viernes, octubre 31

 
Pensión 45.
En una esquina de la calle dels tallers, frente a la pensión 45, vive una palmera que se parece mucho a mi: los dos debemos tener más de 40 años y somos invisibles. Cuando la veo suelo preguntarme porqué está ahí. Estilizada, siempre vestida de verde, clásica pero a la última. A todas horas con la misma postura, no sé si parece triste, o infeliz. Como yo. Eternamente mirando al infinito, mientras el tiempo pasa, casi parece que sin rozarle, sin que nada le moleste. Como si esperase a alguien. Quizás una mano invisible que la sujete a la vida. O quizás sea sólo la esperanza de un día crecer hasta superar las azoteas. O tal vez las raices sean lo único que la aferran a este mundo, como me pasa a mi. Y cada día me pregunto por qué está ella ahí. Y porqué estoy yo aquí. Igual sencillamente le gusta el sitio. Y dar sombra de día y de noche sin que nadie se de cuenta ni repare en ella. Y últimamente creo que yo no tengo nada en mi vida que tenga tanto sentido (o que no lo tenga) como el que esa palmera tiene. El sentido de vivir porque sí. De plantar cara a la vida sin pensar si alguien se da cuenta. Como las flores que a veces crecen en el asfalto. Y, como ellas, cerrar los ojos y vivir cada minuto sin pararse a pensar si en cualquier instante alguien tropezará con nosotros, nos pisará y nos llevará por delante, arrancándonos de cuajo de esta (su puta) vida.



martes, octubre 28

 
199.999
Se ruega al visitante número 199.999, deje su huella aquí y nos diga si al sentirse tan cerca de ser un número redondo, ha tenido un ataque de ansiedad y ha decidido ponerse a régimen.
(Si por aquellas casualidades de la vida, el visitante número 199.999 resultara ser una chica guapísima, con un cuerpazo escultural, inteligente y rica: aprovecho para informar que acaba de ganar una cena conmigo. Y si no le apetece cenar, quedamos directamente para follar. Que no está el mundo como para ir derrochando comida. Ni romanticismo. Se ruega adjuntar foto reciente, sin pasarla por photoshop. Tampoco vale la de su prima la modelo, gracias)

lunes, octubre 27

 
Amor ideal
Cada mañana encuentro mi amor ideal en el rellano de la escalera. Es una cucaracha del tamaño de un ratón que me mira atusandose las antenas. Yo creo que le gusto, porque cuando me ve, toda ella se acelera. Corre y se esconde. O se detiene y me observa. Es imprevisible, y eso es lo que más me gusta de ella. Nos miramos a los ojos y veo que he estado tanto tiempo viviendo de espaldas a la felicidad, que me dan ganas de lanzarme sobre ella y abrazarla sin parar. Quizás mañana me decida, no quiero que piense que no soy un chico formal.
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Otra cosa que inunda el rellano de mi escalera por las mañanas es el aroma a tostadas y café recién hecho que sale de casa de mis vecinas, las lesbianas. Y me encanta tanto que estoy pensando en someterme a una operación de cambio de sexo. Seguro que follo igual de poco, pero desayunaré de vicio.



jueves, octubre 23

 
LLueve
Me encanta la lluvia. Y bajar la basura en pantalón corto y chancletas sólo para sentir como el frio eriza mi piel. Y el beso de cada gota que se clava en mí. Helada. Me encanta la lluvia, pero cuando está fuera, no dentro de mi. Porque entonces me agota, y quiero tirar la toalla incluso antes de que aparezca la primera nube. Porque a veces la lluvia se parece demasiado al paso del tiempo. Que en ocasiones vuela, y otras se hace eterno. Y creo que depende mucho de si el tiempo pasa fuera o dentro de mi. Como la lluvia. Ahora llueve fuera, y las aceras brillan, todo se limpia, las hojas lanzan destellos a la luna desde los árboles, y el aire sabe tan limpio que no huele a nada más que a tierra mojada. Pero si llueve dentro de mi cabeza, lo veo todo sucio, tanto que no soy capaz de distinguir nada a un palmo de mi nariz, como si se me empañaran las gafas. Dicen que todo acaba cansando con el tiempo. Incluso la lluvia. Pero yo sólo me harto de lo que sucede dentro de mi.



