martes, diciembre 29

 
Los hospitales acostumbran a ubicarse lejos de las ciudades, rodeados de campos, de rastrojos secos y de cornejas hambrientas. Este no, este está en pleno centro. Siempre que se abre la puerta de un hospital ante mi boca, me contraigo en el mismo vestíbulo. El aire enclaustrado contiene mil millones de moléculas, y ninguna sabe a vida. A desinfectante sí, que es exactamente un antónimo de vida. O debería serlo. Las personas hablan en voz baja, los médicos pasean su arrogancia enfundados en zapatos anatómicos y ojeando informes. Y siempre hay alguien que agita unos crisantemos blancos. O un periòdico de ayer. Y todo eso junto, me produce nauseas. Yo vengo sólo por unas radiografias, pero la sala de espera está repleta. Voy a pasarme aquí años. Entra un niño en una camilla. Es niño sólo en el tamaño, y porque sus padres lo siguen protegiendo, uno a cada lado de la camilla. Entra un joven con el síndrome de down. Empieza a hablar con todos los que esperamos. Es un solazo, una sonrisa prendida en un trozo de hielo. Se detiene junto a la camilla. Le pregunta si quiere jugar con él. El niño tumbado le dice que no puede andar, tiene una enfermedad desde los 7 años que le corrompe los huesos. Él se lo mira de pie y le pregunta si lo puede abrazar. Desde la camilla, el otro asiente, y se abrazan como no había visto nunca a nadie abrazarse. Su madre rompe a llorar. Su padre maldice a los retrasados. Yo rompo a llorar. Cuando sea mayor, quiero tener el sindrome de down.

lunes, diciembre 21

 
El universo se formó hace catorce mil millones de años. A veces, no sé porqué, me creo todo lo que leo. Pero no creo en todo lo que siento. Y me empieza a preocupar.
El viento sopla por las rendijas de las ventanas. A través de la del salón se ve caer una lluvia rala en el callejón, y el centelleo de un televisor en la casa de enfrente. Es la casa de un hombre mayor que parece vivir solo, es lo único que sé. A veces coincidimos en el contenedor, clasificando basura. Nos saludamos por compromiso y punto. Espero que no haya muerto sentado frente al televisor y lo descubra un cobrador impaciente. Quizás mañana me pase a verle, para saber si está bien.
Me asomo al balcón. Respiro aire fresco y oscuro. Miro al cielo. Y al universo que se formó hace catorce mil millones de años.

miércoles, diciembre 16

 
Dante lo describió como un embudo incrustado en el centro de la tierra. Hobbes como la oscuridad de la ignorancia. Sartre como todos los que te rodean. Pero se equivocaban: el infierno es Nuremberg en pleno Diciembre. No me siento las piernas. Ninguna de las tres. Qué frio. Y no exagero. Con decir que la castañera tiene página web, está todo dicho:



domingo, diciembre 13

 
A veces me narcotizo. Me sedo haciendo cosas. Me adormezco en mi propia vida. Cuando salgo a correr y se me congelan las puntas de los dedos. Cuando cocino con la música a toda pastilla. Cuando leo. Cuando me preparo un té. Cuando bebo una cerveza. Cuando voy a un concierto. Creo que sólo intento una vez más, sin éxito: calmar. Aplacar. Sosegar. Adormecer. Mi vida.


lunes, diciembre 7

 
Porque para morir, antes hay que estar vivo.
Empiezo cada día con una especie de ceremonia. Con pájaros, con campanas, con sirenas de ambulancias, con los timbres de las fábricas cercanas, con bocinas y con gritos. Una ceremonia que se prolonga y perpetua, incansable, interminable. Como una cascada. Cayendo eternamente sobre las mismas rocas. Las rocas de mis ojos. La cuenca de mi piel. Y de todos mis sentidos. Me empieza a costar despertar cada día. Porque para morir, antes hay que estar vivo.

jueves, diciembre 3

 
Una propuesta genial
de mi querida Lola Gracia:

http://lola-gracia.blogspot.com/2009/12/plan-b.html

Y si cuela, el año que viene les pedimos que repartan el 10% de lo que chorizan a los contribuyentes.

martes, diciembre 1

 
En la universidad tuve un profesor que era un enamorado de la topologia. O mejor dicho, de una de sus disciplinas. Que ya tiene delito estar enamorado de la topologia, como para además ser exigente.
La teoria de los nudos, en su día, era una disciplina matemática compleja que se dedicaba a explicar cosas simples de la vida. Cuando se tira del hilo de un ovillo enmarañado, a veces se enreda y a veces se deshace de golpe, como por arte de magia. Los ovillos son como la vida: pequeños gestos pueden tener grandes consecuencias a veces. Y otras no. El día que encuentre la fórmula matemática que explique mi vida, yo también me enamoraré de la topología. Especialmente si tiene las piernas largas.


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