lunes, octubre 31

 
Pena
Pena.
Necesito saber a dónde van a parar las noches en que me da por pensar, cavilar, sorber y llorar.
Te regalo mis penas para que te hagas un traje chaqueta con ellas, y te lo pongas cuando nadie te vea.
Dicen que hubo un tiempo en que la luz decidió convertirse en polvo, porque quiso ser reflejo en un espejo.
Y que hubo lugares en que ese polvo engordó y se fundió en abrazos, en besos y estrechó lazos enormes, como osos descalzos.
Y el polvo se convirtió en estrella, con ala de sombrero. Y la estrella cerró los ojos y se quitó la copa que le oprimía la cabeza, como quien corta su propio cordón umbilical con los dientes.
Y dejó volar partes de su alma que se convirtieron en planetas.
Y en uno de ellos la atmósfera creó nubes.
Y llovió, llenando sus huecos de mares.
Y los aminoácidos bailaron sin música y tejieron las cadenas de la vida, de doble hélice y a punto de cruz.
Y tras una serie de contínuos despropósitos, apareció la especie humana.
Aparecí yo.
Apareciste tú.
Y por fín la luz pudo ser reflejo en un espejo.
Y hay noches en que, entre pena, sorber y llorar, me da por pensar que, es curioso que por un capricho de la luz, todos estemos formados por polvo de estrellas.
Quizás sea por eso que te echo tanto de menos.
Cuando miro al cielo.
Te veo en ellas.

domingo, octubre 30

 
Cada año igual...
Cada año igual, me paso toda la noche en vela, intentandolo, y no hay manera. Y es que seguro que el que tuvo la genial idea de que se cambiaran todos los relojes a las 2 de la madrugada, no tenía uno de sol. Hay que joderse.
... y biológico yo creo que tampoco...

jueves, octubre 27

 
Tiempo.
En este momento tan sólo nos separan nuestras miradas, que se niegan a encontrarse, jugando a recorrer, asíncronamente, las cuatro paredes y el techo de este vagón destartalado. Nos alejan veinte años, que se abren entre nosotros como un precipicio imponente. Y nos distancia un metro escaso de aire cargado de una mezcla de olores extraños, murmullos de walkman y el traqueteo de un tren interurbano.
Aún no habías nacido cuando yo ya soñaba con encontrarte, con perderme entre tus dedos y ensayar piruetas rasantes de lengua cayendo en tu ombligo; y con saborear el azabache que constantemente se enreda en tus rizos, al arrullo de un cuento; arropados sólo por un destello de luna robado a la noche.
Nada sabía, por aquel entonces, igual que tú aún no has aprendido, que el amor tiene más espinas que pétalos, y más soledad que el propio vacío. Y que es un arma blanca de doble filo, que cuanto más la aprietas para que no escape, más lacera tu alma; y si la sueltas de repente, se te clava para siempre en el corazón, emponzonada de melancolía, hiriéndote de muerte, manchando de ocre la esperanza, condenandote al destierro y al vagar errante de quien perdió su suerte.
Tú aún no lo sabes, pero no tardarás en aprenderlo.
Y me pregunto si seré yo el hombre al que un día decidirás convertir en tu amante. Y si, cuando ese momento llegue, yo ya estaré tan lejos de tí como ahora lo estás tú de mí. Quizás estés ocupando mi lugar, observando a un apuesto joven mirar, absorto e indiferente, la oscuridad a través de la ventanilla de un destartalado convoy de cercanias. Me pregunto si, llegado el momento, sabrás reconocerme. Quizás yo ya me oculte tras un disfraz de piernas quebradizas, un bastón sobrio y una calva sin sombrero, una sonrisa sin dientes, una cabeza con parkinson, una mirada vacía y una máscara de piel amarilla y seca; encorvado sobre el asiento que alguien me habrá cedido para evitar que me rompa en mil pedazos cuando el tren se detenga de repente.
-"No vaya a ser que el puto viejo este del carajo, se nos muera, y por su culpa lleguemos hoy todos tarde al trabajo".
O me pregunto si algún día, quizás mañana, nuestras miradas se encuentren.

 
Aceptaremos pulpo...
Esta pesadilla huérfana de freddie Krugger la inventó Nepo y me la pasó Bere. Y para que esta última no se me cabree más que lo justo y necesario, ahora me voy a poner serio:

1. ¿Cuál fue el mejor polvo de tu vida?
Contra todo pronóstico, he tenido muchos notables, casi todos, ahora que pienso. Y uno se siente como diciendo: Bubba, mi muy mejor amigo, me llamo Forrest Gump. Pero es que resulta que los recuerdo todos, y todos me encantaron. No han habido muchos, pero sí los suficientes como para aprender que el mejor, será el próximo, porque sabré más.

2. ¿Cuál es el sitio más original dónde has follado?Internet. Sí, he follado en Internet, con mi mano y mi polla. Igual debería casarme con ella, con la mano. También he follado detrás del sofá de una rectoría, en una avenida repleta de gente a las 6 de la tarde, en la lonja de pescadores mientras se rifaba el pescado y en un cuartel del ejército del aire, con la mujer de mi capitán. Espero que los capitanes de la aviación no lean blogs...

