jueves, marzo 31

 
desvarios.
Ir al banco siempre lo ponía de los nervios, y más cuando se trataba de ir a pedir; se le daba fatal. Ese día se había afeitado con tanto esmero que se había cortado varias veces. Ahora, las heridas le molestaban al sentir la sangre seca rozar contra el cuello de la camisa; se había apretado demasiado el nudo de la corbata, no estaba acostumbrado a llevarla. Siempre que tenía que hacer el lazo, se acordaba de la que su madre solía ponerle de pequeño, los domingos, era a rayas azules y tenía una goma blanca que la ajustaba al cuello. Su hermana se divertía tirando de ella con fuerza y dejándola ir para que le diera en el cogote. La voz de la empleada del banco lo devolvió a ese mundo de baldosas especulares con borada gris y macetas de madera con plantas de plástico en que se encontraba esperando. Hacía un par de años habían renovado la decoración, eliminando las molestas e impersonales ventanillas y el cristal antibalas. Ahora, se atendía al público invitándolo a que se sentara en una cómoda silla, al otro lado de la mesa.
- Siguiente, por favor - dijo ella al aire, sin levantar la vista de la pantalla del ordenador. Le había costado tres meses, pero ahora ya era capaz de atender a un cliente, consultar su correo, leer el periódico y jugar al solitario. Todo al mismo tiempo y sin perderse.
- Buenos días.
- Buenos días, usted dirá, ¿qué desea?- increpó la mujer con el tono de quien no tiene tiempo que perder.
- Pues mire, venía a pedir un préstamo- susurró él, como si fuera un gran secreto que nadie más debiera saber.
- Muy bien (ya me imaginaba que venías a eso, encanto, con esa corbata tan ortera no vendrás a ligar... sí que empezamos bien el día, ya llevo tres como este, y sin desayunar!...). ¿Y dígame, para qué lo quiere?- preguntó mirándolo de arriba a abajo, por encima de las gafas de pasta de Armani.
- ¿Y a usted qué le importa? - volvió a susurrar el hombre inclinando la cabeza, arqueando las cejas y abriendo mucho los ojos, como si no entendiera a qué venía la pregunta.
- Pues mire, a mí me importa un pimiento (la verdad es que sólo me interesa saber si llegaré a fín de mes... Ostia, acaba de entrar un e-milio de Nacho, ¿a ver si otra vez...?), pero mi jefe me obliga a documentar cada operación de crédito que realizo, y debo cumplimentar este formulario. ¿Lee usted lo que pone aquí? (ahora dirá que no sabe leer, con esa cara... el diez de bastos irá debajo del once de oros...)
- Sí, hoy me he puesto las lentillas de ver de cerca- dijo él con una sonrisa forzada y levantando un poco el tono de voz. Sin duda empezaba a sentirse un poco incómodo con la situación- aquí pone: "objeto al que se destinará el importe del crédito"
- Ajá!- exclamó ella, con sarcasmo- y justo ahí es donde debo escribir a qué piensa usted dedicar el dinero que le prestará el banco (Vaya con Nacho, pues no se da por vencido el cabrón...).
- Verá, es que decírselo a usted me da un poco de corte...-dijo el cliente recorriendo con la mirada las montañitas de papeles que había sobre la mesa.
- No se procupe - lo tranquilizó la empleada- si le contara yo todo lo que han oido estas orejas que me dió mi madre (el cinco de copas sobre el seis de espadas...). Ayer, sin ir más lejos, un cliente de toda la vida, de muy buena família, vino a pedirnos dinero para comprarse un vestido de lagarterana y un billete a Cuba. Deja esposa, amante y cuatro hijos.
- Ya, pero es que lo mío es mucho más fuerte que eso- hizo una pausa para carraspear, pero ella no le dejó seguir.
- ¿Mucho más fuerte? ¿qué quiere hacer usted? ¿dedicarse a la política? (...¿y dónde pongo este tres de espadas?).
- No, no sería un buen político, nunca se me ha dado bien mentir, me ruborizo - aclaró él- necesito el dinero para una operación quirúrgica.
- ¿Quirúrgica? -la mujer dejó todo lo demás que estaba haciendo y se concentró en lo que le estaba contando aquel señor, de unos 40 años, que vestía un traje azul del Zara y una corbata amarilla, mal anudada, que estrangulaba el cuello de una camisa que un día fué blanca, llena ahora de rastros de sangre seca- ¿Y era eso lo que le daba tanto corte? ... Si el corte se lo darán luego, en el quirófano, jajaja, ¿lo pilla?... Vaya, perdón por el chiste malo. No debe usted preocuparse, el motivo de su solicitud es de lo más habitual.
- No crea usted que es tan normal -aclaró él, bajando de nuevo la voz hasta convertirla en un susurro- es que es una operación de sexo.
- ¿Quiere cambiárselo?- dijo ella también en voz baja, apoyándose sobre la mesa, para que sólo él pudiera oirla.
- No exactamente -siguió susurrando- lo que quiero es quitármelo.
-¡¿Quitárselo?! -gritó ella sin poderlo evitar. Todos en el banco se giraron para mirarlos. Ellos disimularon consultando el reloj de la pared. Cuando dejaron de ser observados, él siguió hablando en voz baja, apoyándose también sobre la mesa para acercarse más a ella. A esa distancia le pareció ver unos rastros de barba incipiente asomando bajo el maquillaje, pero la imagen se borró de su cabeza en cuanto se fijó en su escote.
- Sí, mire, he estado haciendo unos cálculos -el hombre sacó una cuartilla en la que se veía impresa una tabla que parecía un excel- y de las 720 horas que como promedio tiene cada mes, dedico:

horas .......... Actividad
180 ............. dormir (con o sin ronquidos)
160 ............. trabajar (con o sin resultados)
130 ............. familia (con o sin niños)
60 ............. comer (con o sin colesterol)
30 .............. desplazamientos (con o sin coche)
30 ............... bloggear/chatear
30 ............... aseo (contando depilarme el sobaco)
30 .............. leer (contando libros y revistas. El teletexto no vale)
20 .............. música (oir o interpretar, incluye leer a aka)
20 .............. necesidades fisiológicas varias.
15 .............. deporte.
8 ............. compras (incluye ir al Caprabo).
6 .............. mirar las musarañas y desvariar.
1 .............. follar (incluye el tiempo de romper el sobrecito del condón con los dientes...)
- ¿Ve a qué me refiero?- señaló la última línea golpeándola con el dedo y abrió mucho los ojos antes de seguir explicando- para doce horas al año, no vale la pena estar siempre pensando en lo mismo.
- Ya, hombre, visto así... -ella hizo una mueca con los labios, como de estar pensando, al tiempo que daba golpecitos con el bolígrafo sobre la mesa- ¿pero no le dará pena luego?...¿y si se arrepiente?
- Mire -aclaró él en tono convencido- hace tiempo que lo llevo pensando, y estoy decidido, estoy más que harto de no poder concentrarme en nada más; es que siempre estoy pensando en lo mismo. Y si eso me pasa ahora, no le digo nada cuando llegue el buen tiempo, que entonces, mires a donde mires sólo ves piernas, ombligos y tetas...
- Ya...- siguió encogiendo los labios hacia la derecha, como si quisiera dar a una suegra invisible un beso de compromiso- ¿y si fuera usted a ver a un psiquiatra? Conozco a uno bastante bueno.
- Ya fuí. - explicó levantando la mano derecha, como haciendo una señal de alto- Me dijo que la mejor forma de quitarme el sexo de la cabeza era follando, y me cobró sesenta euros. He intentado por todos los medios seguir su consejo, pero es que no hay manera, oiga.
- Mire, ahora que lo dice -confesó ella recostándose sobre la silla- la verdad es que a mí tampoco me luce mucho el pelo últimamente.
- Y eso que usted es una mujer -dijo el cliente moviendo la mano como si quisiera secarse la manicura.
- ¿Y qué quiere decir con eso?
Él se sonrojó, carraspeó y explicó en voz baja:
- siempre he pensado que si yo fuera una mujer me iba a pasar todo el día follando.
- Ya -ahora los dos susurraban- yo también pensaba así cuando era un hombre, por eso me hice la operación de cambio de sexo, pero ha sido para peor.
- ¿Cambio de sexo? ¿Qué me dice?
- Sí, verá, resulta que tuve una época de incertidumbres esotéricas varias, y un día decidí que quería dejar de ser hombre, que no me iba el rollo ese de ir siempre persiguiendo a todas por la calle y babeando mirando culitos, que quería ver la vida desde otra perspectiva -hizo una pausa para beber de una botella de Font-vella que escondía en un cajón- pero resulta que después de haberme cambiado de sexo, me dí cuenta de que me seguían gustando las mujeres, ¡que resulta que el sexo se lleva en la cabeza y no entre las piernas! Tras unas desagradables experiencias sexuales (que incluyen al torpe de Nacho), he comprobado que no soporto a los hombres en la cama; son tan brutos, tan peludos y sudan tanto ! ... así que ahora soy lesbiana.
- Pues vaya faena.
- No, si lo llevo bien; ahora, entre otras cosas, puedo mear sin poner perdido el baño. Si no fuera por el tema del sexo, todo sería perfecto. Porque, ¿sabe? he descubierto que sigo babeando cuando veo culitos por la calle, pero resulta que ahora follo mucho menos que antes.
- ¿Qué me dice?- el cliente abrió de nuevo mucho los ojos, como sorprendido- ¿y eso porqué es?
- Es sencillo. Calcule, calcule usted las probabilidades que tengo yo ahora de pillar.
- Pues no sé, me coge usted sin datos.
- No hay que hacer muchos números -aclaró ella subiéndose las gafas con el dedo índice- aproximadamente el 25% de las mujeres son lesbianas o practican el lesbianismo esporádicamente. Así que ahora tengo un 75% menos de probabilidades de follar que antes de la operación.
- Vaya, eso da que pensar -recapacitó él recostándose sobre la silla-... ¿quiere decir que después de la operación aún voy a follar menos?
- Es usted todo un lince, las pesca al vuelo...¿a usted qué le parece, si se la cortan qué va a hacer? ¿escribir poesías hasta correrse, como Santa Teresa?
- Ya, en eso no había caido -volvió a apoyarse sobre la mesa para susurrar- oiga, ¿y no será que ahora follo tan poco porque me estoy dedicando a echar los tejos a la parte de la población que no debo?... porque ... ¿y si me hago bisexual? ¿tendré más probabilidades, no?
- Con esa cara lo dudo, corazón -dijo ella, un poco cansada ya de la conversación y con ganas de volver al mensaje de Nacho para poder enviarlo, por enésima vez, a la mierda.
- Pues ahora que lo dice...igual va a ser por eso... ¿y si me opero la cara y me pongo la de Brad Pitt?
- ¿Puedo darle a usted el consejo que a mí nunca me dieron? -dijo la empleada mirándole a los ojos mientras ponía de nuevo las manos sobre el teclado.
- Claro -se fijó con interés en sus labios.
- Mire, vaya usted a alquilar una peli porno, hágase una pajilla y déjese de tonterías de operaciones, que esas cosas son irreversibles... no sabe usted lo que daría yo ahora mismo por tener una polla como la suya entre las piernas.
- ¿Es una proposición?
- ¡¡¡Quite, quite!!! (¡hombres!...siempre pensando en lo mismo...los tendrían que capar a todos...) A ver, ¡¡¡el siguiente!!!

martes, marzo 29

 
sobre principios y finales.
Cada vez que empiezo una libreta nueva me viene a la cabeza aquella frase de mi abuela: "los finales son menos divertidos que los princípios". Y sé que llegará el momento en que me sorprenderé al abrirla y comprobar que las últimas hojas están llenas de garabatos, de caligrafía desproporcionada, de tachones de colores y de manchas de café con leche; pero eso sí, la primera página me ha quedado inmaculada.

