? Porque, ¿y si resulta que estalla cerca de usted?
- Hombre, visto así.
- Pues venga, déjese de armas de destrucción masiva y vaya a inventar un reality show, o penes de latex con movimiento gusano, que eso sí que tiene salida...

sábado, mayo 28

 
mi despiste.
Últimamente, mi despiste se está convirtiendo en algo más que un inconveniente. Hoy, sin ir más lejos, me he dejado en casa la cara de ir en autobús. Y, a las 7, todo el mundo me miraba y no sabía qué hacer, si devolverme la sonrisa, o mirar al suelo. No se fiaban. Era como si se me hubiera ocurrido ir en bata y zapatillas con el maletín en la mano; simplemente, nada encajaba en ese lugar. y menos mi cara. Supongo que al verme sonriente, pensaban que querría pedirles algo, todos se apartaban intentando no tocarme; creaban una burbuja invisible de aire a mi alrededor, como un bunker. Espero no olvidarme nunca la cara de mala leche que uso en la oficina, o ese día me voy a comer todos los marrones.

jueves, mayo 26

 
Soy un huevo kinder.
Me besas, me hueles, me lames, me saboreas y me comes. Luego, me abres para arrancarme el alma y juegas con mis piezas.

miércoles, mayo 25

 
Clasificaciones.
Hay personas que te duermen; hagan lo que hagan, son incapaces de conseguir mantenerte con los ojos abiertos. Hay otras que te despiertan aunque se disfracen de piedra en el desierto. Esta es una clasificación como cualquier otra. Y es el único aliciente que tiene ir a los supermercados: clasificar personas.
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¡riiiiiiiiinnnnnggggg!
- Hola.
- Hola, soy YO.
- Hola, YO. Hacía tiempo que no hablaba con YO mismo.
- ¡Tonto! ¡no me enredes, que tengo prisa!
- Perdona. Como yo nunca tengo nada que hacer...
- Aaaay, ¡calla y escucha! No he podido ir a comprar y no tengo gaseosa para la cena, ¿podrías pasar tú por el super en un momento, cuando vuelvas de la oficina? Ya sabes que yo, sin casera...
- Ya te vale. No te preocupes, sí que puedo. ¿Necesitamos algo más?
- Compra pan... ah, y mañana es el cumpleaños de tu hijo, ¿porqué no aprovechas y te haces con unos caramelitos para que los reparta en clase?
- unos caramelitos... qué clásico, ¿no?... ¿y porqué no unos preservativos?
- ¡¡¡¡Porque tiene 7 años!!!!!
- Pero algún día habrá que empezar a contarles lo que es la vid...- me colgó sin dejarme terminar. Siempre lo hace cuando me sale la vena chistosa; bueno, ella la llama "tocagüevos", pero yo creo que es sólo una cuestión de matices.
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Lo único bueno de los encargos de última hora es que son breves. Ojalá pudiera decirse lo mismo de los matrimonios.
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Finalmente, hoy he salido a las quinientas, para variar; y sin pasta. Así que he decidido cambiar el caprabo por el supermercado de la esquina.
Y mientras buscaba las gaseosas en las estanterias de los refrescos (¿¿¿o estarán con el vino???, yo las pondría ahí) me distraía mirando a la gente y ordenándola. Las clasifico en si follan o no. Las que follan sonrien; las que no follan, no.
Las que sonríen con timidez, son las que follarían pero no se atreven a probarlo.
Luego están las monjas, que siempre sonrien... y creo que son una excepción (o se pasan el día follando con dios, que me han dicho que es brad pitt). Los guardia jurados, que nunca sonrien pero están cachas y parece que deberían tener éxito, deben ser otra excepción (a no ser que eso de guardiajurar ponga el cuerpo de tan mala leche que ni follando le entren a uno ganas de sonreir). Y, para finalizar, está el perro de mi hermana, que sonrie moviendo la cola y saltando a tu alrededor (algo que siempre he admirado; yo soy de los que no puede andar y comer chicle al mismo tiempo), aunque no ha tenido la oportunidad, todavia, de demostrar sus habilidades reproductoras. Será otra excepción; o que esta clasificación sólo aplica a animales "racionales".
A las cajeras de las grandes superfícies, hasta hoy, las clasificaba en las que lanzan las cosas al final de la cinta, para hacer montañitas y oir los gritos de las patatas fritas al morir aplastadas bajo la opresión de las garrafas de Font-Vella; o en las que ordenan y separan los artículos: lo que es frágil, fuera de la cinta; lo que no, en su bolsa. Amo con locura a estas últimas, de corazón, con toda mi alma.
Hoy, se me han desmontado las clasificaciones con una cajera nada habitual, de las que saluda mirando a los ojos, de las de pendientes en la ceja y pantalones con bajos cortados a tijera; de las que separan la compra a quien quieren, y acumulan montañas de los lamentos a quien no. Era como una trapecista de circo que estuviera de vacaciones, pasando una temporadita disfrazada de persona con trabajo corriente. Que a todo el mundo le viene bien un kit-kat de vez en cuando, que saltar sin red es muy cansado.
Y entre sonrisa y sonrisa, me sacó la lengua justo cuando me iba; y accionó una palanca en forma de piercing con reflejos plateados, que hizo saltar por los aires todos los resortes de la coraza que acostumbra a proteger mi corazón.
Cuando pagaba, dejé el móvil junto a la tarjeta, por si se le cruzaban los cables, anotaba el número y un día me llamaba. Pero me temo que va a ser que no.

