miércoles, enero 31

 
He dado a luz un hermoso y lustroso cactus. Ha sido un parto algo complicado y doloroso; la comadrona insistía en que venía de culo mientras me clavaba los codos en la tripa; además, como soy así de chulo, me he negado a que me pusieran la epidural. El problema ahora mismo no es tanto que me tiren los puntos, es más bien el tema de la lactancia el que llevo fatal. He intentado darle el pecho y me salen estrías. Qué digo estrias: es cogerlo y sangro como un cerdo. Pero compensa, porque cuando erupta y se queda dormidito en la cuna, parece un angelito, incluso diría que me sonrie feliz. Entonces se me quitan todos los males, y me entran hasta ganas de tener otro. Eso sí, la próxima vez creo que seré más sensato y me follaré a un ficus.

martes, enero 30

 
Algunos días como hoy, cuando la vida y el trabajo se han pasado de rosca agobiándome. Mi jefe me mira por encima del hombro. La rubia bombón que se sienta a mi derecha, pasa la mañana columpiándose en la esquina de la mesa, contándome sus inauditas aventuras sexuales. El café sabe tan dulce que se me atraganta. El desayuno se atasca en la máquina y yo me quiero morir cuando todos clavan su mirada en mi cogote mientras intento rescatarlo...
Paso de comer y me meto de cabeza en el vestuario. Me desnudo, con la señora de la limpieza repasando el cristal, y empiezo una especie de ritual. Tobillera, calcetines, mallas, camiseta, zapatillas y guantes. Cierro la puerta de la taquilla, y sin mirar, me lanzo inmediatamente a correr, por el pasillo atestado de bandejas que me miran mal. Luego por el camino asfaltado. Finalmente, por la montaña. Y seguiría así hasta darme de bruces con el Atlántico, como Forrest Gump. Pero supongo que soy mucho más imbécil, y me dan unos ataques alérgicos de responsabilidad. Y me doy la vuelta antes de llegar a oler a mar.
Últimamente me duelen las rodillas. Pero si no fuera por estos momentos, no sé qué sería de mí. Ni de la vida sexual de la rubia bombón. Ni de mi hombro, o de la mirada de mi jefe. Ni de la sonrisa de la señora de la limpieza. Ni del trabajo pasado de rosca. Ni de la vida. En fín. Que no sé qué sería.

sábado, enero 27

 
Camino por una calle estrecha, alumbrada en naranja por unas tristes farolas de gas. Los irregulares adoquines me obligan a torcer los tobillos al caminar. Nunca me acostumbraré a llevar este tacón tan fino; me va a matar. El frío se cuela entre las rendijas de las medias; son de seda china, de color negro; con la costura en la pantorrilla. Me obsesiona mantenerla siempre perfectamente recta y no dejo de mirarme por detrás. Creo que, con el frio que hace, de un momento a otro mis piernas se volverán de cristal y caerán hechas mil pedazos. Mientras, escucho el eco de mis pasos, como si un caballo somnoliento cruzara marcando ritmo con herraduras de acero la noche londinense. El barrio está desierto y un murciélago revolotea entre las luces y mi cabeza. Busca algo que llevarse a la boca. Igual que mis clientes. Hoy me he puesto un vistoso sombrero rojo de plumas, un vestido ceñido de color negro y un chal que me regaló alguien de quien olvidé el nombre. Quizás fué mi padre. Las hojas secas giran en el suelo, se mezclan con las colillas y yo piso por encima, como otros pasan por mi vida, camino hacia el río, en esta ciudad en blanco y negro, donde sólo las mujeres como yo tienen color. Rojo sombrero, en concreto. Mi papel en esta película está tan claro que me abro el escote y espero a que aparezca Jack el destripador. Me aclaro la garganta, por si hay que gritar.
THE END. Y en cuanto pasen los créditos sabré quien soy, de dónde vengo y a dónde voy. Incluso quién era el director. Me hace una ilusión...

