miércoles, febrero 28

 
El triángulo de las bermudas.
Estoy un poco preocupado, porque de un tiempo a esta parte no oigo hablar del fenómeno "triángulo de las bermudas". Y ya va siendo hora (en concreto, la de cenar y que hambre tengo, pordios) de que se aireen los trapos sucios de la humanidad.
Y es que el tema en cuestión fue motivo de portada de periódicos y revistas durante los años setenta-ochenta, y se asociaba a menudo a episodios de desapariciones misteriosas, viajes de millonarios excéntricos o declaraciones de reporteros chiflados. Grupos a los que curiosa e invariablemente han pertenecido siempre los observadores del fenómeno.
Pero ya está bien de conjeturas. Ciñámonos de una vez a los hechos, ya que perdí el cinturón en un club de alterne de dudosa reputación. La cruda realidad es que los ovnis existen y son el motor, centro y base de las desapariciones acaecidas en el tristemente famoso triángulo de las bermudas. Los hechos: Capitán Gilipóllez, desaparecido en 1903, cuando se encontraba surcando el caribe, desnudo, a bordo de la fragata Azores (que por suerte no quedó en estado y no tuvo que guardar luto). Reaparecido en el año 2003 luciendo un hermoso bigote prestado, traje azul marino, flequillo de teleñeco y acento inglés de openinglish. No dejaba de repetir: "que tienen armas de destrucción masiva y hay que atacar !!!". Y así nos fue. Los interrogantes que ahora se nos presentan son: ¿fueron las armas de destrucción masiva las causantes de las desapariciones en el triángulo de las bermudas? ¿Estaría eta detrás de todo el meollo, o complot?... Es más: ¿hay vida en marte? Y si la hay: ¿lucirán enormes tetas y serán ninfómanas?
El profesor Valdepollo, de la universidad a distancia (pero a mucha, especialmente de la realidad), afirma que seguramente existen millones de civilizaciones en el cosmos mucho más avanzadas que la nuestra. Al menos media hora. Con lo que saben antes que nosotros el resultado de la bono loto y llegan siempre puntualmente a las citas. Así, que me perdonen, pero no hay quien compita.
En cambio, se suceden las declaraciones de científicos que afirman que es completamente imposible el contacto con otras formas de vida extraterrestre, ya que ningún objeto puede viajar a velocidades superiores a las de la luz sin que le caigan sus pertenencias del bolsillo o le vuele el bisoñé. Y, aunque así fuera, ¿a quién coño le importaría? Es más, ¿qué civilización considerada inteligente querría viajar hasta la tierra con la mierda de programas que se ven por televisión?
Por regla general, se ha venido demostrando que fenómenos extraños del tipo "Objetos Volantes No Identificados" han terminado teniendo una explicación muy común, siendo asociados normalmente a globos sonda, meteoritos entrando en la atmósfera terrestre, o a mi sobrino Paco tirándose en pelotas desde el campanario de la plaza mayor.
Un escalofriante incidente, registrado en Lérida en el año 1963, arroja luz sobre la naturaleza de esta clase de fenómenos alienígenas: "Conducía por una carretera provincial mal iluminada. Era una noche cerrada, sin luna. De repente, vi a mi derecha un objeto con forma de cigarro que parecía moverse exactamente a la misma velocidad que el vehículo. Intenté esquivarlo, pero fuera cual fuese la dirección que tomara, allí estaba él siempre, en la misma posición. Su perfecta forma cilíndrica y su escape humeante eran realmente inquietantes. No había visto nunca nada igual. Era capaz de copiar todas mis maniobras con unos reflejos asombrosos. Empecé a sudar, sollozar, rezar, llorar, miccionar y a escribir mis memorias. Todo al mismo tiempo, ya se pueden imaginar el estress. No daba abasto y finalmente detuve el vehiculo en la cuneta, presa del pánico. Hasta que el señor Lexter golpeó mi hombro con su bastón y tras un horrible carraspero exclamó: chófer, si llego a saber que el humo le mareaba, no enciendo este delicioso puro habano, hombrepordioscoñoya".
Aunque también debe admitirse que existen numerosos casos de fenómenos extraños que no tienen explicación alguna, como la llegada del PP al poder, que existan espectadores de Gran Hermano, o que Mercedes Milá siga con vida y no se haya convertido en una uva pasa. De cualquier forma, la gran incógnita que mantiene en vela a científicos y políticos a nivel mundial, es la siguiente: si los ovnis son tripulados por formas de vida inteligente ¿porqué sobrevuelan siempre el desierto?. ¿Son gilipollas o simplemente unos insociables?
Y ahondando un poco más en la cuestión, cabe preguntarse: ¿Porqué desde que ha llegado al mercado la cámara de alta resolución ya no se filman ovnis surcando el espacio? ¿Es que pertenecen únicamente al mundo del super-ocho?
Del monstruo del Lago Ness, hablaremos en otro post.
Vale, sí. Un post un poco idiota, pero es que no tenía la cabeza hoy para cosas serias. Mañana quizás. Aunque espero que no.