3. ¿Qué es lo que más te gusta en el momento del folle?
Que me hagan reir. Un ataque de risa, y tener una excusa para volver a empezar.

.4. ¿Qué es lo que más odias en el momento del folle?
Un ataque de hipo, o que la otra persone no se pueda concentrar, que no disfrute. Me encanta hacer volar, y si no, pues no me pone

5. ¿Qué fantasía sexual te queda por cumplir?
Todas, incluido el ataque de risa en internet. Me encantaría que me follaran sin juego, sin previo aviso, sin avisar. Aquí te pillo y aquí te mato, porque te deseo.

6. ¿Con qué personaje masculino y femenino de la blogosfera te darías un revolcón sin dudar?
con todas mis ataduras, de hecho, me doy unos cuantos revolcones (literarios) cada día, y uno se queda en la gloria.

miércoles, octubre 26

 
El relevo
1. ¿Cuál fue el mejor polvo de tu vida?
El mejor polvo de mi vida será el próximo... espero...
2. ¿Cuál es el sitio más original dónde has follado?Internet.
3. ¿Qué es lo que más te gusta en el momento del folle?un ataque de risa.
4. ¿Qué es lo que más odias en el momento del folle?Un ataque de hipo.
5. ¿Qué fantasía sexual te queda por cumplir?Un ataque de risa en internet con el próximo polvo de mi vida sufriendo un ataque de hipo.
6. ¿Con qué personaje masculino y femenino de la blogosfera te darías un revolcón sin dudar?¿los personajes virtuales tienen sexo? hombrepordioscoñoya... ¿y los ángeles?
Le paso el relevo a: Ex, Des, Mosquita, Maru, Loku y Ultrasónica.

Mañana os doy una colleja, que hoy me caigo de sueño...

martes, octubre 25

 
A veces...
A veces me da la impresión de que voy sentado en el presente como si fuera al volante de un coche.
Algunas temporadas viajo solo, otras alguien me acompaña; en ocasiones eres tú quien sonrie en cuclillas, descalza; otras, aunque rodeado de gente, me siento como el conductor de un autobús, que se enfada si alguien le dirige la palabra.
Por la radio, ocasionalmente, suenan canciones al ritmo de los recuerdos; y el corazón canta, salta o se rompe, depende del momento. Hay días en que bajas la ventanilla con el ansia de dejarte inundar por chorros de aire fresco, sacas la cabeza y sonries despeinando el flequillo, o lo que queda de él; o te da por ondear la mano como el del anuncio que se pregunta compulsivamente si te gusta conducir.
A veces, el pasado, en forma de camión sin conductor, se pega a nuestro culo y nos lanza ráfagas que ciegan los ojos a través del retrovisor, como si quisiera arrollarnos o empujarnos, sin piedad, a la cuneta.
Y en ocasiones, la carretera es oscura, no sabemos qué nos espera tras la próxima curva, y si ponemos las largas, los coches que vienen en dirección contraria nos ensordecen con sus bocinas, como si quisieran hacernos enloquecer.
El caso es que, aunque no queramos reconocerlo, todos viajamos hacia un mismo destino; por diferentes carreteras, con distintos medios, pero hacia un mismo lugar al que, tarde o temprano llegaremos. Y un día uno descubre lo que ya escribió alguien muy sabio: que lo importante no es llegar, lo importante es disfrutar del camino. Y tú me lo alegras sentándote con los pies desnudos a mi lado y seduciéndome al contarme cuentos al oido.

lunes, octubre 24

 
Leer en diagonal los periódicos ahorra tiempo. Hojearlos empezando por el final es entretenido; primero los contactos, los deportes, pasatiempos, nacional, internacional y portada.
Pero hay que tener las neuronas bien despiertas, así que no es nada recomendable hacerlo antes de tomar el primer café del día:
- ¡Ostia Rullé!, ¡Rossy de Palma ha muerto!
- ¿A sí? ¿y de qué?
- Dicen que de un gripazo... mira...
- Pordiosbendito, ¿nunca te han dicho que siempre hay que leer la
letra pequeña...?

domingo, octubre 23

 
Hay días
Hay días que pasan de largo y otros que nunca nos pasarán, ni por encima ni por debajo. Y días que decimos: ostia, esto yo lo había soñado! Hay días que la mitad es mentira, y la otra mitad no me la creo. Hay días lentos y tan profundos como un tango; días que no tiran y días que nos los pasamos tirados. Hay días majaderos y días de amor que creíamos eterno; días de odio bucanero y otros de roces pasajeros. Hay días tontos, de esos que por más que saltes siempre te das contra el suelo pronto. Hay días de soñar despierto, de nubes contra el cielo azul espeso, hay días de rojo vino, y otros que nos gritan al oido. Hay días de horas sueltas en el tresillo que se nos caen de los bolsillos. Hay días de legañas y zapatillas huecas descorriendo, de la vida, los visillos; y días de ojos despiertos. Hay días que hieren y días que curan. Pero sólo el último, el último día, ese; ese sólo mata. Y qué ganas tengo.

