viernes, noviembre 28

 
Hoy me ha dicho dios que no cree en mi. Y me he sentido bien. Algo así como liberado. Porque yo tampoco creo en él.

Pero en ti sí creo. Y en el brillo del alma. Y en sonreir al viento. Y en caminar aunque no brillen las estrellas. Y en enceder. Aunque no prendan las velas de esta tarta que es la vida (un pastel, vamos)

Feliz cumpleaños.


miércoles, noviembre 26

 
La doctora Meredith Grey sube al púlpito, en la capilla, mira al suelo y murmura: se acabó, pueden irse a casa. Se acabó.
Y realmente parece que todo acaba. Porque la gente se levanta de los asientos y abandona la ceremonia.

-Se ha ido, no puede haberse ido. Se ha llevado sus cd's. Sus libros. Se lo ha llevado todo. Vaya. Soy libre. Soy libre - Y llora.

Hoy casi se me casa -de nuevo- la china, y con las cejas pintadas que iba. (Me asustan las personas con las cejas pintadas).

Porque a veces el precio de la libertad es el dolor. Mucho dolor.
Pero, sinceramente, cada vez estoy más convencido de que merece la pena.

Porque somos levedad.
Y empiezo a estar harto de parchear mi vida, de colocarme tiritas que sé que no van a curarme. De justificar lo injustificable. De perdonar lo imperdonable. De dar besos sin querer. Sé que mañana (quizás) se me pasará, pero hoy, la verdad es que que lo enviaba todo a la mierda. Y me quedaba en la gloria.

("Sonrio al viento porque en él huelo el humo del incendio".
A veces me siento un poco triste cuando encuentro mis propias palabras en las canciones de otros, pero es una tristeza reconfortante. Como de estar acompañado. Mal de muchos... consuelo de mocos).




lunes, noviembre 24

 
Desde que me ha dado por reciclar, me paso como media hora delante de los contenedores clasificando el contenido de las bolsas. Y como tengo la manía de bajar en pantalón corto, camiseta y chancletas, noto que la gente tiene tendencia a apartarse de mí. Como si tuviera en mi interior un imán invertido, deben sentirse repelidos, porque cambian de acera. Todo el mundo, excepto un señor con traje azul y corbata que hoy me ha pedido que le ayudara a empujar el coche, decia que se había quedado sin bateria. El pobre, o iba completamente borracho, o arrastraba mucho las erres. Había convencido ya a dos chicos africanos. Le faltaba una tercera alma caritativa, y como al parecer no encontró ninguna, me lo pidió a mí. Mientras empujábamos, los tres nos hemos partido, porque cuando habíamos conseguido que el coche fuera a toda velocidad, el tio no era capaz de poner la segunda y arrancar. "Este, lo que quiere es ahorrarse la gasolina", decia el que tenia al lado. Y me ha dado un ataque de risa que me ha obligado a dejar de empujar. Al momento, el coche se ha puesto en marcha, y el señor del traje se ha largado sin decir adios. Ni ahí te pudras. Los dos chicos han venido a ver si estaba bien, aún riendo. Les he dicho que sí. Nos hemos dado la mano y un amago de abrazo. Y me ha parecido tan increible que empujar un coche con chancletas provoque abrazos, y que en cambio reciclar basura con la misma pinta, haga cambiar a la gente de acera, que he decidido escribir este post, para recordar que debo abrazar a todos los que me encuentre con chancletas y pantalón corto en la acera, clasificando desperdicios. Porque probablemente, seré yo mismo.



miércoles, noviembre 19

 
Historia pasional.
Hace un tiempo que estoy viviendo en el curro una historia de lo más pasional. Nos encontramos siempre en la misma esquina, a la misma hora. Nos miramos a los ojos, nos tocamos, ella me habla y aunque no entiendo absolutamente nada de lo que cuenta, la miro embobado y me encanta, porque lo dice todo con una seguridad tal, que siempre me deja sin palabras. Sin duda es el amor que hace tanto que buscaba. Y siento por ella algo que nunca había sentido por nadie. No sé si llamarlo arrebato, delirio, entusiasmo o frenesí. Es como una especie de predilección y anhelo por estar a su lado. Por descifrar su enigma y desvelar todo el misterio que la rodea. Si la miro a los ojos, me ciega su resplandor y pierdo el mundo de vista. Y además es una chica con criterio, porque a veces sin venir a cuento, me dice que tengo una cola de impresión. Me pregunto cómo lo sabrá. Y no sólo me manda correos electrónicos. Además copia y escanea. A ver si mañana consigo que me envíe un fax. Porque creo que es la fotocopiadora de mi vida. Cualquier día le pido que me pase su URL, y formalizamos nuestra relación, que no quiero que piense que me enamoro de la primera que me grapa bien un documento. Que yo soy un chico formal.

lunes, noviembre 17

 
Vive la vida como si se tratara de un sueño que nunca termina. Pero que se olvida con el tiempo.
A veces lloro y rio a la vez. Porque veo bailar a un ángel. A veces no hay mástil que amarre la voz de una sirena, quizás porque nada ni nadie conseguirá nunca callar un corazón que canta. Ni huír de él. A veces abrazamos con el alma. Besamos con los dedos. Bailamos con el corazón. Derramamos una copa de vino y se nos mojan las palabras. Pero no la tristeza que canta a la alegría. A veces un trébol de tres hojas no necesita de una cuarta para invocar a la buena suerte. A veces tres tristes tigres buscan trigo en un trigal que quizás ya no sea fértil. Pero qué más da. Porque ese a veces, ha sido hoy. Y a quien nos lo quite, le partimos la boca, y las ganas de gritar. Ganas de congelar mi vida en un efímero aliento de esperanza. La que veré crecer. Dentro de mis sueños. Interrumpidos por la incertidumbre. Acariciados por la luz de un nuevo día. Por ti. Por vosotras. Por lo que está por venir sin que tú (ni yo) ni nadie lo sepa o llegue nunca a saberlo. Porque el deseo lo puede todo y vence a todo lo vencido. Y los sueños no tienen reglas. Porque lo digo yo. Y porque sí.