Discover Prince & The Revolution!

miércoles, octubre 22

 
Interruptores.
A veces alguien me habla y suena un click en mi interior, como si un interruptor se encendiera o se apagara. Cuando se enciende, conecto, me engancho, es como cabalgar sobre la cresta de una ola que te lleva camino de una playa donde la arena no quema y el viento sopla fresco, limpiándote por fuera y por dentro. En cambio, cuando el interruptor se apaga, me cierro e inmediatamente me alejo, como si me dejara arrastrar por las olas mar adentro, apartándome cada vez más de la orilla. Como un náufrago a quien se ha llevado la marea. O la resaca. Y como un náufrago, sólo me queda callar y ponerme a pensar.



(Mil besos y mil te quieros por las sesiones de diván, café, sonrisas regaladas y palabras que abrazan. Es que tengo una psicóloga que no me la merezco. De verdad. Además es todo corazón. Y qué cuerpazo. Y qué voz. Pero qué rebonica es, por dios. Tiembla, Vonda Sheppard).


domingo, octubre 19

 
Últimamente creo que me estoy volviendo indiferente a todo. Incluso a mí mismo. No me hablo, no me escucho, no me abrazo, no me apetece pasear. Ni siquiera comer conmigo. Y estoy un poco preocupado, porque lo opuesto al amor no es el odio. Es la indiferencia. Y creo que eso es lo que empiezo a sentir por mi. Supongo que ha llegado la hora de pedirme un baile a la luz de la luna llena, a ver si me pillo en horas bajas y me enamoro otra vez. De mí.



miércoles, octubre 15

 
A diario, existe un instante especial. Ese momento que separa el día de la noche, en que los sueños se convierten en realidad. Y no tienen porqué ser necesariamente sueños buenos. Ni malos. Simplemente sueños. Y quizás tampoco se conviertan en realidad, pero se antojan tan vivos, que podrían estarnos sucediendo. A mí también me ha pasado.
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Una vez más nos envuelve un día de otoño que se ha disfrazado de primavera. En la plaza, las puertas de los balcones y las ventanas están, en su mayoría, abiertas de par en par. Las cortinas vuelan brillando al sol, mecidas por una brisa que sabe a carne y a leña quemada. Y que ventila cada rincón, cada poro de mi piel. Un guitarrista venido a menos se desvive imitando a Tracy Chapman y recoge el éxito con una sonrisa, en su gorra, efímero éxito con forma de moneda. No hay pájaros, ni coches, ni grillos que enturbien este silencio con su improvisada banda sonora. Me arropo encantado con cada una de las palabras. Con cada una de las risas. Aprendo tanto. Aprendo que tuve poca juventud, y ahora la he de revivir. O hacer ver que la revivo. Y que fracasar, o cometer un error, siempre es mucho mejor que no haber nunca tenido el valor de intentar cambiar. Sentado cómodamente en una incomodísima silla de aluminio, en la terraza de un bar, me envuelve el aroma del café y me pregunto si la pinza birmana será un instrumento de tortura. Escucho, me refresco, y observo las cortinas bailando a mi alrededor, y a las ventanas mecer sus hojas. Una señora muy mayor, y tan delgada que parece que vaya a llevársela el viento, se aferra a la barandilla del balcón con todas sus fuerzas, como quien se aferra a la esperanza. O a la vida. A su esperanza. Porque a veces lo que esperamos es la única razón que nos mantiene vivos, en pié, agarrados a la vida con uñas y dientes, esperando. Esperar es soñar con un nuevo comienzo. Y no hacerlo quizás suponga volverse loco. O quizás no, pero por si acaso, mejor seguir soñando. Aunque a veces nos de miedo que algún sueño pueda convertirse en realidad. A mí también me ha pasado.