viernes, octubre 21

 
Los recuerdos.
Los recuerdos son como ratones que se esconden en el fondo de los cajones, en los rincones polvorientos de los trasteros, agazapados en los pasillos al amparo de las sombras, o encaramados tras las perchas que sostienen nuestros trajes viejos; esos que, cuando abrimos la puerta del armario, nos miran inmóviles, como si se tratara de actores retirados que una vez ocuparon el exterior de nuestra piel para interpretar trozos de nuestro pasado.
Los recuerdos se alimentan de los sueños y crecen mientras las almas menguan y los corazones se marchitan.
De noche, cuando todo duerme, se pasean entre las estilográficas que nunca funcionan, los relojes aferrados a un instante del tiempo, los retratos grises que siempre miran a los ojos, las calculadoras de vientre verdoso, y las revistas que huelen a rancio y ya sólo sirven para provocar alergias y picores.
Y así, van impregnando todo con su olor.
Por eso, en las noches de insomnio, cuando revolvemos entre nuestras viejas cosas, los dedos embeben su fragancia y mueven una vieja moviola que los proyecta de nuevo, entre la mirada perdida y la oscuridad que se extiende más allá de la ventana.
No son la soledad, ni la hipocondría, las que arrastran la melancolía y la dispersan en nuestros corazones. Son los recuerdos quienes se dedican a dejarla desparramada por los rincones, en el escondrijo más insospechado, y nosotros la recuperamos por accidente cuando nos da por revolver cajones en las noches de insomnio.

jueves, octubre 20

 
Raro.
Abro la puerta de casa y me encuentro con una familia que no es la mia. Me recibe una señora teñida de rubio, con una rebeca roja, que me pregunta por mi dura jornada laboral y, sin darme tiempo a abrir la boca, suelta sin respirar lo estresante y desagradecida que es su vida, siempre metida en casa como una esclava. Cuando parece que ha terminado, le contesto que yo sólo vengo de correr un rato y le pregunto quién es, porque no la conozco de nada. Estoy sudando como un cerdo y necesito una ducha. Me pone la mano en la frente, me dice que tengo fiebre y los ojos vidriosos, que no digo más que tonterías y que debo haber pillado la gripe del pollo, o algo peor, que vaya usted a saber qué clase de antros frecuento a sus espaldas. Yo le digo que no sabía que los pollos tuvieran gripe y luego intento de nuevo pedirle respuestas, pero se da media vuelta haciendo aspavientos, como si espantara moscas o no tuviera tiempo para pamplinas.
La cocina huele a aceite requemado y de ella sale un adolescente con tres imperdibles en la cara, la nariz repleta de granos con pus y un gorro de lana con borla; se rasca la entrepierna, como haciendose una paja, me llama viejo y me pide un trago; le digo que estamos en Octubre, que aún no es temporada de esquí, que criará ladillas con ese gorro y se le caerán las orejas al suelo; él hace una mueca de disgusto y chasquea la lengua, yo encojo los hombros y le paso una botella de coñac. Se pone a beber a morro; la señora aparece entre grandes zancadas gesticulando muy cabreada, me da una colleja con una cuchara de palo y me pregunta si creo que esa es forma de educar al niño, que así se nos va a convertir en un delincuente, que vaya mierda de ejemplo soy yo para la pobre criatura. Antes de que pueda argumentar nada, se vuelve a la cocina. El chaval se lleva otra vez la botella a los labios y esta vez soy yo quien reparte collejas. Se larga maldiciendo mi estampa y se encierra en su habitación.
Llaman al timbre, abro la puerta, ¡ostia! ¡el clon de Lara Croft pero con las tetas más grandes!; viste sólo un tanga con filigranas rosas y una bata de seda mal anudada. Me pide una tacita de azucar y antes de que pueda ir a por ella, me rodea con sus brazos y me dice que no puede más, que hace meses que somos vecinos y que aunque ya sabe que los dos estamos casados, admite que me desea; que su marido, el Paco, la ignora sexualmente y que cada noche llega al orgasmo tocándose, imaginando que hacemos el amor sobre la cónsola del recibidor. Le pido que espere un momento, quenosevayapordios, me dirijo rápidamente a la cocina y le digo a mi mujer que hemos terminado, que el piso es mio pero se puede quedar con el coche, la cuenta, el niño y el apartamento en Torrevieja, Alicante; y que le pasaré una buena pensión. Charlamos civilizadamente, como buenos amigos, recordando con nostalgia el amor que nos unió hace años y que, lamentablemente, se esfumó como las nubes en verano, y reconocemos aliviados que ya no tiene sentido seguir engañandonos a nosotros mismos. Ella admite que últimamente fingía sentir placer cuando follábamos y yo le confieso que tenía que cambiar mentalmente su cara por la de Angelina Jolie para correrme. Ella rompe a llorar, grita que todos los hombres somos unos cerdos, unos cabrones, unos falsos y unos hijos de la gran puta; que ya tenía razón su amiga, la divorciada; que la mirara a la cara si tenía cojones, que me había dado lo mejor de su vida y así se lo agradecía, pensando en el putón de la Yoli mientras me la tiraba, que para eso me masturbara en el retrete. Luego ha estrellado toda la vajilla de porcelana contra el suelo, ha hecho mil añicos nuestra foto de bodas y ha bailado sobre el piano de cola del abuelo; con el estropicio, se ha roto una uña y una pestaña postiza se le ha quedado a la altura del bigote; al verse reflejada en el espejo del baño ha exclamado, entre carcajadas, que eramos pocos y parió la abuela. Después de llamar a su madre, ha metido algo de ropa en dos maletas, ha cogido al del gorro por la oreja, le ha quitado la botella de coñac sólo para darle un trago y lanzármela a la cabeza; ha atravesado la puerta sin mirarme, me ha envíado a la puta mierda y se ha ido para siempre.
Llevo ya más de tres horas aquí, llamando a la puerta de mi vecina, pero no abre nadie, sólo se oye a lo lejos algo así como "asípacoasíasíaaahhh"... desde luego, qué raro todo, especialmente que nunca he tenido cónsola en el recibidor, ni piano de cola. Y eso me preocupa porque no sé yo, si a mi edad, seré capaz de encontrar la salida del Ikea.

