sábado, febrero 28

 
Felicidad.
Un té rojo, un piano y el vals de Amelie Poulain. A eso sabe la felicidad.
Follar, ya sería la ostia.

miércoles, febrero 25

 
Me pregunto si no me estaré convirtiendo en un esteta de las siluetas, las poses y los modelitos. Me explico, hoy me habré enamorado como veinticinco veces. Y siempre ha sido de una silueta, de una pose o de un modelito. Ya sé que, normalmente, no follar te vuelve romántico, pero no tanto. Igual es por el influjo de la primavera, que ya empieza a dar sus primeros pasos. Qué monada, lo que me faltaba: la primavera. Que creo que me produce una especie de alergia porque, sin pretender ser específico ni entrar en detalles, noto que partes de mi cuerpo se ponen duras. Como rígidas. Y debe ser algo así como alergia a la primavera. Seguro.

martes, febrero 24

 
Anoche
A veces sueño despierto. No son sueños en color, ni en blanco y negro. Son sueños con sabor. Intenso, dulce y excitante. Como un té aderezado con canela. Como las caricias que dibujas en el aire y nunca llegan a rozarme. En la distancia que la noche imprime a los corazones. Como los besos que lanzamos esperanzados, aún sabiendo que no llegarán a alcanzar ningún labio. Intensos, dulces y excitantes. Como el sueño, de un insomne.



jueves, febrero 19

 
Hoy he coincidido en la máquina del café con un grupo de señores muy trajeados y formalitos. Volvían la cabeza observando a su alrededor, no por ver, sino por saber quien les miraba. Hablaban en voz alta y se reian a carcajadas, con aire de superioridad, como si sólo ellos pudieran llevar conversaciones tan interesantes y divertidas. No ha sido por el traje de Armani, ni por los mocasines caros, ni por la gomina en el pelo. Pero he sentido una especie de decepción. No me han caido mal, pero tampoco bien. No sé cómo explicarlo. Me ha parecido ver la viva estampa de los hombres que creen poder dominar el mundo. Sustraerse a su propia naturaleza animal y vencer a las fuerzas del destino. Qué arrogancia. Y qué ceguera también con respecto a lo poco civilizado de sus propias maneras de vivir, de amar, de reproducirse, o de morir. A veces creemos que podemos saborear la miel sin compartir el destino de las abejas, que al fin y al cabo es simplemente perpetuar la especie. Sin mayor censura ni menor elogio. Nacer, reproducirse y morir. Porque no somos más que pobres abejas. Animales destinados a llevar a cabo la sencillísima misión de perpetuar su especie, para después morir. Con o sin traje de Armani. Y esto me recuerda que hace tanto que no me reproduzco, que al final moriré, pero en el intento. Cualquier día me aostian. Ya vereis.

domingo, febrero 15

 
Llamas insistentemente a la puerta. Abro y me atraviesa tu mirada. Hay sonrisas que lo dicen todo. Buscas cualquier pretexto para entrar en casa. Me encanta cómo te tiembla la barbilla al fabricar excusas. Y ver cómo se desliza tu cuerpo por el corredor, parece bailar con las sombras, con los cuadros que lo habitan permanentemente. Te detienes en el salón, y el arqueo de tus cejas me interroga. Me arropas con un brazo. El otro te desabrocha los botones de la camisa dejando ver los encajes de tu ropa interior. Mis dedos se pierden en tu espalda. Nuestros labios se saborean. Siento el palpitar de tu aliento. Del deseo. En torno a ti. Te tumbo en el suelo. Y entonces me despierto.
Ya no follo ni en sueños. Habrá que joderse.

martes, febrero 10

 
Raro
Últimamente tengo un caracter raro. De los de llevar la contraria. Si alguien ve blanco: yo lo veo todo negro. Si se me acercan, me alejo. Si me gritan, me hago el sordo. Si me quieren acariciar, saco las uñas. Tengo un caracter tan raro que incluso me cuesta entenderme a mí mismo: cuando lo intento, me cierro en banda. Creo sinceramente que no me comprende ni dios. O que si me entiende, será un santo. Vamos, que dios se está ganado el cielo conmigo.

viernes, febrero 6

 
Dicen que en el momento de morir uno vuelve a ver toda su vida (quien dijo eso, sin duda era un sádico, porque bastante mal debe ponerse uno con lo que se le viene encima, como para pensar en revivir toda una vida).
Supongo que lo que más asusta de morir, es dejar aquí a toda tu gente querida y no volverla a ver nunca más. Porque imagino que sientes que realmente eres tú quien los pierde para siempre, y no ellos a ti. Y que además, todo es por tu culpa.
Es una forma más de convertir algo tan natural como la muerte en un instante fatal.
PD: espero no olvidar volver la cabeza, para ver la cara que ponen.


martes, febrero 3

 
Una vez, una amiga me regaló un ramo de flores de lavanda recortadas en papel. Me encantaba olerlo, era como lavarse la cara con agua fresca. Pero lo que realmente me fascinaba era el tono azul de la tinta con que lo había coloreado. Era una tinta peleona, que maculaba de azul índigo todo lo que tocaba. Al menor roce. Yo siempre llevaba alguna mancha encima. Y hoy me ha venido este recuerdo a la cabeza, porque tocaba (tal día como hoy, hace 9 años que mi amiga murió. Y creo que sus recuerdos por fín empiezan a no morderme por dentro. Y no sé si eso es bueno o es malo. Pero es así), y porque hace tiempo que nadie me regala nada que manche. Y es una pena que se pierdan costumbres tan buenas, la verdad.



"Dices que el rio, encuentra el camino al mar, y como el rio vendrás a mí. Más allá de las fronteras y de las tierras áridas. Dices que como el rio, como el rio, el amor vendrá. El amor. Y no sé cómo rezar más. Y en el amor, no sé cómo confiar más. Y que el amor ya no sé esperar."


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