sábado, marzo 5

 
Un cuento desordenado.
Siempre había pensado que era imposible existir en dos lugares al mismo tiempo, "eso sólo pueden hacerlo los electrones", le habían explicado en la facultad. Esa misma mañana, cuando el sol justo asomaba las pestañas sobre los tejados de la ciudad, García descubrió que hay momentos en que todo es posible, incluso estar en dos sitios en un mismo instante. Sucede exactamente cuando la noche se confunde con el día, cuando las estrellas se mezclan con el sol y la luna, cuando los sueños se convierten en tranchetes que se funden con la gran pizza de la realidad.
García apagó el despertador por segunda vez. Qué extraño!, juraría que acababa de hacerlo hacía cinco minutos, serían cosas del sueño. Esa noche no había podido dormir muy bien, nunca lo hacía cuando discutía con su hija. García amaba a su hija con locura, pero últimamente no tenía muchas ocasiones para demostrárselo, más bien al contrario; discutían por cualquier tontería. Al menos eso decía su mujer, él no pensaba que ponerse un piercing en el ombligo fuera un tema vanal. Creía que hay que estar loco para hacerse un agujero en el cuerpo: es facil que algo así se infecte y no deje de supurar; y si eso pasa, la herida puede tardar meses en cicatrizar; además, esos locales donde acustumbran a ponerlos no reunen ni siquiera las mínimas condiciones higiénicas. "Qué no ves que puedes coger cualquier cosa!", le gritó ayer a Alexia, su hija; pero ella se empeñaba en hacer ver que no escuchaba sus consejos. "Es tan testaruda como tú, se nota de quién es hija" le dijo su mujer, enfadada, antes de apagar la luz de la habitación. Las cenas en família se estaban convirtiendo en un auténtico calvario. En su casa ya no se conversaba, sólo se discutía y, a la más mínima, estallaban gritos en el primer plato que retumbaban como portazos antes del postre. Estaba empezando a pensar seriamente en largarse de ahí un día y dejarlos solitos, que espabilaran, a ver qué hacían sin ella, que ya eran mayorcitos.

García sabía que su mujer tenía razón, él y su hija eran tan tercos que a veces parecían no escucharse el uno al otro. Pero, al menos, él no lo hacía a propósito, sólo se preocupaba por su hija porque la quería mucho, ¿acaso eso era un delito?

Se incorporó para sentarse en la cama, estiró los brazos hacia el techo y notó una sensación muy extraña, algo que nunca antes había sentido. Era una ligera presión sobre sus costilas, como si un peso tirara de sus hombros. El roce del pijama, lejos de molestar, le producía una sensación casi placentera. Bajó las manos para rascarse el pecho y dió un brinco en la cama.
-¡Tengo tetas! -exclamó García, completamente perplejo. Se dirigió inmediatamente al cuarto de baño y su cara se descompuso al ver la figura que se reflejaba en el espejo del pequeño armario de madera que él mismo había colgado, años atrás, en la pared.

Alexia cogió el despertador y lo lanzó contra el suelo. Hoy no pensaba ir a la universidad, había quedado con su mejor amiga para ir al centro y ponerse un piercing, tal y como habían decidido ese mismo fin de semana; así que no entendía quién había puesto el despertador. "Si a estas horas de mierda no se levantan ni los pollos", pensó. Seguro que había sido cosa de su padre. Alexia amaba a su padre con locura, pero últimamente no tenía muchas ocasiones para demostrárselo, más bien al contrario; discutían por cualquier tontería. Al menos eso decía su madre. A sus 19 años, no le parecía ninguna levedad que su padre se divirtiera prohibiéndole casi todo lo que ella quería hacer, ya era mayor de edad y tenía derecho vivir su vida, pero él se empeñaba en no querer entenderlo. "Es que el tuyo es un toca-huevos, igual que mi padre, Alexia" le había dicho su amiga la noche anterior, cuando charlaban por el messenger (otra cosa que su padre le había prohibido, y que había aprendido a hacer a hurtadillas, cuando lo oía roncar en su habitación. Su padre siempre decía que hay muchos tarados sueltos, y que internet era un buen sitio para encontrarlos a todos reunidos. ¡Como si ella no supiera distinguir a un tarado de una persona decente! ¡Ya sabía cuidarse solita!). Cogió la almohada y la estrujó entre las piernas, esa postura la ayudaba a llamar al sueño. Abrió mucho los ojos y se despertó de inmediato ¿qué era aquel bulto enorme que palpitaba entre sus piernas?