miércoles, octubre 19

 
Y la vida sigue...
Y la vida sigue, con la inercia del tiovivo que una vez en marcha cuesta tanto detener; y como en toda feria que se precie, los payasos vienen y van descalzos, los enanos no crecen este año, las sirenas del corazón se visten de trampa y con cartón; y todo caballito que suba, tarde o temprano bajará; y cuando arriba, tan feliz que me cae la saliva, y cuando abajo, contento porque no veo un carajo. Y el coche de bomberos viene tras un tanque y un soldado raso, sin moverse, pero tocando la campana pidiendo paso; y la ambulancia sin luces chillonas, pero lleno de personas raras y sonrisas burlonas; y la avioneta que pilota el mismísimo abuelo cebolleta; y los de la tacita de té dando vueltas a tutiplén, ¡qué mareo pardiez!; y el oso horroroso que siempre va más solo que un moco en una boda, porque es tan redondo que cuesta subirse sin resbalarse hasta el fondo, que es lo que siempre espera el chico del mono azul y la riñonera de cuero, dispuesto a tener un ataque de la risa de aquí te espero.
La vida sigue, el carrusel gira, y alguien distorsiona la voz en un altavoz que siempre pita; y reparte la tómbola las papeletas de la suerte. Y las abre el abuelo recogiendo la dentadura postiza del suelo. Y el nieto, se la quita: "mira que es inquieto el hijoputa de tu hija". Siempre toca, un osito piloto, una muñeca chochona, una caja de galletas maría o algún que otro billete para que el personal siga retando al azar y cagándose en su tía.
Siempre toca. Siga comprando, tarde o temprano... algo le tocará... aunque luego no sepa dónde dejarlo, o cómo vivir con ello en la chepa colgando. Y para quien no tenga suerte en esta función, siempre quedará el premio de consolación.

martes, octubre 18

 
sueña.
Recuerdo cuando tus labios aún no sabían
que no tendría misericordia la vida.

Duerme.
Entre unos ángeles sin guarda,
unas campanas sin redoble,
batas de formol sin espalda
y camas huérfanas de nombre.
Duerme.

Recuerdo cuando tu mirada aún no sabía
que contigo no tendría misericordia la vida.

Vive.
Encadenada a corazones desamparados,
envejeciendo como un barco sin rumbo,
varada en desiertos sin pasto ni prado,
pintando de negro y nostalgia mi mundo.
Vive.

Recuerdo cuando tu sonrisa aún no sabía
que para tí no tendría misericordia la vida.
Sueña.
Entre besos sordos, pétalos de sal muera y abrazos,
que nunca quiso ponerse traje de noche el día,
y que siempre te llevaremos atada con lazos
que son más fuertes que la crueldad de la vida.
Sueña.
Que ya no hay desconsuelo ni desamparo.
Que ya no hay recuerdo ni duelo,
sólo sonrisas,
miradas,
abrazos,
risas
y besos.
Sueña.
Vive.
Duerme.
Sueña.

