domingo, octubre 28

 
Estoy intentando que el único rosal que me queda con vida no abandone este mundo (sé que es una crueldad por mi parte, porque es de ser muy mala persona querer retener a alguien en esta mierda de universo, pero qué le vamos a hacer, yo soy así), así que he llevado una de sus marchitísimas hojas a la floristeria de la esquina. La chica que atendía la ha mirado con mucha atención y me ha dicho que mi pobre rosal lo que tiene es una carencia. Pues como no sea una carencia afectiva, no sé qué puede tener, porque le doy de todo menos abrazos. Y es que la última vez que mimé a un rosal estuve tres meses con punzadas en el pecho y me salió un sarpullido en los labios. Y otra vez eso, sí que no.

(Como últimamente escribo tan poco, aprovecho el post para decir que el 15 de Diciembre tengo la revisión médica de rigor en el curro, y esta vez toca que me miren la próstata. Así que estoy pensando seriamente hacerme antes una operación de cambio de sexo. Porque si me cambio de sexo, ¿no tendré próstata pero tendré cada mes la regla? ¿Podré montar a caballo? ¿Sabré a qué huelen las nubes?)

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