martes, octubre 14

 
Luna llena
Esta noche la luna se disfraza de nube. El otoño de primavera. Y el deseo de nostalgia. Porque a veces nada parece lo que en realidad es. Y me dejo vencer por el sueño. Como quien se sumerge en una bañera sólo para sentir como el agua amortigua el sonido de la realidad y lo aisla del mundo. Del ruido de la vida. Y en el silencio disfrazado, imagino a qué sabe tu lengua. Cuánto rozan tus palabras. Dónde incidirá (si incide) la caricia de tu mirada. Cómo arrullarán tus gemidos. Y me pregunto cuándo. Disfrazado de nube, de primavera y de nostalgia, en una noche de luna llena de otoño. Y deseo.

lunes, octubre 13

 
Por fin lunes.
Hoy queria escribir un post contando cuánto te deseo. Pero no encuentro palabras que me ayuden a describirlo. O quizás las encuentro, pero no me parecen adecuadas. Demasiado sosas, o explícitas, o neutras a veces. No sé, mejor otro día lo intento.
Este ha sido un (otro) fin de semana patético. Y lo que más me preocupa no es el hecho de tener fines de semana desesperantes. Lo que me inquieta es que me estoy empezando a acostumbrar. Quizás porque pienso que en el fondo no obtengo más que lo que me merezco. Y hace tiempo que llego a la conclusión de que nadie es capaz de hacerme más daño que el que yo mismo me puedo provocar. Y este pensamiento me incomoda, porque sé que cuando yo me pongo a hacer algo, lo hago a la perfección. Porque si no, no me pongo. Y eso augura un aumento de tristeza domingo tras domingo. Desde este que ya de por sí, ha sido terrible.

sábado, octubre 11

 
Ya soy madre.
He dado a luz un hermoso limón. No ha sido un parto fácil, porque como soy así de chulo, me he negado a que me pusieran la epidural. Además el limón venia con dos vueltas de cordón y de culo (como la mayoría de cosas en esta vida). Al principio lo han intentado con los forceps, pero al ver que podían dejarle marcas, han decidido practicarme una cesárea. La verdad es que finalmente todo ha ido de maravilla. Madre e hijo estamos bien. Aunque me está empezando a dar la depresión post-parto, porque cuando le doy el pecho y erupta, me salpica en los ojos y me escuecen por la acidez. Por no hablar de las grietas en los pezones. O la de tiempo que hace que no duermo dos horas seguidas. La verdad es que a mí, para este berenjenal, nadie me había preparado. Pero ni de lejos. Aunque por otro lado, reconforta tanto el hecho de pensar que ya tengo a alguien que el día de mañana, cuando no pueda valerme por mí mismo, me meterá en un asilo, que compensa tanto sufrimiento, de verdad.

jueves, octubre 9

 
Lunes-miércoles.
Suena la alarma del reloj de pulsera. Abro los ojos, pero sólo me despierta el contacto del frio suelo de la mañana que tanto odio. Me pondría los calcetines del día anterior para evitarlo, si supiera dónde los dejé. Me dirijo a la cocina perseguido aún por los fantasmas de la noche, por los recuerdos, por tus letras, por tus canciones. Abro el frigorífico y una luz triste y azul lo invade absolutamente todo. Incluso la cocina. Y ocultándose tras ella, aparecen nuevas sombras que nunca había visto. Quizás sólo estén de paso (me digo). Desparramo todo lo que encuentro en la nevera sobre el mármol, para luego volverlo a recoger. De nuevo, no tengo hambre. Intento sin éxito obligarme a comer algo. Sólo pensar en el desayuno me provoca arcadas. Y me estoy empezando a preocupar. A ver si resultará que estoy embarazado. Voy a colocar de nuevo la leche en su sitio, pero me distraigo leyendo la etiqueta del tetrabrik: "Una vez abierto conservar en el frigorífico a menos de 4ºC". Como el amor, que una vez abierto, o lo conservas, o se te pudre en las manos. Supongo que el amor es la leche (conclusión probablemente debida a un bajón de azucar). Suena el teléfono. Una chica me da los buenos dias, me dice que su nombre es Marta y llama de Orange. Me pregunta si conozco sus productos. Cuelgo. Ni los conozco, ni me apetece hacerlo. Yo creo que los miércoles, Orange, el amor, la leche y los desayunos, deberían estar prohibidos. Eso para empezar.