lunes, octubre 17

 
Una vez...
Una vez una gaviota volaba feliz, distraida, ausente; inundando de palmadas el aire con sus alas y cantando al viento con sal en las pestañas. El mar, enamorado, a su paso levantaba montañas rusas de índigo azul, senderos de espuma que hacía desaparecer justo tras la cola de su sombra; tan celoso de su libertad como de su hermosura, sonreía embobado, dejándose llenar por su calor junto al rojo del atardecer, coleccionando cada una de sus plumas y sus nanas con voznes de sirena.
Y así pasaban los días, ella tropezando a su paso con el viento; él salpicando su vida de espuma de besos y de susurros traviesos. Ella, surcando un universo de peces y sal; él abriéndose en canal, dejándose follar en cada uno de sus encuentros, atado de manos y pies, entre sus envestidas y sus vuelos, inmóvil pero inquieto, soñando ser atravesado de nuevo por un fornido pico y un graznido en verso; por un roce de esperanza, por una cometa sin sedal, mano ni dueño.
Una tarde, una ola se prendió del reflejo del sol en su estampa, de sus destellos naranjas, de sus canciones de cuna lanzadas al viento; y cansada no ser nada para nadie, le guiñó un ojo y de un salto la abrazó para robarle el corazón. El pájaro, sorprendido, descorazonado, malherido, se posó sobre la ola y vió horrorizado cómo desaparecía bajo sus patas igual que la lluvia es engullida por la arena del desierto. Y con ella, su corazón.
Desde entonces, cuentan que, alguna noche, se pueden oir las nanas de cebolla que una gaviota ciega, sorda y sin nombre, canta al mar sólo para que le devuelva su corazón, su ingenuidad, su tiempo; su pasado y su presente.
La gaviota es R., el mar es la vida y la ola, la mala fortuna que se adueñó de su pasado y su presente. El suyo y el de todos los que la quieren.
Hoy me he encontrado con J., hacía mucho que no sabía nada de él. Nos hemos tomado un café juntos, y entre recuerdos, nostalgias y canciones, como quien dice que mañana parece que lloverá, me ha contado que R, con la que compartí muchos días de instituto, algunos granos de adolescente y bastantes noches de insomnio; la que contagiaba sonrisas, serenidad y cuentos sin prisas; lleva más de dos años en coma.
Y uno, al instante, se siente como un poco egoista y bastante estúpido preocupándose por si llegará a final de mes, por su mierda de trabajo o por lo terrible que es cumplir los cuarenta. De repente todo es muy relativo.
Mañana iré a verla al hospital, y aunque sé que no se enterará de nada, le leeré este post de gaviotas, mares y olas.
Supongo que, aunque no crea en ellos, a lo único que se puede aferrar uno en estas circunstancias, es a los milagros.
Ojalá todas las gaviotas a las que han robado el presente y el corazón, algún día vuelvan a volar.

domingo, octubre 16

 
Esta mañana me he levantado muy arrugado, como si hubiera estado en remojo toda la noche; me faltaba un ojo, una pierna era de gominola y en lugar de orejas tenía dos palas de ping-pong. Aunque era sábado, el despertador no dejaba de sonar, se había ido la luz, llovía a cántaros y los de la compañía del gas lo habían vuelto a cortar por falta de pago. Me he dicho, ostiashombrepordiosquépasaaquí, y me he vuelto a acostar.

viernes, octubre 14

 
Hace tiempo que me siento fatal. Así que, tras darle muchas vueltas, he decidido consultarlo con el médico de cabecera. Después de contarle mi caso, me ha puesto en pelotas sobre una camilla y me ha toqueteado de arriba a abajo. Finalmente, mientras se lavaba las manos, me ha dicho que como no haga un esfuerzo por corregir la postura, se me acabará desviando la columna vertebral. Y ahora no sé si es que no me he explicado bien o el tío estaba de viernes y se ha quedado conmigo.

 
Paseaba esta noche por la calle cuando, de pronto, todo me ha agobiado: las motos ensordecían, la lluvia salpicaba, la gente empujaba y los perros me ladraban. Me he mosqueado muchísimo. Tanto, que he subido corriendo a casa y me he encerrado para siempre dando un terrible portazo. ¡Estaba muy cabreado!. "¡¡¡¡De aquí no me mueve ni dios y que le den por el culo al mundo!!!!".
Luego he visto que no me quedaba papel higiénico y he bajado al colmado de la esquina disfrazado de rododendro.

jueves, octubre 13

 
Me siento un poco discriminado porque mi blog no tiene palabra de verificación, así que, a partir de ahora, que todo el mundo escriba seis letras inconexas al final de su comentario, o me chivaré a Bolgspot.

 
Cuando era pequeño y me gustaba una chica, siempre me moría de miedo cuando se acercaba a mí, de manera que no me atrevía a mirarla, ni a hablarle si se sentaba a mi lado. Lo que hacía para superar esa especie de fobia era imaginármela vieja, calva, arrugada y gruñona. Entonces la veía siempre así y ya no me daba miedo hablar con ella, pero también dejaba de gustarme para siempre.
Supongo que a las chicas-bombón de ahora les sucede todo lo contrario conmigo. Así, para vencer su indiferencia a hablarme, me imaginan joven, con la melena rizada, la piel tersa y una personalidad encantadora; se enamoran locamente de mí y ya nunca más pueden mirarme ni dirigirme la palabra.