lunes, marzo 28

 
De perros, elefantes y circunstancias.
De un tiempo a esta parte me ha dado por dedicarme a mis sudores. Entre semana corro solo, pero algunos domingos coincido con alguien y casi sin quererlo ni beberlo, compartimos esfuerzos, angustias, alegrias, fracasos y gargajos.
Hacía semanas que nos cruzábamos, entre lluvia, sol, nubes, Dayna Kurtz en mp3 y sueños de papel. Un leve saludo con la cabeza había siempre bastado para hacernos saber que nos habíamos visto. Hoy resulta que el destino ha querido que lleváramos caminos paralelos.
A mí me gusta correr solo, así que no sabía muy bien qué hacer ni qué decir cuando esos rizos dorados han decidido marcar el camino que debían seguir mis rodillas.
Sin saber muy bien como, nos hemos encontrado paseando, hombro contra hombro, al trote, pierna contra pierna, entre casas construidas por amantes del collage de mil colores, con trozos de vidas, con planos dibujados por sueños que, sin duda, cambiaban a diario, y con ellos la forma de los edificios, y probablemente también de sus vidas. Tras las ridículas vallas que las envolvían, saltaban perros que mostraban su mala leche a nuestro paso, ladrando, babeando, y volviendo a ladrar. Prudentemente, nos manteníamos alejados de ellos mientras nuestras piernas marcaban el rumbo a seguir. Corríamos ausentes, concentrándonos en el ritmo de nuestra respiración y en el compás que marcaban nuestras zapatillas contra el suelo.
- Nunca he entendido porqué esos perros no saltan simplemente esas vallas que nos llegan a la cintura y se largan a vivir su vida, aunque sólo sea para hacer eso que tanto parecen desear: mordernos el culo. No sé a qué esperan.
- no sabes porqué?
- no.
- pues por la misma razón yo sigo viviendo mi vida, aunque no me encante. El mismo motivo que evita que los elefantes de un circo salgan corriendo.
- qué quieres decir? (otra que es una experta en cambiar de tema ?).
- no has estado nunca en un circo?
- si, claro que he estado en un circo (sí, es una experta).
- y recuerdas a esos elefantes, enormes, atados por una pierna a una ridícula estaca?
- sí (es una experta, pero hay momentos en que sólo puedes vomitar monosílabos si quieres seguir respirando y viviendo).
- nunca te has preguntado porqué no tiran simplemente de la pata y arrancan la cuerda o la estaca?
- si, ¿sabes tú porqué?
- sí que lo sé, o al menos lo imagino: porque los ataron ahí cuando eran pequeños, y tras varios intentos se dieron por vencidos, a su edad la estaca era más fuerte que ellos, igual que les pasó a los perros que nos cruzamos en el camino. Se enfrentaron con la valla cuando eran demasiado pequeños y ahora ya ni siquiera lo intentan. Porque imaginan que su esfuerzo será en vano.
- Vaya, eso suena a lo que les pasa a muchas personas.
- A mí me pasa.

Nos miramos y seguimos jadeando camino arriba.
- Otro día hablamos de Darwin, ¿vale?.
- ¿Darwin?
- El de la selección natural. No tienes el ¿BUP?¿y internét?.- me miró sonriendo burlona- otro día hablamos de las vallas vacias, de las casas sin perro. De los perros que consiguieron saltar la valla.
- Vale, otro día hablamos. Cuidate.
- Tú también.

Espero que coincidamos el domingo que viene, me tiene en ascuas.

domingo, marzo 27

 
No
No creo que sea culpa de la primavera. Tampoco creo que todo se escriba según el mes en que nací, no va a ser todo tan facil como decir "es que estos géminis...". Así que va a ser del riego.
Hoy hace algo más de 6 años, y sólo las violetas saben cuánto la he llorado, cuántos arañazos en el cristal de la ventana, cuantas noches sorbiendo desesperos, cuantas lunas ahogando desconsuelos, cuantos días dibujando surcos color carmín en mi pecho, aullando al sol y al viento, como un sioux de todo a cien.
Sólo el sol, la luna y las violetas lo saben.
Su madre dijo que fue un mal malo, yo digo que fue la vida, que tiene mala sangre y siempre sabe por dónde cogerte para hacerte daño.
Y así sigo, engañándome, jugado a ser feliz y, gracias al cielo, tú me ayudas. No sé qué haría sin tí.
El sueño nunca muere si me meces contra tu pecho, el reloj siempre miente si me lo quitas y no le das cuerda. Nunca perderé la fé, nunca, porque nunca la tuve, sólo creo en tí.

jueves, marzo 24

 
Supongo
Supongo... bueno, estoy seguro de que no soy tan bueno como pienso rebuscando en los containers del cariño, en seguida creo que encuentro lo que busco y me lo meto en el bolsillo, sin pararme a mirar qué color tiene, ni si quiere, ni si quiero, ni si está enfermo, ni si huele a podrido, ni si está bañado, ni si sólo sexo.
Y si sólo sexo, me parece bien, pero dílo antes, para que me haga a la idea y luego no me duela. Y hasta aquí no hay nada extraño, lo he estado haciendo toda la vida; lo malo es que me estoy acostumbrando a equivocarme y ni siquiera lo siento, ni me doy pena, ni rabia, ni asco, ni miedo. Y sí, he aprendido a vivir con el poco cariño que ya tengo, con el amor de días impares que caen en bisiestos. Y aunque a veces tiendo a distraerme, a perderme rebuscando, a ilusionarme creyendo que encontrando... a pesar de ello, la verdad es que me gusta el amor que tengo: me enciende la luz cuando me pierdo, me cuenta cuentos cuando no tengo sueño y me da besos cuando menos me lo espero. Es un amor color violeta, de los que crecen en el desierto.

lunes, marzo 21

 
Céneca
Supongo que fue casualidad, pero siempre que me cruzaba con él tarareaba la misma canción, aquella de Sabina que a mí solía envolverme en aquella mezcla de nostalgia, sensualidad y primavera que sólo un maestro sabe cómo agitar en una misma coctelera.

La gente solía cambiar de acera cuando se cruzaba en su camino. Yo me hacía el encontradizo sólo por volver a oir los tristes acordes que arrancaba a esa destartalada guitarra mientras él, incombustiblemente, entonaba cantos a las salas de espera sin esperanza, a las pilas de los timbres que se secaron, a los helados de fresa de la venganza, a las empresas de mudanzas con los muebles del amor; a las campanas mudas en los campanarios, a las metas partidas por la mitad, a los besos de judas, a los calvarios, a los looks de presidiario, a las curas de humildad; a los cambios de acera de tu cadera, a las ganas de nada menos de tí, a los arrabales sin grillos en primavera, ni espaldas con cremallera, ni anillos de presumir...