martes, mayo 24

 
Lo malo de suicidarse a lo bonzo es que te quedas sin pestañas.

con lo que adornan...

lunes, mayo 23

 
Darwin
Tiene todo un universo navegando en el mar azul de sus pupilas; tiene todo lo que necesita tras unos labios que se abren camino al hablar. Sobre esas mejillas, vestidas de satén sin cremallera; arropando una lengua sin trapo; y esa nariz que es la envídia de la estrella polar, siempre señalando al norte.
Una sonrisa es todo lo que necesita para vencerme.
Ayer coincidimos de nuevo en el bosque. Ella, yo, y unos rizos que jugaban a ratos con mis hombros, a ratos con mi sombra, con los troncos de los árboles que velaban el camino. Se ondulaban a merced de una brisa extraña, cargada de deseo y sabor a tierra mojada , ese que precede a las tormentas de verano.
Entre jadeo y jadeo, charlamos del tiempo, de las prisas, de los hijos, de lo bien que sienta olvidarse de todo y encerrarse un ratito en uno mismo; divagamos también sobre viajes imposibles. Y sobre Darwin y el amor.
- El amor es como la naturaleza, selecciona a los más fuertes y elimina a los débiles.
- ¿Sí? -yo y mi gran capacidad pulmonar.
- Sí, sólo los más fuertes sobreviven el amor. Esos son los únicos que se atreven a seguirse enamorando, en cambio, los débiles desisten, se cierran, se alejan y nunca más aman de nuevo.
- Esa teoría hace aguas por todas partes, ¿sabes? -me detuve, no podía seguir corriendo y hablando.
- ¿A sí? - dijo ella inclinándose y apoyando las manos sobre las rodillas.
- Sí. Mira, resulta que yo soy de los débiles: siempre pierdo, siempre me cierro y me alejo, pero sigo enamorándome, no puedo evitarlo.
Levantó la mirada y dijo jadeando:
- Igual no eres tan debil como piensas.
- ¿Y tú? ¿eres fuerte o debil?
- ¿Eso importa? Basta ya de tonterías, vamos a perder el ritmo. ¡Venga!

domingo, mayo 22

 
El punto g.
el punto g es como dios. Muchos creen que existe, pero la mayoría sólo lo ha visto dibujado en algún libro. De los pocos que han creido alcanzarlo, hay bastantes que no están seguros de haberlo encontrado...
Si es que esto no es serio: no tiene ni una triste cruz que lo marque. Y en los gps no aparece!!!!
Así, es que es imposible...

viernes, mayo 20

 
Llevaba unos días...
Llevaba unos días preocupado, no podía quitarmelo de la cabeza, hasta que esta mañana he encontrado la solución. Lo que me inquietaba, era saber si en este mundo habrá alguien que folle menos que yo.
Después de darle bastantes vueltas al tema, no sólo he encontrado a alguien, ¡¡he encontrado a billones!!
Mi abuela dice que, por muy jodido que estés, si buscas, tarde o temprano darás con alguien que esté peor que tú. Y es cierto. Encontrar a uno, o a una, puede parecer relativamente facil. ¡Pero billones!, es casi un milagro... y un consuelo (mal de muchos...).
Resulta que, los que follan menos que yo, son mis espermatozoides. De hecho, de los billones que habrán salido de por ahí, sólo dos han conseguido follar una sola vez. Y, mira por donde, ahora tienen 7 y 9 años... y un poco de mala leche, si no, que se lo cuenten a mi gato... pero eso es otra historia.
Llegados a este punto, debo admitir que quien busca consuelo en las desgracias ajenas y lo único que encuentra en peores condiciones que sí mismo, son seres unicelulares, debería consultar con su médico de cabecera.
¿Dónde habré puesto el teléfono?

jueves, mayo 19

 
Ví, ¡olé! t.
y esta noche, de nuevo,
dormiré al arrullo de la desesperanza
de las noches sin luna,
y de estrellas ciegas sin la luz del sol.
Y soñaré que nadie más se abraza el timón de tu barca,
ni surcan lenguas de gato las olas de tu mar,
ni que yo aprieto menos que lo que abarco,
ni que me mata el café de tu aliento,
el azucar de tu hombro,
y la sal de tu sereno mirar.