martes, octubre 11

 
Hace una semana...
Hace una semana que no tengo notícias suyas, y mi vida se ha convertido en un lugar frío, oscuro, del que no sé cómo escapar; ni siquiera sé si quiero huir, intentar esforzarme por cambiar; o si puedo hacerlo, que aún es peor. Al princípio todo era diferente, y es que los comienzos son siempre más divertidos que los finales. Recuerdo que pasábamos horas enteras mirándonos a los ojos; no dejaba nunca de acariciarme, de buscarme las cosquillas para hacer saltar resortes de carcajadas; de marcarme el compás tamborileando con los dedos sobre mi ombligo para que le cantara al oido. A veces me abrazaba entre la melena y el hombro, y yo jugaba a rozar su mejilla y acercarme mucho a los labios sin llegar nunca a tocarlos; entonces las muecas traviesas se convertían en besos robados y las sonrisas burlonas en columpios de vida. Y se empeñaba en embelesarme pronunciando nuevas palabras de amor; o, a veces, gritaba con genio cuando algo le hacía perder los nervios; pero, aunque nos enfadáramos, siempre nos manteníamos cerca, nunca nos habíamos separado; nunca tanto como ahora.
Creo que empezamos a distanciarnos el día en que decidió comprarse un coche. Cuando conducía le molestaban mis roces, no soportaba tocarme, decía que no podía concentrarse y me mantenía a raya; me seguía hablando, pero ya no eran susurros con sonrisa; eran voces que se alzaban en la lejanía, a traves del ruido de fondo del motor; y ya no me miraba, ni me sonreía, ni me acariciaba, ni me mimaba, ni me susurraba que me quería.
Y hace ya más de una semana que me tiene aquí, a oscuras, metido en una especie de cajón sin fondo; y el frío, como algunos de los besos que no me dió, me está calando hasta los huesos.
He oído que me ha dejado por uno que tiene cámara, los dientes azules y 100 euros en llamadas. Y es que el amor eterno dura un mes, justo lo que tarda en llegar la primera factura; al menos si eres un móvil de contrato.

domingo, octubre 9

 
parte de tí
La semana pasada, al vestirme, me sorprendió que se me cayeran los zapatos, que los calcetines tuvieran el tamaño de medias y que la camisa me llegara casi a los tobillos. Hoy he tenido que prender con imperdibles el dobladillo de lo que este verano eran shorts, casi me los pisaba. Si sigo menguando a este ritmo, pronto seré un punto en un cuento, una arruga en una cuartilla o una lágrima en el pétalo de una flor. Las gotas de rocio encierran universos completos, igual que las gotas de sudor guardan amantes enteros y las gotas de amor cobijan esperanzas, desengaños, roturas de alma y cajas de ibuprofeno.
Ahora mismo tengo que ir saltando sobre el teclado para escribir este post. YaaaaaahhH, toma qué salto, de la A a la P. El monitor del PC se ha convertido en una pantalla de cine gigante, y las letras tienen el tamaño de secuoyas centenarias.
Cada vez me cuesta más escribir, cada vez me cansa más saltar y vivir.
Ahora sólo espero convertirme pronto en molécula y mezclarme con el aire que te rodea, que tú me aspires, me hagas tuyo, que me metabolices; jugaré con las mitocondrias de tus células más escondidas y oscuras; me lanzaré por un tobogán de arterias y levantaré los brazos para acariciar el interior de tu corazón; me deslizaré entre el epitelio de tu piel y, finalmente, seré la gota de sudor que escapará por tu empeine; esa que el aire caliente que te envuelve empujará fuertemente hacia arriba, como un globo, y así, me enroscaré por tu tobillo, acariciaré la convexidad de tu rodilla, me aferraré con los dientes a tu ombligo, y me lanzaré por tu cuello hacia tu cielo, hacia el sol. Y, así, me mezclaré de nuevo con el aire que te rodea sólo para dejarme absorver otra vez por tí.

viernes, octubre 7

 
Ya sé que es muy facil rajar, pero es que si no lo escribo reviento...
la semana pasada ví una película donde unos viajaban al pasado como quien se va a desayunar al bar de la esquina. La trama era bastante tonta, y el argumento algo simple y desgastado. La gente del futuro se dedicaba a irse de cacería al jurásico. De hecho, no practicaban la matanza indiscriminada de dinosaurios; sólo se cargaban a uno, siempre al mismo; el pobre debía estar ya hasta los mismísimos de ver aparecer cada lunes a los turistas de turno armados hasta los dientes: "coño ¿otra vez?, vengaaaaadispaaaaaaracabrón". Por culpa de un accidente, alguien se saltaba las normas y, sin querer, chis-plun-chis-plan pisaba una mariposa. Eso modificaba sustancialmente el presente, hasta el punto que la especie humana corría el peligro de extinguirse.
Desde ese día que no he vuelto a ser el mismo; voy andando de puntillas por la moqueta y no me atrevo ni a barrer debajo de la cama, no sea que al remover las pelusas le dé un infarto a un ácaro y, sin yo quererlo ni beberlo, acabe con la próxima generación de vida inteligente del planeta. La verdad es que me he quedado un poco, como perdido; ya no sé qué es lo que se puede matar y qué es lo que no. ¿Y si resulta que uno se lava las manos y se carga a la bacteria de la que han de descender los guionistas de la próxima temporada de Gran Hermano?, porque aunque parezca que está a la vuelta de la esquina, muy avanzados en la escala evolutiva tampoco deben estar.
Por otra parte, no sé muy bien porqué me tengo que preocupar por seres insignificantes cuando cada día millones de animales son sacrificados en experimentos de laboratorio, millares de personas son asesinadas por unos ideales que pocos comparten (incluso, a veces, ni siquiera por un ideal), cientos de árboles son destruidos por culpa de intereses económicos, y especies únicas desaparecen irreversiblemente sin que nadie (influyente, se entiende) mueva un dedo por salvarlas.
¡Ya está!, probablemente será que, con la edad, me estoy volviendo un poco más neurótico, y todo esto no tiene la más mínima importancia. Porque, si resulta que mientras la humanidad entera juega a ser dios decidiendo quien vive o quien muere y perfila el destino de las generaciones venideras, nuestros queridos dirigentes dedican todo su tiempo, energía y esfuerzo a causas muchísimo más trascendentales, nobles e importantes, como por ejemplo si catalunya es o no una nación, si las parejas homosexuales pueden o no casarse por lo civil; o si es conveniente o no que se fume en las bodas. Me da la ligera impresión de que será porque lo primero no tiene el suficiente peso como para merecer su atención... eso, o van más perdidos que una oruga en el museo de historia natural (que podría ser), o se creen que vivimos en pitufolandia (que también podría ser); vamos, que han decidido que no debemos inmiscuirnos en problemas que nos sobrepasen, no sea que se nos manche el vestido o nos rompamos una uña; por eso nos tienen a la mayoría viviendo en setas de 60 metros cuadrados, pitufando cejibundos sobre si este año lloverá o habrá que racionar las gotas de rocío; o sobre las manías de la abuela pitufa, que si dice que quiere fumar en pipa lo va a tener que hacer a escondidas, donde no la vean los niños. Me temo que lo malo de vivir en pitufolandia es que cualquier día, mientras estén enfrascados en demostrar que la roña azul del ombligo del vecino es menos azul que la del suyo propio, aparecerá el gato de Gargamel y no dejará pitufo con cabeza. Pordiosbenditoquépaíseste, yquéagustomehequedado.