Daba igual la estación del año en que se encontrara, el tiempo que hiciera o si era de día o de noche. Céneca, tal y como él mismo se hacía llamar, siempre lucía botas negras de goma, gabardina beige estampada con lamparones motivos cachemir, y una gorra escocesa coronada por borla color verde loro. Se rumoreaba que, en momentos de excitación extrema, Céneca solía estampar esa caricatura de sombrero contra el suelo y saltaba encima a la pata coja mientras escupía al viento y maldecía su mala suerte, a su puta madre y al padre que nunca conoció. No parecía sentirse especialmente orgulloso por esa faceta de su personalidad, ni por su peculiar foma de vestir, pero se decía a sí mismo que cada uno es como lo han parido. Y hasta ahí, siempre habíamos estado de acuerdo.

La verdad es que Céneca me dió pena desde el primer día que nos conocimos, cuando coincidimos en la puerta de la bodega un domingo por la mañana. Casi me arrolla, por suerte conseguí apartarme a tiempo. Parecía que estaba a punto de hacer una de sus demostraciones de mala leche, cuando decidió que ese no era un buen día para exibir.


Poco después, descubrí que el vino y las gabardinas con lamparones no eran las únicas pasiones que teníamos en común, la vida era otra de ellas. Céneca coleccionaba vidas ajenas, era una de sus inconfesables adicciones; yo tengo algunas más. Llevaba siempre a la espalda una mochila de pre-escolar, al estilo Lara Croft, en la que guardaba celosamente instantes que había comprado o robado a otros seres, a otras personas, en otras épocas y en otros instantes del presente o del pasado.

Hoy, por fín, he conseguido que me dejara ojear, como un favor especial, el álbum de vidas de su mochila a cambio de un bocadillo de mortadela. Así he descubierto que Natalia, la vecina del cuarto, se muere por saber si ese bulto en el pantalón, que se puede observar a través del espejo del ascensor por las mañanas, es mi movil o mi polla. Que López, el perro lazarillo de Raúl, está convencido de que soy imbécil, porque siempre le digo a su dueño "mira, tú..." cuando me lo encuentro y charlamos. Que mi mujer tiene un amante de los de esposas, mono de cuero negro, máscara con cremalleras de acero inoxidable y consolador con látigo... la verdad es que con tacones de aguja, tanga y medias negras, tal y como aparece en la foto, se ve mucho más joven.
Finalmente, he descubierto que soy yo quien le da pena a Céneca.

viernes, marzo 18

 
Ya ves,
Ya ves, he tardado cuarenta primaveras en entender que es cierto, que realmente pasa, que es el amor, y no redbull, quien te da alas.
Alas, y cara de tonto, que es la que se le queda a uno (sí, aún más cara de gilipollas, es posible, se lo juro) cuando le besan sin previo aviso.
Ya sé que puede sonar un poco tópico, pero es que de verdad lo es: hoy me siento astronauta desafiando a la gravedad. Cometa jugando en la playa, entre el viento, el cielo y la mano que tira de ese invisible cordón umbilical que la une a la arena. Hoy me siento arrullado, a ritmo de mecedora, sucumbiendo a dulces canciones de cuna susurradas en la penumbra de ese abrazo que precede al sueño. Me siento mecido por sus labios, y el tiempo se detiene.
Aún ahora, al recorrer con la punta de lengua la comisura de la boca que hace poco fué almohada de la suya, siento una mano invisible jugando a hacerme cosquillas en la espalda. Y esto no es del riego (creo).

 
Sí.
Sí. Después de 40 experiencias místicas (por llamarlas de alguna forma), creo que el alma debe estar hecha de madera de almendro, de esa que se empeña en florecer con cada nueva primavera. Llueva o no llueva. Si no, es que no encuentro explicación.
Tampoco sé explicar porqué me empeño en no dormir, que no es por falta de ganas. Bueno, sí. Sí sé explicar porqué: porque cada noche se convierte en mi momento, mi regalo, mi instante de ser yo mismo, de soñar despierto, de vivir mientras otros duermen. Creo que es onanismo tántrico (si es que eso existe). En fín, intentaremos resumir. El otro día, pegado a un blog de cuyo nombre no quiero acordarme, y negándome a aceptar que tenía sueño me quedé dormido sobre el teclado. Cuando me despertaron, sólo se leía en la pantalla una retaila de ggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggggg.
-¡¿Pero tú estas tonto o qué?! ¡quedarte hasta estas horas para escribir gés! ¡Venga a la cama!!!!
"si el amor se contara como se cuenta el tiempo, si mis besos se sumaran a tus besos un momento, si fuera posible contar todo lo que siento... si el amor dibujara paisajes en mi cuerpo, se vería tu cara en cada surco, en cada nube, en cada sol, en cada puerto..."
Ya he pasado por épocas de chats, y he encontrado a personas encantadoras, personas de las que hoy no quiero ni puedo separarme. También por noches de messenger, rodeados de sintonía, de gintonics, de yin y de yan, de fotos, de cámaras con retratos íntimos y dibujos de besos con labios.
Ahora me entiendo sólo con los blogs. A este paso, no sé a dónde voy a ir a parar.

martes, marzo 15

 
YA...
Y manos sonriendo con codos volando al viento. Y hombros descubriéndose a la vida, llenos de sueños de los que se coronan, como cucuruchos de helado, con mil colores raspados a las nubes, con trozos de estrellas, con mechas de cabelleras color chocolate, con sabor azabache. Con propiedades refexivas, simétricas y transitivas. Saludando al infinito, tensando el momento.
Sonrisas inmaculadas, guiños imperceptibles, roces de encanto, suspiros de ensueño, alientos encaramados susurrando al oido.
Dicen que el amor es un templo con una sola entrada y demasiadas salidas hacia el país de nunca jamás.
Una mueca; una tarde de sol.
Un vestido arrapado.
Amantes arrodillados.
Y tú y yo.

Vaya, parece que por fín ha conseguido salir del Corte Inglés...

