sábado, agosto 20

 
Viviendo al límite.
Sentir cómo clavan en tu espalda dos enormes tetas en el pasillo de los congelados. Sonreír a la verdulera de cara ausente cuando alza la palma de la mano en ademán despectivo, que no sabes si te está pidiendo la compra para pesarla o rogando que le leas la buenaventura. Ser atacado por un pichón en el salón y por una rata en el baño, por suerte tenia bayas y un par de bolas para aplacarlos. Encontrar por casualidad a mi primer amor tras una esquina y confirmar que sigue teniendo más bigote y más mala leche que yo. Cruzarme con un señor en el portal que ha sido abandonado hasta por su desodorante. Preparar una crema de apio. Escribir en trebuchet tamaño normal. Me encanta vivir al límite. ¿Se sentiría así James Dean?


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