jueves, octubre 6

 
Escatología deportiva o... Cómo perder la autoestima en un pis-pas.
Esta mañana me he levantado con ganas de una buena corrida. De las de pantalón corto y zapatillas, se entiende; porque para las otras, que no son las de toros, uno siempre acostumbra a ir dispuesto, aunque finalmente todo se quede sólo en las ganas, y la euforia libidinosa tenga que acabar en pajilla de supervivencia.
Así que, después de la ducha, me he preparado la mochila: la ropa, la toalla, las zapatillas y ... las toallitas del culito; desde que descubrí que en el bosque no hay papel higiénico, nunca salgo por ahí sin un paquetito de kandoo; porque está claro que, cuando no se distingue entre una ortiga y un gladiolo, es recomendable contar con otros recursos.
Pues bien, a medio día, ni corto ni perezoso, me he puesto todo el equipo, mp3 incluido, y me he tirado al monte. Lo del MP3 no es pijerío, desde que ví la película "señales", es una cuestión de pura salud mental; y es que he descubierto que es la única forma de que yo, que soy más valiente e intrépido que el capitán trueno, no me sorprenda aferrado a la copa de un pino cada vez que algo se mueve entre la maleza. Oidos que no oyen, marciano que no ves. A veces me sabe un poco mal, especialmente cuando los 4x4 se acumulan en fila índia detrás mio tocando el claxon como locos y amenizando el ambiente bucólico con aullidos de "apartacabrón", pero qué se le va a hacer, que el bosque es de todos, ¿o no? ...Dicho sea de paso, y para acabar con las confesiones, tampoco me pongo las gafas, así que, entre el chacapunga-punga-punga del mp3, y que no veo ni un pijo, voy corriendo por ahí más introvertido que Chuck Norris en la ceremonia de reparto de los premios Nobel.
Pues eso, yo, con mi un-dos-tres-catorce en las orejillas, mi paquetito de kandoo en la cintura, y el medidor de pulsaciones en la muñeca, que ya se tiene una cierta edad y es conveniente llevar algo que dé la alarma 20 segundos antes de que el cerebro se paralice, así da tiempo a pensar en la Angelina Jolie en pelotas, y si se le congela a uno la imagen junto con las neuronas, al menos te pasas el resto de tu vida vegetativa babeando con motivo.
Vayamos al grano, que me disperso; estaba yo en pleno bosque, cuando me entran unas ganas irresistibles de mear, pero vamos, como si acabaran de hacerme una ecografía de vejiga por triplicado con la madre de Dumbo saltando a la comba sobre el ombligo; era una de aquellas situaciones de incontinencia severa que te ayudan a entender el significado de la escena de Peter Sellers en el guateque.
Así que, me paro, miro a derecha e izquierda, no veo a nadie, me la saco y ale, a regar el monte, que hay sequia. De repente, a unos dos metros de mí, un matorral enorme empieza a agitarse: rash-catarash-rash-rash. A gran velocidad, cruzan por mi mente mil imágenes escalofriantes: marcianos con dedos amputados, Mel Gibson de pastor protestante, Joaquín Phoenix con un cucurucho de plata en la cabeza, el chac-chac-quiticlic-chac-chac-del cuchillo despanzurrando la hamburguesa de la última cena ... y estoicamente, haciendo un gran esfuerzo por matener la serenidad, la dignidad y dominar la situación, pienso: ¡aaaaaaaaglglglh!". Se me corta el pis y me quedo más tieso que Bertín Osborne sentado en un puf de diseño. Un segundo después, a través de la maleza, asoma una cabeza, y otra, y otra, y otra. Y delante de las cabezas ocho ojos con cuatro narices; y más abajo ocho chirucas, cuatro anoraks de camuflaje y dos cestillos con tres setas. Diosmio, parecían las chicas de oro en misión marine-del-inserso. Las cuatro se me quedan mirando y una empieza a abrir y cerrar mucho la boca. Me quito un auricular (bajito y distorsionado se escucha: "jeloujelou, grijandemorlcoltvertigou...")
Ella: - Si sabes dónde está la carretera de Sabadell...
Yo, aún temblándome las piernas: - P...P...Por ahí, ...todo recto.
Ella, mirándome la entrepierna y llevándose la mano a la boca: - pffff...Gracias... (jijijijiji).
Yo, que me doy cuenta de que estaba delante de cuatro señoras, de avanzada edad, tocándome la polla. Me la guardo como puedo y me pongo más rojo que la bandera de la República Democrática de China el día que tuvo la primera menstruación.
Todas ellas, descojonándose, enfilan por el camino que les había indicado. La última se gira, y me dice con acento gallego:
- No te preocupes, muchacho, si ya se sabe que con esto de correr, la sangre se va a las piernas y no a donde tiene que ir.
Codazos y descojone general.
Aún estoy pensando si realmente quería decir lo que creo que quería decir...