PS: Sí, YA es primavera. Lo sé porque hoy me he enamorado unas 37 veces, y eso que aún no me he puesto las lentillas ...

sábado, marzo 12

 
Todo pasa y todo queda...
- Vaya, llegó la hora de pañuelos en la estación y lágrimas en los andenes. Aquella que pretendíamos ignorar. La que impone distancias, silencios y frio. La que cierra puertas a los sentidos y abre tempestades en el alma. La egocéntrica impaciente, la que no espera.
- Sí, sabíamos que pasaría, ¿no?
- Nada es como quisieramos que pasara.
- ¿Ni siquiera yo?
- Me encanta como cambias de tema, como le das la vuelta a la tortilla.
- Algun día te haré una tortilla de flores de jazmín que te quitará el hipo.
- ¿Lo ves? Eres una artista.
- ¿Sabes? una rosa es bella porque es efímera, porque se marchita ante tus ojos sin que puedas evitarlo. Y el momento de capturar su belleza no tiene precio. Todo lo que es finito es precioso porque ningún mortal puede conservarlo materialmente. Lo que muere en el bolsillo sólo puede vivir virtualmente, en la imaginación. En cambio, todo lo eterno es envidiado porque es etéreo y divino: inexistente, una quimera.
- Tú no eres una quimera y tienes un alma tan bella. Te envidio. Te quiero, y te echaré de menos.
- Yo, para no morir, tendré que aprender a no hacerlo.
Julieta se despidió de Romeo, para siempre, con un beso en los labios. Así que nosotros intentaremos no hacerlo nunca.

jueves, marzo 10

 
Esta noche.
- Esta noche iremos a un lugar donde tendrás que aprender a leer.
- ¿Qué quieres decir?
- Tendrás que aprender a leer en cuerpos, miradas y gestos.
- ¿Y si no entiendo lo que me dicen?
- Tendrás problemas. Pero no te preocupes, yo cuidaré de tí.
- Tú no eres mi madre.
- Lo sé.
... / ...
- Y así, ¿qué te ha parecido?
- Bien, me he divertido. Oscuridad, luces, tambores y acordes enloquecedores, gotas de sudor saliendo despedidas de cabelleras al viento, roces y sonrisas. Me lo he pasado bien.
- Pues a mí me ha parecido que a ratos estabas incómodo.
- Incómodo no... bueno sí, un poco. Es que no he pagado nunca por follar y no pienso hacerlo ahora, prefiero hacerme una paja a saber que alguien lo hace conmigo por dinero.
- Bien, ¿y cómo sabes que se te querían follar por dinero?
- Porque nunca me habían sonreido ni rozado tanto con las tetas, ¿sabes?.
- Ya. Es que hay momentos para todo. En este local todas se prostituyen. Incluso yo.
- Bien, si lo haces porque tu quieres me parece bien, tú misma. Pero resulta que a mí no me va ese rollo.
- ¿Es que tú nunca lo has hecho?
- ¿El qué, prostituirme?
- Sí.
- No, nunca.
- ¿No?
- No.
- ¿Ni por uno de mis cuentos?
- Siempre le acabas dando la vuelta a la tortilla.
- Tarde o temprano todos nos prostituimos. Por un cuento, por una canción, por un ramo de rosas, por unos pendientes, por un beso, porque no te enfades, porque me das miedo, sólo porque te quiero, o por una comida, o por dinero. Tarde o temprano todos nos prostituimos. Nunca lo olvides. Y ahora, entremos de nuevo. Intenta adivinar por qué querría yo prostituirme.

lunes, marzo 7

 
¿porqué?
Y cuando, después de cenar, se le va la olla y me invita a dar un paseo, algo se me cruza por dentro. Y es que siempre le da por pisar calles estrechas y sucias que no reconozco, y me sobresalto con los dueños de las esquinas gritando "dame de eso que tu tienes" a su paso. Yo me pongo de los nervios. Ella siempre sonrie y calla. Me mira de rojo y calla. Sé que disfruta cuando sarcásticamente dice:
-no te preocupes, yo cuidaré de tí.
Yo siempre respondo:
-tú no eres mi madre.
Ella se rie y me tira de la mano como campanilla a Peter Pan, para llevarme al país de nunca jamás.
Y atravesamos la barrera de porteros que canjean entradas por besos. Dentro: oscuridad, calor, olor a sexo, a meados, a sudor y a humo; y el palpitar de las propias vísceras al ritmo de Men at work, de U2, de simple minds, de simply red. Sabe muy bien qué es lo que me pone.
Y de repente, sin saber cómo, me encuentro en medio de la pista, sosteniendo una cerveza vacía y rodeado de pelos, sonrisas, tirantes blancos, ojos y caderas.
Ella, desde la barra levanta la copa. Le encanta ver como muevo el culo al ritmo del frenesí. Ver cómo me echan los tejos, como yo los echo. Me siento un poco como su ratón de laboratorio. Hasta que viene, se me cuelga del cuello y juega a princesa que me rescata.
Cuando todo acaba, en la calma y la penumbra de la sauna, siempre le pregunto:
- ¿porqué?
- porque no quiero olvidarte.

sábado, marzo 5

 

KIT-KAT

 
Un cuento desordenado.
Siempre había pensado que era imposible existir en dos lugares al mismo tiempo, "eso sólo pueden hacerlo los electrones", le habían explicado en la facultad. Esa misma mañana, cuando el sol justo asomaba las pestañas sobre los tejados de la ciudad, García descubrió que hay momentos en que todo es posible, incluso estar en dos sitios en un mismo instante. Sucede exactamente cuando la noche se confunde con el día, cuando las estrellas se mezclan con el sol y la luna, cuando los sueños se convierten en tranchetes que se funden con la gran pizza de la realidad.
García apagó el despertador por segunda vez. Qué extraño!, juraría que acababa de hacerlo hacía cinco minutos, serían cosas del sueño. Esa noche no había podido dormir muy bien, nunca lo hacía cuando discutía con su hija. García amaba a su hija con locura, pero últimamente no tenía muchas ocasiones para demostrárselo, más bien al contrario; discutían por cualquier tontería. Al menos eso decía su mujer, él no pensaba que ponerse un piercing en el ombligo fuera un tema vanal. Creía que hay que estar loco para hacerse un agujero en el cuerpo: es facil que algo así se infecte y no deje de supurar; y si eso pasa, la herida puede tardar meses en cicatrizar; además, esos locales donde acustumbran a ponerlos no reunen ni siquiera las mínimas condiciones higiénicas. "Qué no ves que puedes coger cualquier cosa!", le gritó ayer a Alexia, su hija; pero ella se empeñaba en hacer ver que no escuchaba sus consejos. "Es tan testaruda como tú, se nota de quién es hija" le dijo su mujer, enfadada, antes de apagar la luz de la habitación. Las cenas en família se estaban convirtiendo en un auténtico calvario. En su casa ya no se conversaba, sólo se discutía y, a la más mínima, estallaban gritos en el primer plato que retumbaban como portazos antes del postre. Estaba empezando a pensar seriamente en largarse de ahí un día y dejarlos solitos, que espabilaran, a ver qué hacían sin ella, que ya eran mayorcitos.