jueves, enero 25

 
Cuando iba al colegio, me enseñaron que las historias constaban de una introducción, un clímax, un desenlace y una moraleja final. Luego, a base de ostias, vas aprendiendo que algunas sólo tienen moraleja final. Otras sólo desenlace. Y las hay que se quedan en un clímax perpetuo, generalmente las que se tienen con uno mismo. También están las que saltan directamente del principio a la moraleja final. Y las que nunca se desenlazan, por mucho que las ayudes con movimientos espasmódicos de punta-talón-cadera. Hay historias que tienen mil principios. Y otras que no tienen ni un triste final. Pero todas poseen una cosa en común, y es que nacen con la fecha de caducidad impresa en la tapa. Como las latas de atún, los postres uperisados pascual, o los yogourt danone; con distinto plazo de tiempo, pero todas caducan. Gran verdad que hoy me ha soplado una desconocida. Por fortuna, ya no lo es tanto. Y le debo una.

martes, enero 23

 
Colores de ciudad.
Me encanta mirar las nubes,
porque detrás siempre luce el sol.
Tras las entenas,
en los tejados,
imagino tus besos.
Tras las gruas,
el deseo.
Incluso en invierno.
LLueve,
y hace días que me pierdo
y doy vueltas,
como un pez,
clavado en un anzuelo.
Y me tiro en un rincón,
soñando con una muerte digna,
espero que nadie me vea
poner los labios
así:
como pez en la agonia.
Cuando no estás,
cae sobre mi alma
una especie de velo que
emborrona los colores.
El deseo, las pasiones.
Y veo la vida en blanco y negro.
En colores de ciudad.
Ni cabalgata de reyes,
ni caramelos en los zapatos
Ni una sola estrella fugaz.
Cuando te vas,
coloreo la ciudad,
y todo aparece como en
una película de cine mudo,
con subtítulos,
que nada tienen que ver
con la trama.
Y no tengo nada más
(inteligente)
que decir
Ni si me paras
en una esquina
y preguntas:
¿cómo estás?.
Madre grita desde la ventana,
supongo que es hora de cenar.
Pero nada me pasa.
Sin ti.
Ni el aceite,
ni la sal.
Nada,
Y subo las escaleras,
de dos en dos,
a la habitación de nunca jamás.
Me da miedo que un día
nos encerremos
en pompas de jabón
y que nos enganchemos
a sus cambios de color.
Y que nunca
salgamos de ellas.
Ni aunque nos pinchen.
LLueve y hace días que
me pierdo
y doy vueltas,
como un pez,
clavado en un anzuelo,
entre los colores de tu ciudad.

lunes, enero 22

 
Notición!
Bueno, en realidad son dos noticiones: uno bueno y otro buenísimo.
El bueno: los ángeles de la guarda resulta que tienen sexo.
El buenísimo: Voy a ser tito!!!!!!!!
Me hace una ilusión.

viernes, enero 19

 
Es ahora, tras el café de la mañana, cuando empiezo a interiorizar que todo ha terminado. Y aflora una terrible sensación de vacío en el estómago que parece imposible soportar. A veces me pregunto porqué, si tanto el princípio como el final son meros cambios de estado, el primero es tan excitante y el segundo tan tremendamente triste.
La conocí el 21 de diciembre. Fue pura casualidad, o quizás cosa del destino, como ocurre en las mejores historias de amor. Ella esperaba de pie tras el mostrador de aquella tienda de aparadores enormes y rótulo de neón azul. Me detuve y la observé, embobado, a través del cristal. Era una verdadera belleza: esbelta, morenaza, resalada. Incluso allí, inmóvil, parecía vérsela andar con ese garbo que rompe corazones al pasar. Fueron mis pies, no fui yo, los que me llevaron a su lado. La observé. Me miraba. Sin hablar nos lo dijimos todo en un instante. Olía a tarde de sol y sonrisas de fin de semana. Fue un flechazo de los que cupido enmarcaría y colgaría en la pared del salón.
Y aunque ha durado apenas cuatro semanas, sin duda, han sido las mejores de mi vida y no las cambiaría por nada. Cada roce, un baile. Cada cena, un viaje a las mil y una noches. Pero ayer todo terminó. Todo. Ayer, con lágrimas en los ojos, hicimos del último trozo de tripa, corazón. Ayer nos dijimos adios. Y al despedirnos, me miraba, temblando. Desolada, en los huesos. Pero qué buena estaba este año la paletilla de jamón, por dios.

jueves, enero 18

 
Ruego al visitante número 111,111...
...deje su huella aquí y cuente qué se siente al tener el flequillo de punta con la raya en medio...