martes, febrero 27

 
Esto sí que es una colección indispensable. Sí señor. Sólo espero que con cada dos números regalen una caja de antidepresivos, porque si no ...

lunes, febrero 26

 
Technicolor
Hoy he despertado en technicolor, vista panorámica y sensorround. Debo estar en una película de Fellini, porque me veo gordo, viejo e intento disimular la calvicie a base de dejarme crecer mucho el flequillo y peinármelo hacia atrás con la ayuda de gomina o, en su defecto, saliva. Por lo visto gano poco, ya que llevo una pechera de cartón que imita a una camisa blanca y un roido traje negro con un roto en la entrepierna. La inercia me ha llevado hasta una oficina del Inem, y me he puesto a hacer cola entre dos señoras que lucen unas tetas inmensas y llevan los ojos pintados de color azul. Espero horas, custodiado por sus carcajadas y cotilleos sin sentido, en esa fila que parece no avanzar. Y cuando llego al mostrador no sé qué se supone que debo hacer. Así que me dedico a leer los carteles de silencio que cuelgan de la pared y espero a que el señor funcionario con bigote recortado y cara de mala leche, me pida algún papel que no llevo, o me haga buscar la ventanilla 34B. Pero él parece muy ocupado, enfrascado en la árdua tarea de matasellar los membretes de todas las cartas que tiene a su alcance. Me fijo en su compañero, que se dedica a revisar compulsivamente los cajones de una mesa que no es suya, buscando una grapadora que, según reniega, sí lo es. No sé cómo me llamo, pero ya empiezo a estar harto de tanto esperar y carraspeo haciéndome notar. Ellos siguen sin hacerme ningún caso y tengo un hambre que me muero, así que abandono la cola y salgo de la oficina. Estoy un poco decepcionado porque aquí no hay crímenes, ni sexo, ni broncas, ni persecuciones, ni grandes pasiones. Sólo una historia gris en un estupendo y panorámico technicolor deluxe.

PD: estaba escribiendo el post mientras desayunaba, y he comprobado que hay algo mucho peor que encontrar un gusano en una manzana: encontrar sólo la mitad. En fín, empezamos bien el lunes.

domingo, febrero 25

 
noche cerrada.
Esta noche he salido a dar un paseo. Estaban limpiando las calles y el asfalto olía a tierra mojada. La acera brillaba tanto como los dientes de las parejas que me encontraba en las esquinas, o en los bancos de madera, abrazados. Un vagabundo dormía en un portal, guarecido tras una muralla de cajas de cartón. Me he detenido a escuchar el sonido del silencio. Qué tranquilidad más extraña. La noche es rara, sobre todo en la ciudad. Escuchas tu propia respiración, los murmullos de la gente, o a un perro ladrar en la lejanía; esperando que, de un momento a otro, la sirena de una ambulancia te devuelva a la cruda realidad. Como si te encontraras en el purgatorio, aguardando a que alguien decida si debes ir al cielo o al infierno. Estás justo en ese instante de calma que precede a la tempestad o a la nada. Hacía frio, así que no me he quedado ahí parado mucho tiempo, pero no quería perderme el momento, ese preciso instante en que no sabes si estás viviendo un principio o un final.

jueves, febrero 22

 
A veces se me olvida que de vez en cuando hay que detenerse para tomar aliento. Para admirar el paisaje, charlar con el primero que se cruce, abrir la boca al contar las estrellas o comprobar si hay campos de trigo y amapolas junto al camino. A veces me lanzo, empiezo a correr y no hay dios que me pare. Ni aunque me ataran. Y lo peor es que también me tiro así a la vida sin más, sin preparame. Sin cantimplora, ni brújula, ni pantalones cortos, ni mochila ni nada. Vamos, sin ni siquiera sonarme los mocos primero. Y así me va.