Quién sabe dónde estaremos mañana,
ni qué planes devendrán barquitos de papel,
navegando sin rumbo por arroyos de lágrimas,
entre destellos rotos, en rios de deseo calé.
Quien sabe cuánto vivirá en las piedras del camino
el reflejo de nuestras sonrisas comiendose a besos.
Quien sabe cuándo morirá, en las briznas de hierba,
el embrujo que un día nos condenó a querernos.

martes, mayo 17

 
Los tres errores...
Ayer me aburría, y me dio por ordenar el trastero. Entre comics de spiderman y de la patrulla X (a 35 pts !!!); ediciones de bolsillo de Groucho Marx y Woody Allen; Vinilos de deep purple, psychedelic furs, mike oldfield, talking heads y china crisis; un album de cromos del cuerpo humano, de Bimbo; pistas oxidadas de un scalextric desencajado; un tubo pequeño y seco de pegamento y medio; un bolígrafo bic naranja, de punta fina; una armónica con sabor a rancio y palanca de sostenidos rebelde y atascada; una caja de madera llena de arenilla, que en otros tiempos fueron mis dientes de leche; una guitarra sin cuerdas, un montón de fotos en sepia de familiares que nunca conocí y un puñado de monedas oxidadas en un tarro de porcelana; encontré una carta cerrada.
La escribí yo mismo en 1982, el año en que cumplí los 18. En el sobre puse: "ábreme cuando seas viejo". Sí, yo hacía esas pequeñas gilipolleces, ahora las suelo hacer mayores. Recuerdo vagamente que en ella describía cómo esperaba verme a los cuarenta, por aquel entonces me parecía algo tan lejano; estaba convencido de que moriría mucho antes, jovencito, como James Dean; de hecho calculaba que en el año 2000 iba a rondar los 36, y eso me sonaba ya a una madurez deslustrada y aburrida, casi insoportable, de las de barriga, calva, trabajo de 9 a 5 y traje de lana gris.
Al amparo de esa falsa sensación de seguridad que regalan los últimos días de la adolescencia, estaba convencido de que mi vida no iba a ser como la de mis padres. Me fuera como me fuera, yo siempre iba a hacer lo que quisiera, no lo más conveniente, ni lo más razonable. Nadie me obligaría a hacer nada que no me gustara, ni siquiera por dinero; ya que como todo el mundo sabe, no da la felicidad. Recuerdo que no estaba muy seguro de qué quería ser de mayor, pero sí sabía en qué no quería convertirme, yo había nacido para ser libre y pasar por este mundo sin ataduras. Y también sé que amaba con locura a aquella peliroja pecosa de ojos verdes que hoy es mi mujer, y pensaba que siempre sería así. Creía que el amor y el deseo eran eternos, y que la infidelidad era un recurso facil que algunos guionistas mediocres de hollywood utilizaban cuando andaban escasos de ideas. Igual que la infelicidad, las depresiones, el dolor de cabeza, las enfermedades, el alcohol, los suicidios, los psiquiatras, la muerte y la rutina. Esas cosas no existían en mi pompa de jabón. Yo, y todo lo que me rodeaba, éramos perfectos.
La he vuelto a colocar entre los comics, no me atrevo a abrirla. Me temo que cualquier parecido con la realidad va a ser pura concidencia.
Los tres errores:
Primer error: comenzar, por enésima vez, lo que sé que no voy a acabar. Tiendo a convertir el aburrimiento en un pretexto para hacer lo que no debo; en una licencia para matar(me). Ordenar el pasado no es un pasatiempo, ni alivia el tedio, simplemente lo atonta por unos instantes; y luego, con la resaca, viene lo peor.
Segundo error: guardar documentos crudos. Los papeles siempre hay que cocinarlos, congelarlos, ahumarlos o salarlos. Las cosas que se guardan sin preparar acaban oliendo mal, y esconderlas con la esperanza de no encontrarlas es inútil. Son ellas las que te acaban encontrando a tí.
Tercer error: Negarme a admitir lo evidente: que ahora no sé qué hacer. Romper la carta no serviría para nada, sólo me haría sentir flojo y cobarde, por no atreverme a mirar mi vida con los ojos críticos de un adolescente. Leerla tampoco cambiaría el presente, sólo lo haría un poquito más insoportable y jodido. Ignorarla ya será imposible.
A ver si piensas un poquito antes de enviarte cartas a tí mismo, bonito.