miércoles, enero 17

 
Todas las mañanas, al despertar, necesito tomarme un buen rato para cargar en el cerebro las circunstancias que me rodean y ocupan. Como si yo mismo fuera un ordenador que arranca después de estar mucho tiempo desconectado, mi BIOS me dice que abra los ojos, apague el despertador y ponga los pies en el suelo. Al contacto con el frio de las baldosas, comienza el lento y tedioso proceso que supone irrumpir en este mundo, y que finaliza cuando consigo cruzar el umbral de la ducha. Es ya camino del baño, cuando inicio la carga de los programas necesarios, uno a uno: cómo me llamo; quien soy; qué hice ayer; qué debo hacer hoy; a qué se debe esta especie de peso que siento en el estómago, es como si hubiera engullido una bola de billar; mis miedos; las penas; las alegrías. En ocasiones se me cuelga el programa autoestima y como es un rollo reiniciar, intento pasar el resto del día lo más dignamente posible, disimulando. Otras, todo encaja a la perfección y funciono como un reloj: me siento ágil, atento, guapo, eficiente, dispuesto... Hoy creo que debería pasarme el antivirus, porque de un tiempo a esta parte, cuando se supone que todo tendría que estar ya en su sitio, me he chutado mi dosis de cafeina y me dispongo a procesar; mi sistema operativo se enzarza en una especie de subrutina en bucle cerrado que ocupa casi el 100% de mi CPU. No puedo dejar de pensar en ti. Y así, no hay quien rinda.

martes, enero 16

 
Llevo la de dios intentando escribir algo coherente. Algo que tenga un mínimo sentido. Me pongo a ello en cuanto las circunstancias me lo permiten, y empiezo con mucha ilusión. Pero en cuanto me paro un instante a releer lo escrito, invariablemente lo encuentro demasiado cursi, triste, soso, irrelevante o estúpido. O todo al mismo tiempo. Así que, si alguien encuentra una musa solitaria y perdida por la calle, que haga el favor de devolvérmela. Que empiezo a estar un poco harto. La verdad.

viernes, enero 12

 
El amor es natural y real, pero no para ti ni para mí, mi amor.
Bien, sí. Creo que ahora sí: CTRL+ALT+DEL. Cerrando los párpados para acabar de soñar todo lo imaginable. Desconectando el estómago para sufrir lo justo y necesario. Obturando las fosas nasales para impedir llorar a lo imposible. Amortajando la lengua para olvidar contar lo narrable. Lo que parece preocuparte. Clavándome la uña en el ombligo para intentar suicidarme. Mi religión me prohibe matarme en festivo. Qué contrariedad. ¿Y ahora qué?
Que todas tus noches sean noche de boda. Y que todas tus lunas sean lunas de miel. Cuidate. Que te arrulle Sabina. Y Tracatrá (copyright by: MIA MOORE).
Y en los cascos, esta canción de los smiths, a tu salud:
Oh Mother,
I can feel
the soil falling over my head.
And as I climb into an empty bed.
Oh well. Enough said.
I know it's over
- still I cling -
I don't know where else I can go
Oh (ver)...
Oh Mother,
I can feel
the soil falling over my head.
See, the sea wants to take me .
The knife wants to slit me.
Do you think you can help me?
Sad veiled bride,
please be happy
Handsome groom,
give her room.
Loud, loutish lover,
treat her kindly
(Though she needs you
Mooooore than she loves you)
And I know it's over
- still I cling -
I don't know where else I can go
Over
and over
and over
and over
Over and over
I know it's over
And it never really began
But in my heart it was so real
And you even spoke to me,
and said :
"If you're so funny
Then why are you on your own tonight?
And if you're so clever
Then why are you on your own tonight?
If you're so very entertaining
Then why are you on your own tonight?
If you're so very good-looking
Why do you sleep alone tonight?
I know ... 'Cause tonight is just like any other night
That's why you're on your own tonight
With your triumphs and your charms
While they're in each other's arms...
" It's so easy to laugh"
"It's so easy to hate"
It takes strength to be gentle and kind
Over, over, over, over
It's so easy to laugh
It's so easy to hate
It takes guts to be gentle and kind
Over, over
Love is Natural and Real
But not for you,
my love
Not tonight,
my love
Love is Natural and Real
But not for such as you and
I, my love
Oh Mother,
I can feel the soil falling over my head

