miércoles, agosto 30

 
Se abre el telón.
Se ve a una chica meando.
Se cierra el telón.
¿Cómo se llama la película?

LA JOVEN DES-AGUA.

Sí, vale, que debería follar más y desvariar menos. Ya.

martes, agosto 29

 
Aprovechando los últimos días de rebajas, me he comprado unas botas rojas, un pantalón pirata amarillo fosforescente, una camiseta de malla en color fucsia y un sombrero verde con plumas de guacamayo. Ahora, a ver quien tiene güevos de decir que soy invisible.

lunes, agosto 28

 
Cuando salgo a correr, a veces se me ocurre algún tema para escribir un post. Pero hoy no ha habido forma humana de concentrarse porque ha venido conmigo una chica con una trenza morena muy larga, un top rojo y un pantalón muy cortito, del mismo color. Y no sé cómo, se me ha pasado el tiempo volando. Bueno, la verdad es que sí sé como: he estado tratando de imaginarla con una mochila en la espalda, para hacerme la ilusión de que me estaba fugando con Lara Croft; y la verdad es que sólo nos faltaba ir armados hasta las cejas y que nos persiguiera un tigre. Aunque igual, por tal y como la miraba, ella se ha pensado que el tigre era yo y por eso corría que se las pelaba. Que ahora mismo me molestan hasta las pestañas al parpadear. Total, pues eso, que hoy no se me ha ocurrido nada para escribir un post.

sábado, agosto 26

 
Vemos tantas cosas, y tan crudas, que a veces cuesta digerirlas. Es como si la vida nos convirtiera, poco a poco, en celiacos de desdichas, y de repente, se nos indigestaran tanto como el gluten. Hace unos años recuerdo que me encantaban las películas de terror. Ahora no las puedo sufrir. Antes me acostaba temprano y me dejaba abducir por la noche; ahora me las paso sin dormir. Y las colecciono: tengo blancas, inocentes, desnudas como el alma; noches encendidas; noches que se apagan, entre susurros que queman la piel. Tengo tantas, pero tan pocas junto a ti. ¿Cuántas nos quedan por vivir?. Cierro los ojos de par en par. No puedo domir. ¿Cuántas noches mirando a los ojos de la luna? Pasando la vida hacia atrás, como se pasan las páginas del periódico de la mañana. Soñando despierto con acariciar, de nuevo, tu alma. Tan tuya; tan sola; tan llena; tan vacía; tan suya; tan desnuda. Y por delante, tantos días sin dormir; tantos momentos sin ti. Encuaderno mil y una páginas vacias. ¿Para qué? para poder tirarme a la basura con estilo. En fín, me voy a la cama. Felices desvelos.

viernes, agosto 25

 
Me visto de azul cuando estoy triste, y de rosa cuando te vas.
El día que me abandonaste,
me busqué un sitio mucho mejor,
aquella farola que se eleva
entre luces azules de neón.
a
La esquina del dolor. Desesperación.
a
El restaurante siempre está lleno
pero nadie ocupa la mesa del rincón.
No pueden soportar vernos
al trasluz de los parpadeos de neón.
a
En el rincón de la soledad. Desesperación.
a
Donde se acumulan los corazones rotos,
los que se dejan a su suerte, solos,
tiernos, en los cubos de basura,
cuando nadie puede soportar nada más,
y cuando todo te puede hacer de todo
menos abrazar.
a
Desesperación.

jueves, agosto 24

 
He llegado a la conclusión de que, ver pelis porno, es como cuando eres diabético y te meten en una pastelería.
Bueno, en realidad eso fue lo primero que sentí cuando Yolanda me llevó a un local lésbico que quedaba por chueca. Pero la verdad es que, con las pelis porno, tengo la misma sensación. Me envuelvo en esa especie de toma-dale-toma-aparta-quevoy. Como si viera la vida a través de la nariz de un indigente, pegada a un escaparate. Deseando. Con gruñidos en las tripas.

martes, agosto 22

 
Hoy me he despertado medio israelí y medio palestino. Así que, antes de desayunar, ya he decidido que será mejor dejar para otro día lo de depilarme las piernas. Me he perseguido por toda la casa, como si estuviera loco, que no lo estoy, que me lo han dicho los del seguro; me he lanzado unos cuantos misiles tierra-tierra-aire-tierra-toma, me he dado con una sartén en la cabeza. Me he sacado los ojos y me he escupido en las cuencas. Total, que ahora no veo un pimiento, y cada vez que oigo sonar esa especie de arpa del messenger anunciando que ha llegado un mensaje nuevo, intento darle a la tecla de intro para responder, pero no atino, y me da una rábia.