sábado, mayo 14

 
Pongamos que hablo...
Cuando dos amigos juegan a cruzar sus vidas para luego volver a separarse, los dedos juegan a hablar sin escribir, a acariciar cada arruga, cada rincón del alma, como los rios la montaña. Y la nostalgia juega a cambiar las letras de las canciones, como el viento cambia el paisaje del bosque. Así, cuando suenan cerca, nos devuelven la ilusión, y el día que tuvimos la suerte de encontrar (cuando aprendamos a coser la ilusión al dobladillo del pantalón, otro gallo nos cantará).

Allá donde se cruzan los destinos,
los dedos hablan sin escribir;
las almas caminan haciendo ruido,
...
Soñando entre cantos de sirenas,
y el llanto oscuro de un gato gris;
sonrisas rubias y morenas,
...
Jugando a ser dragones y princesas,
cuando nos dió por construir,
castillos con almohadas de tristeza,
...
Queriendo convertirnos en esponjas,
y así absorver la noche gris.
Cubriendonos la vida con la colcha,
...
El sol nos despide desolado,
ante un taxista parlanchín.
tres miradas, dos besos y un te llamo,
pongamos que hablo de Madrid.

martes, mayo 10

 
Me voy... pero volveré (creo)
Allá donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir, donde regresa siempre el fugitivo...
Donde el deseo viaja en ascensores, un agujero queda para él, que se dejo la vida en sus rincones...
Las niñas ya no quieren ser princesas, y a los niños les da por perseguir el mar dentro de un vaso de ginebra...
Los pájaros visitan al psiquiatra, las estrellas se olvidan de salir, la muerte viaja en ambulancias blancas...
El sol es una estufa de butano, la vida un metro a punto de partir, hay una jeringuilla en el lavabo...

Me encanta ese sitio, sus guitarras en las esquinas, sus aceras abarrotadas de poetas, el sol que se cuelga de los balcones y el enorme corazón de sus moradores.

lunes, mayo 9

 
Y si
Y si algún día consigo convertir las hormonas en neuronas...

viernes, mayo 6

 
Ramón.
sé que soy un poco quisquilloso, no puedo evitarlo. Me gusta que las puertas enrasen y los cajones encajen. Nadie es perfecto, y menos yo, pero los muebles y los recuerdos deben serlo.
Hoy un cajón del armario no se dejaba cerrar, hacía como efecto muelle, así que he decidido sacarlo. Detrás he encontrado unos calzoncillos dos tallas mayores, puede que mi mujer tenga un amante algo gordito que además sea despistado; un pañuelo de algodón de color azul con un marco rojo, yo y mi manía de no tirar los regalos de cumpleaños de mi abuela; una corbata de seda manchada de carmín, puede que deba cuidar quien se limpia los morros con mis prendas; y al fondo, hecho un ovillo, he encontrado a mi amigo Ramón; estaba encogido, sin moverse, casi sin respirar.
Hacía de tiempo que no sabía nada de él, qué alegria! Aún recuerdo la última vez que lo ví, fué en el parque de atracciones del tibidabo, una calurosa tarde de agosto, llena de sol pero vacía de luz.
Años antes, Ramón marcó la etapa azul de mi vida, la que nunca soñó Picasso. A su lado todo era psicotropia pura, era erótica desesperada de unos veinteañeros salidos. Eran perfiles de arañas con cuernos; era blanco sobre negro (Ramón es corazón de milkibar recubierto de puro cacao); eran excuriones a lo inesperado y lágrimas de cocodrilo en las esquinas del corazón, ébrios y agarrados con los dientes a las farolas del presente.
Cogidos de la mano descubrimos las américas, San francisco y las sonrisas verticales de las mujeres platino. Michigan y los ciclomotores que corrían por pistas de agua dulce. Detroit y los coágulos de sangre podrida que adornaban sus semáforos.
La última vez que me llamó Ramón, me convenció para que lo acompañara al tibidabo:
- Tienes que venir, he conocido a una chica increible, mataría por ella, es una pasada, creo que me voy a casar. Si vienes te la presentaré, te encantará.
Y fuí, no me hacía mucha gracia, porque me sentía un poco "vela", pero fui. Por verlo feliz hubiera ido al fin del mundo.
Y sin saber cómo, nos encontramos los tres en la cola del mismísimo pasaje del terror. Se llamaba nosequé de frediekrugger... era como el tren de la bruja-escoba, pero en moderno... Y esa fue la última vez que supe de Ramón, mientras la niña del exorcista aparentaba levitar en una habitación oscura, su novia y yo vimos como él echaba a correr como alma que persigue el diablo.
- Ramón!!! vuelveeeeeee -gritaba ella- Ramón... cabrón!!!!! Vuelveeee!!!!! No me dejes aquiiiiiiii, con este gilipollas y esta hijaputaaaaaaaaaa!!!!!!
Pero Ramón no volvió.