García sabía que su mujer tenía razón, él y su hija eran tan tercos que a veces parecían no escucharse el uno al otro. Pero, al menos, él no lo hacía a propósito, sólo se preocupaba por su hija porque la quería mucho, ¿acaso eso era un delito?

Se incorporó para sentarse en la cama, estiró los brazos hacia el techo y notó una sensación muy extraña, algo que nunca antes había sentido. Era una ligera presión sobre sus costilas, como si un peso tirara de sus hombros. El roce del pijama, lejos de molestar, le producía una sensación casi placentera. Bajó las manos para rascarse el pecho y dió un brinco en la cama.
-¡Tengo tetas! -exclamó García, completamente perplejo. Se dirigió inmediatamente al cuarto de baño y su cara se descompuso al ver la figura que se reflejaba en el espejo del pequeño armario de madera que él mismo había colgado, años atrás, en la pared.

Alexia cogió el despertador y lo lanzó contra el suelo. Hoy no pensaba ir a la universidad, había quedado con su mejor amiga para ir al centro y ponerse un piercing, tal y como habían decidido ese mismo fin de semana; así que no entendía quién había puesto el despertador. "Si a estas horas de mierda no se levantan ni los pollos", pensó. Seguro que había sido cosa de su padre. Alexia amaba a su padre con locura, pero últimamente no tenía muchas ocasiones para demostrárselo, más bien al contrario; discutían por cualquier tontería. Al menos eso decía su madre. A sus 19 años, no le parecía ninguna levedad que su padre se divirtiera prohibiéndole casi todo lo que ella quería hacer, ya era mayor de edad y tenía derecho vivir su vida, pero él se empeñaba en no querer entenderlo. "Es que el tuyo es un toca-huevos, igual que mi padre, Alexia" le había dicho su amiga la noche anterior, cuando charlaban por el messenger (otra cosa que su padre le había prohibido, y que había aprendido a hacer a hurtadillas, cuando lo oía roncar en su habitación. Su padre siempre decía que hay muchos tarados sueltos, y que internet era un buen sitio para encontrarlos a todos reunidos. ¡Como si ella no supiera distinguir a un tarado de una persona decente! ¡Ya sabía cuidarse solita!). Cogió la almohada y la estrujó entre las piernas, esa postura la ayudaba a llamar al sueño. Abrió mucho los ojos y se despertó de inmediato ¿qué era aquel bulto enorme que palpitaba entre sus piernas?