García no daba crédito a lo que veían sus ojos. Se había quitado el pijama y comprobaba, atónito, que su cuerpo ya no era el de un barrigudo. ¡Era el de Alexia! en carne y hueso, hasta tenía la señal que los forceps le dejaron en la cintura al nacer. Aquello era una locura. No sabía qué hacer. Estaba a punto de salir corriendo a llamar a un médico... o a los bomberos!... cuando alguien irrumpió en el baño estrepitósamente. Era él mismo, Llevaba los pantalones a la altura de la rodilla y lucía una magnífica erección.
- Tápate! -se gritó a sí mismo.
- Tú también!!! exclamó Alexis... y deja de tocarme!, digo... de tocarte!! bueno, tápate primero!... Y quítate las manos de mis tetas!
- Sólo me las tapo!...¿Qué ha pasado? quién eres tú -preguntó García a su propia imagen mientras volvía a ponerse apresuradamente el pijama.
- ¿Que quién soy? ¿no me ves? Soy Alexia, tu hija, ¿Estás ciego?
García sintió como los ojos se le llenaban de lágrimas. Dios, no podía ponerse a llorar en ese momento, y menos delante de su hija!
- Papá, ven aquí, no llores -dijo Alexia acurrucándo a su padre que ya había conseguido subirse el pijama entre lágrima y lágrima.
- ¿Qué nos ha pasado, hija mía? - sollozó García.
- Pues no lo sé -dijo ella. Se sorprendió al oir su voz serena y firme, no entendía cómo podía sentirse tan entera en una situación como esa. Era ella quien estaba tranquilizando a su padre!- pero no te preocupes, todo se arreglará.
- Ya ves hija, tantas peleas para acabar así, el uno metido en la piel del otro, ¿y qué hago yo ahora?¿cómo me presento así en la oficina? -García notó que no podía parar de hablar, que las ideas se estrellaban como olas de un mar embravecido y salían sin parar por su boca. Por suerte, ya había dejado de llorar.
- Bueno, no tengas miedo, se me ocurre una idea: yo iré a la oficina por tí, pero tú tendrás que hacer de Alexia, al menos hasta que todo vuelva a ser como antes.
- Y... y mamá, qué le decimos a tu madre?
- Pues no sé, igual es mejor no decirle nada de momento, hasta entender qué es lo que nos ha pasado.
Y así, sin saber muy bien lo que estaba haciendo, García dejó que Alexia se pusiera su mejor traje y su colonia.
Mientras se duchaba la escuchó preparar el desayuno. Al abrir la puerta del baño, un agradable aroma a café recién hecho y tostadas lo envolvió por completo. Sintió que estaba muerto de hambre y recordó que, la noche anterior, Alexia casi no había cenado. Se dirigió a la habitación de su hija, sacó uno de sus vaqueros del armario (¿Dios, cómo puede moverse aquí dentro? si cada vez que me agacho se me ve el culo!!!) y decidió que una blusa blanca que le tapara el trasero sería lo más indicado. Necesitaba tiempo para acostumbrarse a lucir ese nuevo cuerpo. "Desde luego, vaya par de huevos hay que tener para salir así a la calle..." pensó cuando se miró al espejo; la verdad es que estaba guapísima. Hacía mucho tiempo que García no se sentía atractivo. Sonrió y se dejó invadir por una leve y agradable sensación de euforia que lo invitaba a comerse el mundo, como si tuviera de nuevo 19 años. "Es que los tengo!", pensó.
Cuando entró en la cocina vió que su mujer ya se había levantado y estaba apoyada en el marco de la puerta, con los ojos como platos, observando a Alexis manejarse con destreza mientras encarnaba a su marido.
- Diego, ¿te encuentras bien?- dijo ella admirando las nuevas dotes culinarias de García.