Nunca supe de él hasta hoy. Me ha preguntado si ya se había ido la del camisón que giraba la cabeza. Le he dicho que sí, y que la otra también. Me ha confesado que necesitaba comer pizza pepperoni en downtown chicago, que llevaba demasiado tiempo en ayunas y que cogería el tranvia. No me he atrevido a contrariarle. Hemos rescatado unas bud del congelador, unas chanclas del olvido, unos pantalones cortos con palmeras de todo a cien y nos hemos ido a vivir a muerte, que son tres días.

 
Llevo tanto tiempo luchando que ya no sé qué significa vivir.

jueves, mayo 5

 
últimamente...
últimamente anda con la mirada traviesa de la barquera que endulza la espera; con respiración entrecortada, de la de trocear vidas con dedos de yunque; con sofocones a flor de piel; con la sonrisa ancha, y vistas al cielo de su boca.
Si coincidimos en la caja del restaurante, en la oficina, me mira con cara de pena para que la deje pasar, y yo siempre pico. No porque sea un caballero (que no lo soy), sino porque me encanta el tintineo de su voz cuando da las gracias. El embarazo es cada día más evidente. Por la convexez (nueva palabra) creciente que envuelve su ombligo, y por el tono agridulce y encendido de sus mejillas, como los conciertos de jazz en verano. Resopla y mira desafiante con cara de mala leche, se puede leer lo que piensa: "sí, estoy gorda, pero lo mio se pasa en unos meses, lo tuyo es genético, capullo".
Sigue con su manía de las camisetas ceñidas y las sombras de ojos verde chillón, que asustarían a un loro y no pegan con nada. Y es que hay cosas que ni las hormonas pueden cambiar.
Creo que sabe que me embobo mirándola.
Cuando espera en la cola, tira los hombros hacia atrás y se le levantan las tetas, que ahora son imponentes. Me mira por el rabillo del ojo y yo, invariablemente, desvio la mirada, pero no por mucho tiempo porque mis pupilas hace tiempo que decidieron vivir su vida y ejercen su derecho a ir a donde les da la real gana. Sin pedir permiso, a su bola, vuelven a perderse bailando con sus labios; jugando a escalar su escote; contemplando como acaricia con el pulgar la bandeja metálica, el billete azul, el yogur desnatado del postre. Yo me dejo llevar, hasta que mis ojos se clavan de nuevo en su mirada, y la suya en mis pupilas.
Me embobo mirándola y lo sabe.
Supongo que ha sido por eso que, esta mañana, cuando nos hemos cruzado en el pasillo no ha podido evitar vomitarme encima. Literalmente. No sé si ha sido alegría o alergia (es que ahora que me miro en el espejo tengo un poco como... ¿cara de ácaro?), pero seguro que ha sido el inicio de algo inolvidable. Y así, mientras empleaba índice y pulgar como pinzas para pescar mi libreta de entre algo que parecían cereales con colacao (si desayunara bocadillos de chorizo, como yo, seguro que no le pasaban estas cosas) me ha dicho que lo sentía mucho, que no sabía qué había sido, que le había venido sin avisar, que resulta que estaba embarazada, que vaya estropicio, que cómo podría compensarme...
Le iba a sugerir como, pero el escenario no me ha parecido muy romántico ...

domingo, mayo 1

 
Me he convertido
Me he convertido en una cita sin título. En un espacio anónimo y vacío dentro de una agenda sin tapas. En un renglón en blanco sobre un papel a cuadros que alguien arrancó, con prisas, a una libreta. Espero impaciente a que llegue mi hora. Tarda siglos, me desespero. Cuando llega, desaparece antes de que me haya dado cuenta, sin despedirse, sin un roce, sin un beso. Y ya no soy cita sin título, ni espacio vacío, ni renglón en blanco. Sólo soy un recuerdo.

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