jueves, enero 11

 
A veces, cuando conduzco al anochecer y veo alejarse las luces de la ciudad a través del espejo retrovisor, me invade una especie de sensación de vacío que me cuesta soportar. En realidad no sé si debería definirla como "vacío", porque es como si tuviera una enorme bola de billar en el estómago. O como si un elefante invisible se sentara sobre él. Me sucede a menudo cuando percibo a alguien muy cerca, pero al mismo tiempo sé que está muy lejos. Es como si de repente recordara que había olvidado algo importantísimo, y al mismo tiempo fuera consciente de que ya era tarde. Que era imposible regresar a por ello. Como cuando alguien se va sin que puedas despedirte. O como cuando las palabras se aferran a tu interior y no las consigues pronunciar. Sabes que están allí, pero se niegan a salir. Y esperan agazapadas, como aletargadas, hasta que un día te pillan desprevenido, leyendo un libro, viendo la tele o asomado a la ventana. Entonces se abalanzan sobre las bolas de billar que todos llevamos en el estómago y juegan con ellas hasta hacernos llorar.

martes, enero 9

 
Tengo una duda existencial:
si una rubia-bombón te envía un sms diciendo:
"Acabo de pasar por la torre Agbar. Me recuerda tanto a ti..."
¿Te está diciendo que te echa de menos? ¿o te está llamando capullo?
Quédilematú.

lunes, enero 8

 
estaba haciendo cálculos sobre mi agitadísima y activa vida sexual. Si tenemos en cuenta que mi media de polvos anual asciende a tres, y que la última vez que follé fue a mediados de Octubre, resulta que me va a tocar de nuevo en la primera quincena de Febrero. Qué ilusión. Me voy a depilar.

sábado, enero 6

 
Ayer, en la cabalgata de reyes había más gente del lejano oriente y de África haciendo de espectador, tras la barrera, que participando en el desfile. De hecho, las morenazas bombón que tenía a mi lado iban mejor disfrazadas que toda la comitiva del rey Baltasar. Supongo que para ellas, el espectáculo debía antojarse algo parecido a lo que pensaría una cuadrilla de toreros que fuera a Japón y se encontrara con una procesión de asiáticos ataviados con vistosos trajes de luces de todo a un euro. En fín, curioso. De todas formas, aunque aparentemente hubiera personas tan diferentes, cuando llovían dulces todos nos comportábamos igual: como niños. Ojalá cada día fuera seis de Enero. Espero que este año seais malísimas y malísimos, los recuerdos que acumuleis serán el mejor regalo que recibireis el próximo día de reyes.

jueves, enero 4

 
A veces me siento fatal, lo que sucede es que no siento nada y por eso que me siento mal. Otras me siento genial, aunque tampoco sienta nada, pero precisamente por eso me siento tan bien. Estoy empezando a pensar que, o bien tengo un criterio que da pena, o bien el hecho de no sentir nada nunca sabré cómo me va a sentar.

miércoles, enero 3

 
Llevamos ya dos días de este nuevo año, y de momento, nada ha cambiado: a veces me levanto perro y otras no. Si soy perro, procuro cogerme unas bolsas del carrefour para salir a pasear, que nunca se sabe cuando le dará a uno un apretón. Cuando no, soy una mosca pegada al techo, una adicta más a chupar el gotelé, a zumbar en oidos ajenos, y a convertir este mundo tan simple en algo complicadísimo, gracias a mis mil ojos; diminutos, exagonales y policromados. Es curioso, porque no sigo un orden lógico. Cada mañana me miro en el espejo y decido el tipo de animal del que me he levantado.
Eso sí, cuando soy perro, me siento la mar de bien, porque sé que nunca me abandonaré: "él nunca lo haría". Pero cuando me veo mosca, me pongo de los nervios, porque sé que me iré con la primera mierda que se cruce en mi camino. O con el primer bombón. Pedazo de criterio que tengo. En fín, que no sé, que llevo ya dos días de este nuevo año y me siento a veces mosca y a veces perro. Pero después de tanta fiesta, tanta serpentina y tanta ostia, la verdad es que, me levante como me levante, encuentro la casa un poco solitaria y fria. Como toda para mí. Y tampoco está tan mal, porque creo que me están entrando ganas hasta de fregar el suelo.

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