 
Una vez hice un test de agilidad mental y el psicólogo me dijo que tenía una notable memoria fotográfica. Y estoy encantado con los grandes avances de la tecnología, porque desde que me he pasado a la fotografía digital, ya no me tengo que dejar una pasta en el fotoprix para hacermela revelar.

miércoles, febrero 21

 
Deseo.
No sé qué habré cenado, pero me ha sentado fatal. Las tripas se retuercen en mi interior haciéndose notar, y mi pene ha adquirido un estado de erección permanente que no deja de molestar. Me siento lascivo, lujurioso, obsceno, sensual, libidinoso y vicioso como nunca hasta ahora, a más no poder. Ando desnudo por casa y todo me roza donde menos debiera, alimentando mi erotismo y mis más bajos instintos. Crece en mí el deseo. Estoy inquieto, impaciente, con los sentidos a flor de piel, esperando que alguien con el ansia quemando en sus venas llame a la puerta y me invite a una orgía de sexo y de pornografía impúdica y concupiscente. Alguien que me haga vibrar y me ponga a mil. Y siento que lo que antes me gustaba, ahora me encanta. Lo que me atraía, me vuelve loco. Lo que me fascinaba, me deleita. Vivo en una especie de universo de excesos carnales que me envuelve y embelesa. Y lo percibo todo tan a flor de piel que puedo casi notar su presencia. La de un cuerpo de mujer, voluptuoso, enfundado en lycra negra, que se acerca a mí desde el otro extremo del pasillo. Se arrastra gimiendo, amparada en la oscuridad de la noche. Me desea. Rasca el yeso de la pared con las uñas a su paso. Me quiere follar vivo. Se acerca. La puedo oler. Es tan real, y está todo tan a punto, que sé que ahora mismo sonará el despertador y me tendré que levantar.

lunes, febrero 19

 
Acabo de descubrir que si apago el router inalámbrico, dejo a medio barrio sin internet. Coño, me siento dios. O telefónica. Con sólo mover un dedo puedo cambiar la vida de un montón de personas que no conozco. Menudo subidón.

viernes, febrero 16

 
Mi álbum de fotos.
Esta noche he encontrado en el sótano un álbum de fotos antíguo que dice que yo antes era rubio y bien parecido. Que vivía en una casa vieja, caldeada por una estufa de leña que alimentábamos con listines de teléfono y ramas secas arrancadas de un jardín que parecía no tener principio ni fin. Que teníamos un perro sin raza, habitaciones frias y una larguísima escalera que yo utilizaba de tobogán. También me ha dicho que en invierno hacía tanto frio que salían sabañones en los dedos de los pies. Que mi madre introducía en la cama una bolsa de agua caliente con la cabeza de pluto que quemaba al acostarse, como si mordiera las piernas, y que amanecía completamente congelada. Que en otoño las aceras se llenaban de hojas secas sobre las que saltar, y de charcos gigantes en los que jugar a navegar con barquitos de papel. Que mis padres eran jóvenes, atentos, educados y amables. Que me adoraban. Que los días eran fáciles y las noches felices. Que me dormía sin taparme la cabeza con la almohada, sin tener que espantar fantasmas, ni contar hasta mil al revés. Me ha dicho que tenía buenos amigos, los mejores, en pantalón corto y camiseta de tirantes. Que las vacaciones eran eternas y me lo pasaba siempre genial. Que tenía una familia alegre que nunca discutia por tonterias y se reunía alrededor de una paella sin necesitar excusas, para rajar de política, de fútbol y de remedios, un domingo de cada dos. Dice que aprobaba sin estudiar y que me pasaba los días subido a una bicicleta oxidada con pinzas de madera en los radios, en una calle sin asfaltar, acompañado por un perro cruce de pastor alemán que se creía avestruz. Que mi padre tenía un seat seiscientos color verde manzana donde cabía dios y su madre con todo su equipaje de mano y objetos personales. Que yo una vez le abollé el capó con la cabeza al caerme de la bici.
Sinceramente, creo que mi álbum de fotos a veces tiende a exagerar un poco, pero esta noche me ha parecido que estaba un poco sensible y no me he atrevido a contrariarle. Es que ando un poco mal de kleenex últimamente. Me vais a perdonar.

jueves, febrero 15

 
Me encuentro en ese preciso instante de la noche que separa la realidad de la ficción, la existencia de la imaginación. En ese momento en que nunca sé si debería irme a dormir, soñarte, fumarme un porro, abrir la botella de vodka, leer aquel libro, escuchar una polca, dejarme follar por sabina, aporrear el piano, acabar aquella mierda que arrastro desde hace días del curro, pensar en ti, imaginar una escena, escribirla, tener miedo a que amanezca, vomitar al pensar en el futuro, mirarme en el espejo, una cana más, un diente menos, ponerme el traje de andar, quitarme el disfraz de ir por la calle, mirarte a los ojos. Sí, me encuentro en ese extraño instante de la noche en que podría decidir no irme nunca a dormir, no irme nunca a vivir, no irme nunca. O sí. Que descanse quien lance la primera piedra. O no.