lunes, agosto 21

 
Desde hace unos días me dedico a tirar recuerdos. Suelo elegir los que estaban olvidados, parecen de otro, o tienen un extraño color. Así que cada mañana me dirijo al sótano y rebusco entre los cajones, en las cajas sin etiquetar; en los rincones más apartados de la memoria. He encontrado manuscritos de cuando yo pretendía ser woody allen. Una foto de E. Sus regalos de cumpleaños. Mis dibujos. Los apuntes de la carrera, qué pérdida de tiempo. Los he metido todos en una bolsa de basura de color naranja, que olía a limón; todos, excepto sus regalos. La he atado con fuerza, para que no escapen. Y pensaba que ahora, que ya casi no tengo recuerdos, merecería la pena vivir. Pero no lo tengo nada claro, no.

jueves, agosto 17

 
Una vez creí ser adolescente, inmortal, eterno; y entendí, por fin, las canciones de Joaquín Sabina. Otra vez me sentí jovial, eufórico, y me enganché a las melodías de Miguel Rios. Una vez me enamoré tanto que me lié, mano a mano, entre los acordes de Manolo García. Me invadieron amores que flotaban entre nenúfares de colores, en un estanque de libélulas azules.
Mi amor no es nada que pueda entenderse si no es cantando, charlando, bailando, o follando. Va y viene. Es todo para mi. Es todo lo que tengo, es lo que añoro cada noche. Nunca he deseado tanto a nadie.
Mi amor es un puzzle de besos robados a la luz de una bombilla azul, entre los rincones de esas habitaciones que elegimos para vivir moribundos, y de esas puertas que se cierran con pestillos que no acaban de funcionar.
Mi amor roza la pupila del alma con unos dedos que no cesan de gritar. Con ojos que se entornan pidiendo a cada instante que te sientas vivo y no dejes de vivir. Con cuerpos que se ondulan al ritmo del palpitar del corazón.
Mi amor es deseo. Y es intermitente. A veces está. Otras desaparace. Pom-Pom, pom-pom. Como el palpitar de un gran corazón. Como el palpitar del amor. A veces está. Otras no.

miércoles, agosto 16

 
Cuando llega esta época del año en que comienza a llover y refresca, me siento un poco nostálgico porque percibo que el verano ya ha pasado, como pasa una bocanada de aire fresco en un tunel, dejándote con la boca abierta, como atontado y consciente de todo lo que te acabas de perder. Y aunque he deseado que terminara tantas veces, durante estas asfixiantes noches de julio, ahora mismo no me alegro. Quien sabe cómo será el próximo verano. Un año más, no me hace la más mínima gracia. Y ahora, cuando ya ha anochecido, entre el estruendo amortiguado de truenos distantes y de relámpagos que rasgan la noche y la retina, abriéndola como el telón de un concierto; ordeno la casa, amontono los juguetes, los trastos, los cuentos, las miradas; me rodeo de revistas y de libros que nunca tendré tiempo de leer. Pongo esa canción que me envió Belén que habla de cuando sale el sol en su país, de días tristes, de que hoy es algo así, de sonrisas que parecen poesías. Enciendo una vela, porque parece que está a punto de irse la luz, las bombillas no paran de temblar, indecisas. Abro una cerveza, una ventana, y por fín, me siento solo, yo; tumbado en el sofá con el pc entre las piernas, dispuesto a leer y a escribir. Pero a veces la tranquilidad es tan grande que las respiraciones que me rodean se convierten en suspiros de fantasmas, y me dan ganas de levantarme corriendo, apagarlo todo, cerrar la puerta con un gran estruendo y huir. Para siempre, para no volver. La vida, a veces, te da un quiebro redondo, con el capote en la mano, y te enseña su parte dura, la matadora, la que clava banderillas con sonrisa triunfadora. Yo todavía no lo he aprendido a asimilar. Y empiezo a estar harto, de verdad.

domingo, agosto 13

 
Hasta que la noche no se digna a alcanzarme, mi cabeza, nublada por los colores del amanecer, aún bajo los efectos del alcohol, suele mostrarse displicente; tensar mi columna vertebral con la pericia del arquero y exagerar mis gestos, como si yo fuera alguien que se asfixia.
Nada más levantarme, mi habla es lenta, casi exasperante, estúpida. Y mis modales, los de un cerdo. Pero la experiencia me ha ido enseñando a matizar estos efectos, lo justo y necesario hasta llegar a la ducha.
Luego, el día transcurre diplomático, entre excusas, broncas y sonrisas.
Es al llegar la noche cuando surgen nuevas caras y amistades, de quienes me rodean porque me creen simpático y siempre de buen humor. Hasta que descubren la verdad. Que yo soy lo que soy: lo mismo que me levanto. Y luego, encima, vienen los años, que tampoco quiero aceptar, y deseo seguir siendo ese niño estúpido, libre, que se cree divertido, con capacidad de ser fuerte.
Pero me ha calado ya una especie de vejez prematura, las ganas de abandonarme, la madurez accidentada, la que envenena la sangre. Y una resaca llena de incendios en galicia, noches de insomnio y demasiadas cosas importantes en las que nunca pienso a la luz del día.
Y el alcohol, que antes dividía mi vida en trozos que podía digerir, como si fuera un enzima; pero que ahora la va mermando, como si se tratara de un virus sin vacuna.
Busco en la vida una diversión irreal que no tenga fin, exigiendo que cada noche sea una verdadera juerga nocturna. Pero a veces, como hoy, me atrapa una sensación de tristeza y de decepción. Porque me siento pirata sin navío y me aferro con las uñas de los pies a una tabla que zozobra. Y mi recuerdo se abraza al del timón del barco que nunca goberné.
Y ahora, ya, sólo pido paz. Y muerte. Y espero que me llegue antes de que me entren, de nuevo, ganas de vomitar.

