viernes, agosto 31

 
Mad world II
Ayer me dijeron que las palabras sólo duelen si te importa quien las dice. Y tenía razón. Tanta.
A veces pienso que sólo me doy cuenta de lo que realmente pretendía decir, después de hablar. O que sólo después de hacer algo, entiendo lo que realmente hubiera querido hacer.
En fín, eso, que no sé, que Mad World, pero esta vez con niños vistos de lejos y bailando.



miércoles, agosto 29

 
Mad world.
Porque te copio, porque estoy solo, porque lloro, porque no entiendo. Porque para mí no existe el mañana.
Quizás me vendiera por un juguete, por un sueño. Por un caramelo, por una lágrima.
Quizás me vendiera por un abrazo.
Porque muero. Solo. Porque lloro. Sin consuelo. Porque todos hemos sido. Porque todos lo volveremos a ser.
Porque guardamos uno
dentro, escondido en el alma.
Y porque -me cago en la puta- no puedo dejar de llorar: Mad world.

"Mad world"
and Happy birthday
(Tears For Fears, interpretada por REM)


martes, agosto 28

 
Soñarte.
Supongo que a la luz del día, cuando los rayos del sol expriman limones en mis pupilas, como siempre, pensaré que te he soñado. Que sólo existes dentro de mi, en la vigilia, en mi lengua, en mi imaginación, en mis dedos, en mis labios.
Y que cada noche, el deseo, el recuerdo de tus caricias, y la nostalgia, se mezclan en una especie de coctel que sabe a ti, a tu serena letra, a tus palabras justas. A tus frases medidas, perfectas. A ese íntimo mundo que una noche creamos juntos, mano a mano.
Y a veces me pregunto cómo he podido vivir sin ti. Y no existe respuesta. Sólo tu sonrisa. Tu mirada. Tu cuerpo de sirena. Tus labios de besar para siempre.
Me pregunto si dolerá tanto despertar de ti, como duele cada noche vivir soñándote.



viernes, agosto 24

 
En el tren.
- Pues a mí, es que la literatura me encanta. Desde pequeña: libro que veo, libro que leo.
- Yo también disfruto mucho leyendo. Sobre todo Bécquer. Lo has leido?
- Bécquer, Hamlet, Otelo... yo, de Shakespeare, me lo he leido todo.



miércoles, agosto 22

 
Sobre los recuerdos.
Los recuerdos son como arañas que se agazapan en el fondo de los cajones, en los rincones de los trasteros. O se esconden al amparo de las sombras, en los pasillos. Y nos miran inmóviles desde la oscuridad, atentas a su presa, esperando el más nímio error, un paso en falso, para abalanzarse y alimentarse de tu alma. Y lo hacen de noche, cuando casi todos duermen, meciéndose al compás del tic-tac de un reloj de pared. Tejen sus redes entre las estilográficas que nunca funcionan. En los calendarios pasados de moda. En los retratos en sepia que siempre miran a los ojos. En los libros que huelen a rancio y al abrirlos provocan estornudos. En las canciones de tu niñez. En tus comics. Insistentes e incansables, van vistiendo todo lo que está a su alcance, al tuyo, con una invisible tela de araña. Con un inconfundible olor a nada, con un terrible sabor a nunca; y con el sonido de unos hielos en un vaso vacío. Quizás sea por eso que, en las noches de insomnio, cuando nos da por buscar en los cajones, abrir libros, o poner música; los dedos se pegan a la nada, la lengua se revuelve en el nunca, y los oidos se aferran al silencio. Y quedamos atrapados, pegajosos, tocados, hundidos; moribundos. Porque no es la soledad la que te ahoga en la melancolía. Son las telas de araña que tejen los recuerdos las que, cuando menos lo esperas, te atrapan, te envenenan, te amortajan y te devoran.


lunes, agosto 13

 
Adios.
Acabo de dejarme un mensaje en el contestador, me he dicho que ya estoy un poco harto de que siempre esté con mis libros, mi música y mis escritos. Que no tengo fuerzas de decirme esto a la cara, pero que no me aguanto más y que me largo, me marcho lejos. Que esto no es nada personal, pero necesito vivir por un tiempo mi vida y reflexionar. Seguro que no soy más feliz sin mi, pero he de dedicarme algo de tiempo. Que espero que podamos salvar lo nuestro. Y que, aunque ahora mismo ya me esté echando de menos, también sé que es por mi bien, y que todo esto pasará, y que quizás en breve decida volver y quedarme, pero que ahora el cuerpo me pide nuevas emociones, nuevos horizontes, nuevas experiencias y tal. Que adios. Que me quiero, pero adios.





miércoles, agosto 8

 
Dos segundos.
Suena la una en el reloj de la iglesia. Es un reloj viejo, ajado, y más que campanazos, emite chasquidos quedos. La una siempre me ha parecido una hora solitaria y triste; cuando la escuchas, te quedas esperando a que haya un segundo gong a continuación, pero la noche sólo te devuelve el eco del vacío, del frio; de la terrible oscuridad que todo lo acaba envolviendo. Como un siniestro regalo de cumpleaños. Cada año, pasan por nosotros todos y cada uno de los segundos que lo forman. 31,536,000. Uno, y sólo uno de ellos, es igual al que nos vió nacer. Otro, y sólo otro de ellos, es igual al que nos verá morir. Pero no suena ningún gong que los marque (y menos mal, porque a según qué horas, menudo susto). Me pregunto qué hará toda la gente que ahora mismo no puede dormir. También me pregunto cuál, de los treinta y un millones y medio, será mi último segundo, y si estaré despierto para poder decir una última palabra; o una última frase, como en las películas de vaqueros, que justo en ese instante te contaban su vida y milagros. Y me pregunto porqué no nos sorprendemos al cruzarnos en el metro, a diario, con gente que nació en tiempos y lugares tan diferentes. Tan distantes. Porqué no nos contamos todo lo que hemos aprendido. Todo lo que sabemos. Quizás alguien conozca cuáles son sus dos segundos. O los tuyos. O quizás los mios.


Mis padres me enseñaron a hacerme entender moviendo la lengua y los labios. Charlie Parker me enseñó que también puede uno explicarse tan solo moviendo los dedos.


lunes, agosto 6

 
. f. Aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera.
La vida es una paradoja. Porque la vida no es, en absoluto, lógica. Existen tantas cosas que a simple vista parecen ser ciertas, pero en realidad son falsas. Como cuando alguien te dice: "siempre miento"; si te dice la verdad, no es cierto. O como que el siglo XXI comenzó en el año 2000 y no en el 2001; veamos, ¿es que Stanley Kubrick no sabía contar? No existió un año 0, todo empezó en el año 1. O la paradoja de Banach-Tarski, que dice que a partir de una esfera sólida de radio 1, pueden construirse dos esferas sólidas de radio 1; menuda gilipollez, aunque para alguien pueda parecer una paradoja. O la paradoja del barbero de Bertrand Russell. Que haya tantos niños muriéndose de hambre y alguien preocupado por quién afeitará al puto barbero, esto sí que es un mundo paradójico.
En fín. Que estaba yo ayer comprando en el Eroski, en la sección de ultracongelados, y me enamoré de una morenaza que empujaba un carrito subida a unas plataformas. Llevaba unos pantalones blancos muy ajustados y una camiseta de tirantes roja que le marcaba unas tetas impresionantemente enormes. Si me lees, por favor, envíame un email, a ver si consigues descubrir si soy un obseso sexual, o un romántico. Todo sea por acabar con las paradojas. Gracias.



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