García no daba crédito a lo que veían sus ojos. Se había quitado el pijama y comprobaba, atónito, que su cuerpo ya no era el de un barrigudo. ¡Era el de Alexia! en carne y hueso, hasta tenía la señal que los forceps le dejaron en la cintura al nacer. Aquello era una locura. No sabía qué hacer. Estaba a punto de salir corriendo a llamar a un médico... o a los bomberos!... cuando alguien irrumpió en el baño estrepitósamente. Era él mismo, Llevaba los pantalones a la altura de la rodilla y lucía una magnífica erección.
- Tápate! -se gritó a sí mismo.
- Tú también!!! exclamó Alexis... y deja de tocarme!, digo... de tocarte!! bueno, tápate primero!... Y quítate las manos de mis tetas!
- Sólo me las tapo!...¿Qué ha pasado? quién eres tú -preguntó García a su propia imagen mientras volvía a ponerse apresuradamente el pijama.
- ¿Que quién soy? ¿no me ves? Soy Alexia, tu hija, ¿Estás ciego?
García sintió como los ojos se le llenaban de lágrimas. Dios, no podía ponerse a llorar en ese momento, y menos delante de su hija!
- Papá, ven aquí, no llores -dijo Alexia acurrucándo a su padre que ya había conseguido subirse el pijama entre lágrima y lágrima.
- ¿Qué nos ha pasado, hija mía? - sollozó García.
- Pues no lo sé -dijo ella. Se sorprendió al oir su voz serena y firme, no entendía cómo podía sentirse tan entera en una situación como esa. Era ella quien estaba tranquilizando a su padre!- pero no te preocupes, todo se arreglará.
- Ya ves hija, tantas peleas para acabar así, el uno metido en la piel del otro, ¿y qué hago yo ahora?¿cómo me presento así en la oficina? -García notó que no podía parar de hablar, que las ideas se estrellaban como olas de un mar embravecido y salían sin parar por su boca. Por suerte, ya había dejado de llorar.
- Bueno, no tengas miedo, se me ocurre una idea: yo iré a la oficina por tí, pero tú tendrás que hacer de Alexia, al menos hasta que todo vuelva a ser como antes.
- Y... y mamá, qué le decimos a tu madre?
- Pues no sé, igual es mejor no decirle nada de momento, hasta entender qué es lo que nos ha pasado.
Y así, sin saber muy bien lo que estaba haciendo, García dejó que Alexia se pusiera su mejor traje y su colonia.
Mientras se duchaba la escuchó preparar el desayuno. Al abrir la puerta del baño, un agradable aroma a café recién hecho y tostadas lo envolvió por completo. Sintió que estaba muerto de hambre y recordó que, la noche anterior, Alexia casi no había cenado. Se dirigió a la habitación de su hija, sacó uno de sus vaqueros del armario (¿Dios, cómo puede moverse aquí dentro? si cada vez que me agacho se me ve el culo!!!) y decidió que una blusa blanca que le tapara el trasero sería lo más indicado. Necesitaba tiempo para acostumbrarse a lucir ese nuevo cuerpo. "Desde luego, vaya par de huevos hay que tener para salir así a la calle..." pensó cuando se miró al espejo; la verdad es que estaba guapísima. Hacía mucho tiempo que García no se sentía atractivo. Sonrió y se dejó invadir por una leve y agradable sensación de euforia que lo invitaba a comerse el mundo, como si tuviera de nuevo 19 años. "Es que los tengo!", pensó.
Cuando entró en la cocina vió que su mujer ya se había levantado y estaba apoyada en el marco de la puerta, con los ojos como platos, observando a Alexis manejarse con destreza mientras encarnaba a su marido.
- Diego, ¿te encuentras bien?- dijo ella admirando las nuevas dotes culinarias de García.
- Sí- contestó él detrás suyo, y se mordió la lengua al darse cuenta de que había metido la pata. Su mujer se giró, cuando vió a su hija se acercó a ella y le susurró al oido:
- ¿qué le pasa a tu padre?: está haciendo el desayuno!
García, divertido, le guiñó un ojo y dijo también en voz baja:
- será la pitopausia, mamá. Déjalo, para un día que se estira...
Su mujer hizo una mueca de asombro abriendo mucho los ojos y la boca sin dejar que sus labios se despegaran.
Alexia, que acababa de verlos exclamó:
- Vamos, ayudadme perezosas, que no tenemos todo el día. Y tú hija mia, no comas mucho, que ya sabes que estoy a régimen! Jajaja...
Su padre la miró divertido. La verdad es que estaba muerto de hambre, pero tendría que hacer un esfuerzo. Mientras veía, famélico, cómo devoraban todo lo que había sobre la mesa, García dijo:
- Papá, ¿me llevas al centro? es que he quedado con Raquel.
- Claro, ¿tienes dinero para el piercing? que valen una pasta.
- Pues la verdad es que ando algo mal.
- No te preocupes, que yo te lo presto, pero me lo devuelves, ¿eh? -Alexia guiñó un ojo a su padre.
Su madre estaba alucinando, no podía creer lo que estaba viendo. Por fín se atrevió a decir:
- Vaya, no sé que mosca os ha picado esta noche, pero me alegro mucho de que por fín esteis de acuerdo en algo. Alexia dió a su madre un beso en la boca, siempre lo hacía, desde pequeña, y le dijo:
- Tengo la impresión de que a partir de ahora todo será diferente.
- Que alguien me pellizque, por favor -dijo la mujer cuando vió a los dos salir de casa.
Ya en el coche, Alexia miró a su padre y le preguntó:
- ¿Porqué no me dijiste que detrás de tanta prohibición lo único que había era miedo? miedo a que me hicieran daño, miedo a perderme, miedo a que creciera. ¿No te das cuenta de que discutiendo lo único que conseguimos es alejarnos el uno del otro?
- No es miedo, Alexia, es preocupación, me preocupo por tí, porque te quiero.
- Hace mucho que no me lo dices.
- ¿Que no te digo que te quiero? creo que eso es algo evidente.
- Lo será, pero me gusta que me lo digas.
- Te quiero.
- Y yo a tí papá. Si me dices que me quieres, tengo todo lo que necesito.
Se hizo una larga pausa, un silencio compartido de los que suenan a música, a disfrutar del momento.
- Papá, yo debo aprender a vivir la vida por mí misma, y para eso tengo que equivocarme, como tú lo hiciste cuando tenías mi edad. Tengo que hacerme daño, y enfermar para poder vencer y hacerme más fuerte. Tengo que enamorarme y fracasar, para entender qué es de verdad el amor y poder luego encontrarlo. Lo del Piercing es una tontería, si no quieres no me lo pongas. Lo que de verdad importa es que, aunque no estés de acuerdo con lo que voy a hacer, respetes mi decisión. Escucharé encantada tu punto de vista, pero finalmente la decisión debe ser mia. Y si me equivoco aprenderé de ella, no lo dudes. Llevo tu sangre en mis venas, ¿recuerdas?.
- Tienes razón, tu vida es tuya -dijo García convencido- por cierto, ¿duele mucho eso de ponerse un piercing?
Alexia estalló en sonoras carcajadas:
- Cobardica!
- Sí, ya sabes que para esas cosas lo soy.
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PD: si algún día se encuentra usted en el pellejo de García, no sea tonto y aproveche para husmear en el vestuario de señoras.

viernes, marzo 4

 
un kit-kat
Si entras en el hotel de un pais lejano y todo el mundo te saluda llamándote por tu nombre, es que pasas demasiado tiempo fuera de casa.
Aunque en ese lugar del mundo al que suelo ir el alojamiento no es caro, yo prefiero hospedarme en un hotel sencillo. No me gustan los sitios lujosos por el mismo motivo que no me gusta vestir traje y corbata: los encuentro muy bonitos, pero me siento incómodo. Prefiero lugares más acogedores, de hecho lo único que busco es que tengan un ambiente agradable y, sobre todo, que estén limpios. Esa es otra razón por la que no me gustan los sitios ostentosos. Lujoso y limpio no son sinónimos, ni tienen porqué ser términos opuestos, simplemente son características diferentes y no siempre se dan las dos en un mismo lugar. En uno de mis primeros viajes tuve la suerte de encontrar un sitio que estaba como hecho a medida, limpio y agradable. Con el término agradable me refiero al trato que las personas que ahí trabajaban y, particularmente la propietaria, daban a todos y cada uno de los huéspedes. Y eso también me incluía a mí.
Volviendo al presente, la dueña no es una mujer guapa, pero encuentro que tiene ese aire vital y seguro que hace atractivas a las personas. Nunca he sabido adivinar su edad, tampoco importa, reune virtudes y defectos que son atemporales: es clara, concisa y sabia cuando explica cuentos de abuela. Mira de forma inocente y limpia, como un niño. Luce vestidos ceñidos que esculpen y resaltan las formas de un cuerpo estilizado y esbelto, como las bailarinas de cabaret. Su sonrisa es acogedoramente etérea y eterna, como el chocolate. Por una de aquellas casualidades del destino, al poco tiempo de conocernos, descubrimos que compartiamos una afición y una pasión: los dos somos músicos frustrados, y a los dos nos encanta soñar despiertos.
Los orientales acostumbran a tener un sentido del pudor muy curioso, sienten pavor a hacer el ridículo en público; hasta el punto que se tapan la boca con la mano para no mostrar la imperfección de los dientes cuando rien; en cambio, son capaces de pasear sin ropa entre personas de otro sexo sin sonrojarse. Mi vergüenza adquirida por occidente es todo lo contrario. Así que no hemos tenido más remedio que adaptarnos el uno al otro para sobrevivir y, a fuerza de roces, hemos conseguido ir limando nuestros complejos en lo que nos ha sido posible.
Yo, ahora, ya puedo concentrarme en mirar sólo sus ojos y sus labios cuando se tumba a mi lado en la sauna, desnuda, para contarme historias de otros tiempos; piel contra piel, mientras sudores de cuerpos extraños se mezclan con el aire y se preparan para ser respirados. Y a ella, ya no le importa abrir la boca hasta enseñar la campanilla cuando canta a todo pulmón, de pie, delante del piano. El público no es numeroso aunque sí selecto, y está formado, en su mayoría, por empleados de la limpieza que recogen el local mientras nosotros desvariamos. Así, entre sus cuentos escaldados al sudor y mis acordes robados a Bruce Hornsby, hacemos que las noches de insomnio dejen de ser tortura y se conviertan en placer. Es nuestro momento de desaparecer de la vida, nuestro instante de soñar despiertos.
Hoy he recibido un e-mail suyo confirmando mi reserva para la próxima semana. Me encantan sus mensajes porque odia utilizar el ordenador, así que escribe a mano todos sus correos, luego los escanea y pide a alguien que los envíe en formato electrónico. Me gusta ese sistema, porque la caligrafía de una persona dice mucho de ella, y eso, en estos tiempos tejidos de virtualidad ordenada, se está empezando a perder. Al pié de la página ha dibujado, con rotuladores de colores, un piano, un libro, la luna y una botella de cerveza amarga. Creo que alguien necesita un kit-kat.