miércoles, febrero 14

 
A veces hay cosas que me sobrepasan y escribo pensando que nunca nadie lo leerá. Como las que una vez escribimos tú y yo. Rozando una pierna, compartiendo tiras de zanahoria, desparramando un té por la mesa, arrastrando los pies por la avenida. Inventando un viaje en la sala de espera. Alimentándonos de esperanza. Custodiados por una señora imponente que aprovechaba para pasar la agenda al móvil; por la niña del piercing en la ceja y el niño que no llevaba tarjeta, ¡coño, que medejadoencasatarjeta!.
Me cae bien la recepcionista, tan delgadita, ausente, ecléctica; hoy parecía necesitar unas vacaciones. Como tú y yo. Lejos de este mundo. Feliz San Calentín. San Calentón. En qué estaría yo pensando: San Valentón.
San Valentín. Hombrepordioscoñoya.

lunes, febrero 12

 
A veces me cruzo por la calle con chicas que me miran diferente, o me sonrien, y me da por imaginarme cómo resultaría la vida a su lado. Si tendríamos una casa repleta de estanterías, iluminada y ordenada, con un gato y muchas plantas de interior. O si viviríamos en un pisito de 50 metros cuadrados, donde escasearía la luz, habría que andar esquivando montones de libros que se acumularían en el suelo junto a los juguetes de los niños, mi música, su perro y nuestra ropa interior. Luego me imagino levantándome por las mañanas a toda prisa para evitar coincidir con ella en el baño y no tener que soportar su aliento, ni sus ganas de discutir. Y me veo llegando tarde al hogar, cansado del trabajo, encontrarlo todo revuelto, a los niños gritando y a ella, con su cara de mala leche, aguardando con una discusión tras cada esquina. Me imagino que entonces, vivir solo me parecería una bendición divina. Y querría hacer la maleta para largarme a toda prisa, dando un portazo que obligara a asomarse a todos los vecinos y a la portera. La verdad es que echándole un poco de imaginación, los matrimonios y los divorcios me están saliendo tiradísimos de precio.

viernes, febrero 9

 
Esta mañana, estaba intentando despertar a base de enriquecer la cuenta corriente de Juan Valdez, cuando ha aparecido mi querido jefe, más sonriente que de costumbre, y tras dar unos cuantos rodeos del estilo miratúquédíamásfeo, me ha preguntado cuáles eran mis objetivos para el 2007. Cuando he podido despegar los dos párpados de los ojos, y la taza de los labios, le he dicho que, básicamente, mi objetivo este año era follar más que en el 2006. Ha arqueado una ceja y se ha partido de risa. Supongo que al ver que a mí no me hacía ni pizca de gracia, se ha visto en la obligación de aclarar que se refería a mis objetivos profesionales. Le he respondido que nunca había pensado en la posibilidad de cobrar por follar. Se ha partido el culo de nuevo, me ha dicho que estaba claro que hoy no había quien hablara de nada importante conmigo, y se ha ido a darle palique a la rubia bombón que se sienta a mi derecha. Sinceramente, me está empezando a preocupar que nadie me tome en serio. Claro que, bien pensado, sí que era una idea descabellada, porque con tres polvos al año, por mucho que cobrara, mi estabilidad financiera iba a pasar de ser precaria, a ser patética. En fín, que no sé porqué, hablar con mi jefe un viernes a primera hora es como fumarse un porro, nunca sabes si te deprimirá, o acabará poniéndote de los nervios para el resto del día.

jueves, febrero 8

 
Hoy he estado en un bosque de hadas. Me he sentado en un taburete con forma de seta, tomando una coronitas, frente a una mesa que olía a pino y a barniz de muñeca. Y cuando las pupilas dilatan lo suficiente como para ver más allá de tus propias narices, te lo pasas bien contando luciérnagas. Me han regalado un disco de Morrissey tocando el violín, un beso, he escuchado a un grillo cantar, me he dado un paseo del brazo de una estrella fugaz y desde un puente he lanzado cinco céntimos al estanque de los deseos. Sólo he pedido uno, pero era muy gordo, y se ha hecho realidad. Qué ilusión. Así que acabo de decidir que mañana vuelvo, y tiro la visa. A ver qué pasa.

miércoles, febrero 7

 
tres en uno. Aceite lubricante.
A veces es como si alguien hubiera trazado dos líneas paralelas y nos hubiera ensartado en ellas, asegurándose así de que nunca pudiéramos tocarnos. Nos vemos sin rozarnos. Como si hubiéramos facturado nuestros corazones en maletas con destinos distintos. Como dos péndulos batiendo a diferente compás. Cuando tú vuelves, yo aún no me he puesto los zapatos de salir a andar.