Post escrito a cuatro manos y tres corazones. Un viernes a las tantas de la madrugada. Dios, yo quiero más!

jueves, noviembre 13

 
BIBA la BIDA!
Cuando crees que tienes el mundo en las yemas de los dedos. Te lo fumas y toses. Enciendes una historia como quien enciende un cigarrillo. Fumas y toses. Alzas una botella como quien divide los males. Te la bebes y toses. Porque cuando la vida es efímera, te la bebes, te la fumas y toses. Y te sientes tan mareado, y te parece que estás tan bien, que te invade el deseo de fumartela y bebértela de nuevo. Aunque sepas que te construyes sobre pilares de sal y arena. Y que irremediablemente vas a toser. Y desear de nuevo bebertela y fumartela. Sobre castillos de arena. ¿Qué más podría pedirse? ¿Quizás una palmadita en la espalda? por si te da un ataque de tos. O quizás no. A ver si me da uno de los buenos, y me muero de una puta vez. Que te estoy dejando sin cervezas y sin tabaco. Y mañana (hoy) te cagarás en mi (y con razón, corazón). En cualquier caso, que sepas que te quiero.


martes, noviembre 11

 
Hoy
Hoy no es lunes. Ni martes. Hoy es miércoles porque lo digo yo. Porque a mí me da la gana. Porque sólo yo soy dueño de mi tiempo y a mí no me dice nadie en qué día vivo o en qué día debería vivir. Hoy es miércoles, porque sueño con la felicidad. A pesar de que no creo en los cuentos de hadas, pero sí ciegamente en ellas, en las hadas. En todas las que conozco y en las que he conocido. Y también es jueves porque me encanta la fondue de queso y entender que si sueño, no estoy loco. Y viernes. Por la juerga desenfrenada de pizzas, vino, y parchís hasta altas horas de la madrugada. Hoy es todos los días de la semana, menos domingo, lunes o martes. Y menos mal. Porque necesito volver a nacer, aunque sea por un rato. Pero esta vez solo, sin venir de nadie. Y sin que nadie tenga que venir de mí. Sin familia. Sin un lugar concreto donde vivir o morir. Efímeramente libre. Porque sólo quiero encontrarme para luego volver a perderme, pero porque a mí me de la gana perderme. O no. Pero porque sí.



sábado, noviembre 8

 
Sobre las circunstancias.
A menudo, me hago heridas durante el día y no reparo en ellas hasta que llega la noche. Y las descubro, no porque molesten, sino porque sigo el rastro de sangre que han ido dejando. Pero en cuanto las encuentro empiezan a escocer. Y a veces pienso que no todas las heridas son tan superficiales como parecen a primera vista. Incluso hay algunas que son mas profundas de lo que nosotros pensamos. Esas son las peores, porque nos cogen por sorpresa, y duelen terriblemente cuando apagas la luz y te metes en la cama, o cuando te sumerges en un baño de agua caliente. Y la única forma de curar esas heridas es encontrar la verdadera causa del dolor. Hay que hurgar en ellas. Con las uñas. Con los dientes. Con todo cuanto esté en nuestra mano. Aunque eso produzca mucha más angustia. Y cuando encuentras la fuente de tanto dolor, debes respirar hondo y arrancarla a sabiendas de que eso va a dolerte más, incluso hasta un punto que quizás no puedas soportar. Porque esa es la única forma de curarse para siempre. Porque sólo cuando te ponen a prueba las heridas que cada día se aferran a la piel de tu alma, descubres quien puedes llegar a ser. Lo que puedes llegar a aguantar. Lo que puedes llegar a llorar. O a reir. Lo que puedes llegar a vivir. Más allá de la angustia y el dolor que a veces la misma vida te pueda producir.
Todo esto es pura teoría, porque en la práctica, no hago más que ponerme tiritas en las heridas esperando que salga el sol por donde quiera. Y así me va.


miércoles, noviembre 5

 

Hay días que están cargados de lágrimas. Qué digo días, a veces parece que son semanas enteras. Pero son lágrimas que no nacen en los ojos, sino directamente en el estómago. Y puedo sentir como crecen, suben por la garganta y se desbordan. Provocando una tristeza como de tormenta que nace del interior, pero al mismo tiempo te cae encima como un diluvio. Incluso diría que podría ser una tristeza dulce, como la misma lluvia. O quizás agridulce, como cuando un niño perdido te sonrie desamparado mirandote directamente a los ojos. Y te ves reflejado en ellos y deformado en sus pupilas. Creo que un día de estos dejaré de ver Anatomia de Grey. Decididamente, llorar y reir al mismo tiempo no me sienta nada bien.




lunes, noviembre 3

 
Uno más (o menos). Porque todos los finales son el mismo repetido.
Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Pues yo llevaré tropezando como 52 veces al año y la verdad es que no hay para tanto. Al final te acostumbras. Y acabas confiando en tu armadura. Yo las tengo de todas las formas, estilos y colores: modelo imperio, cuello cisne, manga de vuelo con encajes, palabra de telojuroporsnoopy, manta que anda de felpa, hasta tengo una al estilo capa cuello-tobillo con gorro de sherlok holmes y calcetines de rombos a juego. Un lujazo de guardarropa, en lo que a armaduras se refiere, claro está.



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