jueves, marzo 3

 
Hoy
Hoy la sirena de mi sueño parecía abatida, como si hubiera estado demasiado tiempo nadando contra corriente y sin moverse del sitio. Se abrazaba los hombros, supongo que por el frío, y me contaba que estas últimas semanas se le están haciendo muy largas. Tiene la teoría de que los caballitos y las estrellas de mar se transforman en monstruos del averno cuando les colocas una bata a cuadros azules y te giras a escribir en la pizarra. Yo creo que exagera un poco, pero claro, eso es fácil de decir si nunca has estado en el fondo del mar. Me ha explicado, para no preocuparme, que sólo estaba cansada, y si no fuera porque sé que no sabe mentir, yo diría que era tristeza, y no cansancio, lo que se mecía en sus pestañas.

 
nacemos
Nacemos llorando, y cuando descubrimos porqué, ya es demasiado tarde.

miércoles, marzo 2

 
Llevo unos días más raros...
Llevo unos días más raros... me estoy encontrando lo que siempre había estado buscando. Creo que estas cosas pasan justo antes de morirse (espero que me pille follando)... Esta madrugada, sin ir más lejos, me levanto un momento a hacer pis; y porque he encendido la luz del baño, que si no, me meo encima de Dios. Estaba ahí sentado, en el wc, haciendo sus cosas. Se ha disculpado diciendo que era una emergencia divina, que no le daba tiempo de llegar a su reino en los cielos, que el tráfico a la eternidad a esas horas estaba fatal... Le he tranquilizado para que no se preocupara, le he explicado que estaba en su casa y que, aquí, cagar es una de las pocas cosas que aún nos podemos permitir sin tener que pedir un préstamo. Que viniera siempre que quisiera y que a partir de ese momento supiera que creería en Él. Me ha mirado de reojo y me ha contestado que, a partir de ese momento, quien no iba a creer en mí era Él. Que qué me había pensado. Que si veía normal eso de pasearme por casa desnudo y con una erección. Que podría haber niños o personas mayores despiertas. Que vaya una falta de respeto! He intentado hacerle entender que hay cosas que no se pueden evitar, la naturaleza, que según dicen, Él mismo inventó, es así de graciosa y cuando a los hombres se les llena la vejiga, algunas veces les pasan estas cosas; pero como seguía poniendo cara de no quererme creer, le he acabado mintiendo. Que sí, que lo hacía expresamente y que era un sistema que usaba cuando me levantaba por la noche medio dormido para ir al baño. Así detectaba las paredes antes de darme con ellas en las narices. Creo que tampoco ha colado, será porque Él no tiene sexo y no puede entender este tipo de manifestaciones tan poco divinas. Total, que me ha parecido que, encima de que me dejaba el baño perdido (es que en el cielo no hay escobillas o qué !!!), se iba molesto. Mira que habiendo Angelina Jolie con quien toparse en el baño, de noche, con una erección; voy yo y me encuentro al Creador. Hay que joderse. Por cierto, ¿qué es lo que hay que hacer cuando descubres que no cree en tí ni Dios???

martes, marzo 1

 
Lo he encontrado !
Todo el mundo quieto parao... lo he encontrado !
Llevaba años buscando y resulta que lo tenía delante de las narices. Si es que a veces te obceca la evidencia. "Las pasiones ofuscan los sentidos", es el tema de conversación favorito de mi abuela. No es filósofa, es ninfómana. Una persona encantadora, basta con decir que compartimos las mismas aficiones. Una evidencia más de que todo en esta vida es culpa de la genética, la química o la política.
Pues eso: que hoy por fín lo encontré. Se acabó lo de vaciar cajones sin parar, lo de rebuscar entre las pelusas del ombligo y lo de mirar debajo de la cama; que los ácaros ya estaban de los nervios, algunos hasta me insultaban zarandeando pancartas de: "cabrón, busca en tu colchón" y : "mirón capitalista, tú eres el terrorista". Ya se sabe, hay bichos que tienen muy mal despertar y se vuelven un pelín insociables, especialmente antes del desayuno. Bueno, la verdad es que a mí me pasa lo mismo y encima soy más feo.
Volviendo al tema, ahora que he dado con ello podré por fín descansar en paz, que ya sé que suena algo fúnebre, pero es que casi me muero cuando lo he visto! No os lo vais a creer: resulta que en una tienda de todo a un euro acabo de encontrarme a mí mismo!. Estaba allí, sentadito en una estantería, entre los ositos piloto, las pollas resorte con ojos y los kleenex-lija sabor a menta. Y me vendían sólo por 1 € !!! a mí mismo!!! Me he quedado de pasta boniato. Cuando casi había perdido toda esperanza de encontrarme, después de ver a tanta gente importante gastando cantidades obscenas de pasta en viajes por el desierto y en visitas al psicólogo, sin conseguirlo... Hay que ver, qué suerte he tenido! cuando se lo cuente a mi abuela no se lo va a creer... a la ninfómana no, que esa sólo tiene oidos para lo que tiene oidos, a la otra, que también está siempre pensando en lo mismo, pero disimula haciendo ver que se interesa por el punto de cruz.

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