jueves, agosto 10

 
En esta época del año, cuando llegan las tardes, el sol hace ver que desaparece y la calle se viste con una blusa de brisa fresca que huele a limpio, a recién puesta; entonces la gente empieza a aparecer, asomando primero la cabeza a través del portal, como defendiéndose del fuego enemigo y resoplando fuerte, quejándose del calor que ha hecho hoy para luego comentarlo con el primero que se cruza en su camino. Las salamandras salen de sus rincones para confundirse con el marrón de los ladrillos, y parece que hasta se pueda respirar sin correr el peligro de morir en el intento. Entonces, me pongo un pantalón corto, unas sandalias viejas, pero cómodas, y me voy a comprar el pan. Puede sonar a tontería, porque lo es, pero me encanta. Observo a la gente que me encuentro y me pregunto qué estarán pensando, cuáles son sus sueños; cómo habrán llegado hasta aquí, si estarán solos; si alguien les habrá escrito una carta de amor que guardan en el bolsillo de atrás; quizás no se atrevieron a leerla. La dependienta de la panadería es alta, con media melena oscura y tiene chispas en los ojos, también negros. Esta tarde lleva una bata blanca muy escotada por la que asoma un sujetador de encaje rojo, y está de buen humor, se le nota por el brio con que introduce las barras en las bolsas de papel, al otro lado del mostrador.

- ¿Qué quieres? - pregunta.
- "Comerte..." - pienso.
- ¡¿Que qué quieres?! - interroga, de nuevo, esta vez sonriendo...
- Joder -sonrio- una baguette, ¿qué voy a querer?".

lunes, agosto 7

 
Hay días en que no doy pie con bola. Me levanto tarde, tropiezo al bajar de la cama, se me enredan las piernas con las sábanas y mi aliento huele a vómito de gato. No me decido a afeitarme, por si detrás de la barba se oculta mi propia cara: vieja, decrépita, siesa. Hay días que si sonrio a las camareras, me miran con desprecio. Si regalo rosas, todas se antojan marchitas. Hay días en que respondo a un correo, eufórico, con toda la alegría, y se cagan en mi puta madre. Hay días que no doy pie con bola.

sábado, agosto 5

 
"Another head hangs lowly,
Child is slowly taken.
And the violence caused such silence,
Who are we mistaken?
But you see, it's not me,
it's not my family.
In your head,
in your head they are fighting,
With their tanks and their bombs,
And their bombs and their guns.
In your head, in your head,
they are crying...
In your head, in your head, Zombie. "
The cranberries.

viernes, agosto 4

 
mi alma está empezando a entumecerse, como cuando te sientas mal sobre una pierna, y luego te levantas cojeando. Sabes que el hormigueo dolerá, pero más volver a sentirla y no saber qué hacer con ella.

miércoles, agosto 2

 
IN - OUT.
Cada mañana me sucede lo mismo, hasta que el primer café no empieza a hacerme efecto, estoy como viviendo en otro mundo, como si aún no hubiera despertado y me enfrasco haciendo cuentas de todo lo que debo dejar de hacer por las noches. Dejar de beber; la cabeza me duele como si fuera a estallar; y creo que el hígado también. Dejar el sexo; que cualquier día me saldran pelos en la mano, o me quedaré ciego. Dejar el insomnio; que luego no hay quien me aguante...
Y así estaba yo, en la cola de los cafés, repasando mi lista de buenos propósitos matinales, cuando me he fijado en la falda de la chica que esperaba justo delante mio. Era larga, estrecha, estaba confeccionada con una tela color hueso y llevaba estampadas noticias antiguas: el hundimiento del Titanic, en 1912; el incendio del Hindenburg, en 1937; la explosión de Chernobyl, en 1986. Me he quedado absorto con la lectura. En un afan de ver mejor las columnas que describian los sucesos, no me he dado cuenta de que, poco a poco, me iba inclinando y bajaba cada vez más la cabeza. Hasta que un fuerte carraspeo me ha devuelto a este mundo y me he encontrado con la mirada de la chica clavada en mi nuca. Me ha preguntado en un perfecto inglés si no había visto nunca un culo. Y cuando le he contestado que no había visto nunca uno tan bien informado, me ha dicho que se hubiera sentido más halagada si hubiera mantenido el "In", "out". Le ha quedado tan bordado que me ha dejado sin palabras y no he caido en la cuenta de quedar con ella otro día, para tomar un café y seguir leyendo.

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