martes, octubre 4

 
Me he dejado un post-it en la nevera que reza:
No rompas las cartas de amor, ni elimines los mensajes escritos por amantes locos, tiernos, febriles, solitarios, díscolos, promíscuos, efímeros, tontos; no destruyas sus retratos, con ellos van la creciente luna de sus sonrisas, el recuerdo de tórridas tormentas de verano, el roce y el sabor del sudor de un cuerpo extraño; no te deshagas de los presentes que te hicieron desde lo más profundo del corazón.
Porque, a pesar de que hoy veas el mundo a través del cristal gris de la decepción; aunque el desengaño ocupe cada rincón de tu presente; y la desesperanza vuelva a ser esa extraña conocida, ese caramelo agrio que se adhiere con rabia al paladar, no permitiendo que nada -ni nadie- más se abra paso y te alimente; llegará un día en que todo aquello que hoy llena el espacio vacío que los amores perdidos dejaron en tu alma se esfumará, desapareciendo de tu aire para siempre. Así, los amigos morirán; la familia te olvidará entre formol, sábanas desgastadas con olor a lejía y píldoras con sabor a alcamfor, de esas que prolongan la vida entumeciendo la razón; la literatura te aburrirá, el arte se tornará incomprensible, las aventuras y el sexo serán sólo un fatuo recuerdo; la esperanza huirá definitivamente y, con ella, los colores de los sueños y el embrujo de la luna llena.
Ese día, las cartas, los mensajes, los recuerdos y los presentes de amor; se convertirán en tus amigos, tu familia, tu literatura, tu arte, tus aventuras, tu sexo, tu alegría, tus colores, tus sueños, tu embrujo y tu luna llena.

Resumiendo: que si crees que estás jodido, piensa que lo peor aún está por llegar. Así que, folla cuanto puedas y no te desprendas de ningún recuerdo. Ah, y si te da por inmortalizar algún instante de locura, luego no lo destruyas, pero tampoco lo publiques en internet. O si lo haces, que no se te olvide poner la tirilla negra en los ojos con el photoshop. Que hasta la vejez aún te queda un poco, y nunca se sabe qué web perdida saldrá mañana, a todo color y primera plana, en las Crónicas Marcianas.
De nada.

lunes, octubre 3

 
Hoy...
Hoy ha amanecido fresco, con nubes de mil formas contoneándose sobre nuestras cabezas al ritmo de los silbidos de un viento de otoño recién llegado. He visto a Milú y a un Charizard, pero eso es lo de menos, que no viene al caso. Entre figura y figura, mientras desayunaba, he tenido tiempo para ojear el periódico. Alguien anunciaba lo importante que es depositar los envases de vidrio en los contenedores de reciclaje. Cuando era pequeño me ganaba una pasta llevando botellas vacías al colmado de la esquina. Ahora no sólo no te pagan, sino que hay que tirarlos donde otro los pueda utilizar. En fin; antes clasificaba a la gente entre los que bajan la basura y los que la recogen. Luego vinieron los que la urgaban. Ahora también están los que, sin ensuciarse rebuscando, se quedan con el dinero. La cosa se complica. Pero esto tampoco viene al caso.
Lo sorprendente es que, al lado del anuncio del reciclador sin fronteras, he leido mi esquela. Era pequeñita, orlada en negro, con muy poca letra, no ponía nada de abnegado esposo, querido hermano, ni hacía mención a mi osito piloto. Tampoco nadie rogaba una oración por mi alma; menos mal, porque hace tiempo que la perdí y no estaba yo en ese momento como para ponerme a buscarla. Vamos, que me ha dado la impresión de que había muerto uno cualquiera, uno más, otro número que sumar a una estadística que no importará a nadie más que al que la hace.
¿Y ahora qué? Con lo que me jode tener que llevar corbata en los funerales...

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