miércoles, octubre 8

 
Soy una botella
Y observo el mundo a través de un permanente filtro color lapislázuli. La convexidad de mi cuerpo hace que todo a mi alrededor parezca reflejarse en mí como si yo fuera una bola de navidad. Y me incomoda tener que llevar siempre abierta esta enorme boca que ningún corcho, habido o por haber, podría taponar. Admiro tu conversación. Tus consejos. Vuestros juegos de palabras. Los roces de manos. Siento envidia del postre, porque quiero ser comida, no besada. Y adoro cuando le pides permiso al camarero para robarme. Porque quiero ser tuya. Y que me conviertas en mensajera de tus secretos. Y que me arrojes al mar. Sé que flotaré para siempre, mar adentro, guardando muy dentro de mí cada perla, cada lágrima, cada letra, cada susurro, cada sonrisa, cada botón, cada beso, cada abrazo, cada canción. Cada palabra.



martes, octubre 7

 
No sé porqué, hoy me he levantado de muy mala leche. No cansado, ni asqueado. Ni siquiera en un estado permanente de odio. Simplemente cabreado conmigo mismo. Porque sé que la solución a todos mis problemas está en mis manos. Pero a veces parece que alguien me las haya amputado. O quizás será que prefiero caminar cuesta abajo, en lugar de enfilar por las pendientes. Porque es más facil dejarte llevar por la inercia, aunque te resbalen las chanclas. Caminas a paso rápido y no te cansas.
También estoy cabreado porque creo que ya no me interesa el sexo, a parte del que practico conmigo mismo. Vaya mierda. ¿¿¿Alguien sabe cómo se cambia la cabecera de un blog???





The cranberries

Linger.

Si tú, si tú pudieras volver
No dejes que se queme, no lo dejes apagar
Estoy segura de que no he sido ruda
Pero es sólo tu actitud
Me estás apartando
Se está arruinando todo
Y juré, juré que sería sincera
Y cariño así lo hice


domingo, octubre 5

 
Sobre fines de semana y cadenas.
Dicen que las cadenas siempre se rompen por el eslabón más débil. Lo que me jode es que el eslabón más débil siempre soy yo.

viernes, octubre 3

 
Porque sueño, no estoy loco.

Porque sueño, yo no lo estoy.

[Leolo]

A veces siento que nace y crece, en mitad de mi propio cuerpo, una especie de cordón umbilical que me une a alguien. Y me une tanto que podria palpar su propia piel por dentro. Y me invaden sus penas. Y sus carcajadas. Sus besos con labios. Sus vasos de vino. Rojos. Sus rincones. Sus películas favoritas. Y lloro y rio. Con ganas. En la distancia inexistente, aferrado a sus piernas y a las caricias en el pelo. Y soy feliz.

Porque a veces sueño, creo que aún no me he vuelto loco.

Porque sueño, creo que aún no lo estoy.


FIX YOU

ARREGLARTE (SUJETARTE)

Coldplay


Cuando lo intentas todo sin éxito,

cuando obtienes lo que quieres pero no lo que necesitas,

cuando te sientes tan cansada que no puedes dormir.

Atascada en marcha atrás.

Y las lágrimas se deslizan por tu rostro,

cuando pierdes algo que no puedes reemplazar,

cuando amas a alguien, pero se desperdicia,

podría ser peor?


Las luces te guiarán a casa

Y encenderán tus huesos.

Y yo intentaré arreglarte (sujetarte).


Y bien arriba, o bien abajo

Cuando estas demasiado enamorada como para dejarlo ir.

Pero si nunca lo intentas, nunca sabrás

lo que realmente vales.


Las luces te guiarán a casa.

Y encenderán tus huesos.

Y yo intentaré arreglarte (sujetarte).



Las lágrimas se deslizan por tu rostro,

cuando pierdes algo que no puedes reemplazar.

Las lágrimas se deslizan por tu rostro,

y yo...
Las lágrimas se deslizan por tu rostro,


prometo aprender de mis errores.

Las lágrimas se deslizan por tu rostro,

y yo...


Las luces te guiarán a casa.

Y encenderán tus huesos.

Y yo intentaré arreglarte (y sujetarte).


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