- Sí- contestó él detrás suyo, y se mordió la lengua al darse cuenta de que había metido la pata. Su mujer se giró, cuando vió a su hija se acercó a ella y le susurró al oido:
- ¿qué le pasa a tu padre?: está haciendo el desayuno!
García, divertido, le guiñó un ojo y dijo también en voz baja:
- será la pitopausia, mamá. Déjalo, para un día que se estira...
Su mujer hizo una mueca de asombro abriendo mucho los ojos y la boca sin dejar que sus labios se despegaran.
Alexia, que acababa de verlos exclamó:
- Vamos, ayudadme perezosas, que no tenemos todo el día. Y tú hija mia, no comas mucho, que ya sabes que estoy a régimen! Jajaja...
Su padre la miró divertido. La verdad es que estaba muerto de hambre, pero tendría que hacer un esfuerzo. Mientras veía, famélico, cómo devoraban todo lo que había sobre la mesa, García dijo:
- Papá, ¿me llevas al centro? es que he quedado con Raquel.
- Claro, ¿tienes dinero para el piercing? que valen una pasta.
- Pues la verdad es que ando algo mal.
- No te preocupes, que yo te lo presto, pero me lo devuelves, ¿eh? -Alexia guiñó un ojo a su padre.
Su madre estaba alucinando, no podía creer lo que estaba viendo. Por fín se atrevió a decir:
- Vaya, no sé que mosca os ha picado esta noche, pero me alegro mucho de que por fín esteis de acuerdo en algo. Alexia dió a su madre un beso en la boca, siempre lo hacía, desde pequeña, y le dijo:
- Tengo la impresión de que a partir de ahora todo será diferente.
- Que alguien me pellizque, por favor -dijo la mujer cuando vió a los dos salir de casa.
Ya en el coche, Alexia miró a su padre y le preguntó:
- ¿Porqué no me dijiste que detrás de tanta prohibición lo único que había era miedo? miedo a que me hicieran daño, miedo a perderme, miedo a que creciera. ¿No te das cuenta de que discutiendo lo único que conseguimos es alejarnos el uno del otro?
- No es miedo, Alexia, es preocupación, me preocupo por tí, porque te quiero.
- Hace mucho que no me lo dices.
- ¿Que no te digo que te quiero? creo que eso es algo evidente.
- Lo será, pero me gusta que me lo digas.
- Te quiero.
- Y yo a tí papá. Si me dices que me quieres, tengo todo lo que necesito.
Se hizo una larga pausa, un silencio compartido de los que suenan a música, a disfrutar del momento.
- Papá, yo debo aprender a vivir la vida por mí misma, y para eso tengo que equivocarme, como tú lo hiciste cuando tenías mi edad. Tengo que hacerme daño, y enfermar para poder vencer y hacerme más fuerte. Tengo que enamorarme y fracasar, para entender qué es de verdad el amor y poder luego encontrarlo. Lo del Piercing es una tontería, si no quieres no me lo pongas. Lo que de verdad importa es que, aunque no estés de acuerdo con lo que voy a hacer, respetes mi decisión. Escucharé encantada tu punto de vista, pero finalmente la decisión debe ser mia. Y si me equivoco aprenderé de ella, no lo dudes. Llevo tu sangre en mis venas, ¿recuerdas?.
- Tienes razón, tu vida es tuya -dijo García convencido- por cierto, ¿duele mucho eso de ponerse un piercing?
Alexia estalló en sonoras carcajadas:
- Cobardica!
- Sí, ya sabes que para esas cosas lo soy.
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PD: si algún día se encuentra usted en el pellejo de García, no sea tonto y aproveche para husmear en el vestuario de señoras.

Comentarios:
Gracias, Coco. ¿Te he dicho que eres un encanto? Pues te lo digo ahora. Es divertido y aleccionador.
Un beso.
 
Gracias a tí por decirlo. Eres un sol.

Beso.
 
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