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Mi ángel de la guarda, que lo tiene todo controlado, está como un queso y además le están creciendo las tetas por momentos (YUPI!), dice que no hay que confundir querer con necesitar. Y es cierto: aunque yo cada día necesite más quererte, no quiero necesitarte. Qué cosas tiene esto de la mistica.

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Creo que estoy hecho a retales, como un puzzle barato, o como un Franquenstain de todo a cien, con partes que encajan entre sí, pero no se hablan entre ellas. Cada una va a su puto rollo. A veces alguien me pide que le acerque algo y se entera mi cabeza, pero no la parte del cuerpo que debería empujar el objeto. Otras, alguien me roza, y siento estímulos en el cerebro que parecen no alcanzar nunca al corazón. En ocasiones mi estómago habla en voz alta y la razón lo contradice. Y en vista del exitazo de este pedazo de infraestructura de comunicaciones que tengo entre pecho y espalda, creo que me voy a vender por fascículos: construya su propio coco. Y con el primer número, la polla (y la mesilla de noche) de regalo (no se admiten devoluciones, críticas ni maltratos).

lunes, febrero 5

 
Ayer me rayé conmigo mismo. Si no fuera porque llevo tantos años aguantándome, me hubiera enviado a la puta mierda sin contemplaciones. Porque uno puede aceptar que el otro esté pasando una mala racha en el terreno sexual, que cada uno tiene sus cosas; que a esta edad ya se sabe, y un lustro malo lo tiene cualquiera. También se puede llegar a soportar que cuando el niño esté de mala leche me hable mal, como si le diera asco, o pena, sin mirarme a los ojos. Pero lo que no pienso consentir es que un domingo por la tarde a mí me apetezca salir y como el señorito está tan cansado, porque trabaja como un imbécil de lunes a viernes, me tenga que tragar las ganas de fiesta y morirme de asco en el sofá. Como si fuera su perro. Que también tengo mis ambiciones y mi corazoncito. Pero, vamos a ver, ¡qué me costaría escucharme un poquito de vez en cuando!; ya no digo entenderme, pero no ser tan egoista, siempre pensando en mí mismo. Será posible, qué me habré creido. Un cabrón egocéntrico, eso es lo que soy. Otra como esta y me divorcio. O me compro una escopeta, que así no hay que andar dando explicaciones.

viernes, febrero 2

 
A veces, a primera hora de la mañana, la luz del sol se refleja en el mundo dando la impresión de que estuviera cubierto por una finísima capa de film transparente. Como si durante la noche alguien se hubiera dedicado a plastificarlo todo cuidadosamente, sin olvidar el más nímio detalle. Y cada cosa a mi alrededor muestra un relieve inaudito; con formas y colores de tonos inusuales. Parece que estuviera todo por estrenar: los escaparates, las tiendas, los árboles, las aceras, las farolas, los transeúntes. Los niños corren en grupos, jugando camino del colegio y sus risas titilean como copas de cristal y vuelan con sus miradas, cuidadosamente enfundados en gruesos abrigos de lana. Una chica espera sentada en la parada del autobús, envuelta por una especie de aura celestial; cruza las piernas y su ropa interior dilata y pinta las pupilas de naranja chillón. Los reflejos y los destellos irrumpen en escena viniendo de todas partes, y parecen amortiguar con su presencia los ruidos cotidianos, dando a todo un encanto especial. En días como hoy me siento un turista en mi propia ciudad, me dan ganas de comprarme una cámara de usar y tirar, y sentarme en un banco al sol, a mirar.

jueves, febrero 1

 
Hay mariposas que viven un día.

(Un efímero batir
de alas
en el corazón,
tan eterno,
como una
lluvia de estrellas
mojándote el pelo).

Dice un viejo proverbio:

Si tiene remedio,
¿porqué preocuparse?
(porque te quiero).

Si no lo tiene,
¿porqué preocuparse?
(porque te necesito).

Necesito.
Quiero.

Hay mariposas que viven un día
y quedan pegadas,
como estrellas fugaces.
Para siempre,
entre el cielo
y el corazón.
Mojándote el pelo.

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