viernes, marzo 4

 
un kit-kat
Si entras en el hotel de un pais lejano y todo el mundo te saluda llamándote por tu nombre, es que pasas demasiado tiempo fuera de casa.
Aunque en ese lugar del mundo al que suelo ir el alojamiento no es caro, yo prefiero hospedarme en un hotel sencillo. No me gustan los sitios lujosos por el mismo motivo que no me gusta vestir traje y corbata: los encuentro muy bonitos, pero me siento incómodo. Prefiero lugares más acogedores, de hecho lo único que busco es que tengan un ambiente agradable y, sobre todo, que estén limpios. Esa es otra razón por la que no me gustan los sitios ostentosos. Lujoso y limpio no son sinónimos, ni tienen porqué ser términos opuestos, simplemente son características diferentes y no siempre se dan las dos en un mismo lugar. En uno de mis primeros viajes tuve la suerte de encontrar un sitio que estaba como hecho a medida, limpio y agradable. Con el término agradable me refiero al trato que las personas que ahí trabajaban y, particularmente la propietaria, daban a todos y cada uno de los huéspedes. Y eso también me incluía a mí.
Volviendo al presente, la dueña no es una mujer guapa, pero encuentro que tiene ese aire vital y seguro que hace atractivas a las personas. Nunca he sabido adivinar su edad, tampoco importa, reune virtudes y defectos que son atemporales: es clara, concisa y sabia cuando explica cuentos de abuela. Mira de forma inocente y limpia, como un niño. Luce vestidos ceñidos que esculpen y resaltan las formas de un cuerpo estilizado y esbelto, como las bailarinas de cabaret. Su sonrisa es acogedoramente etérea y eterna, como el chocolate. Por una de aquellas casualidades del destino, al poco tiempo de conocernos, descubrimos que compartiamos una afición y una pasión: los dos somos músicos frustrados, y a los dos nos encanta soñar despiertos.
Los orientales acostumbran a tener un sentido del pudor muy curioso, sienten pavor a hacer el ridículo en público; hasta el punto que se tapan la boca con la mano para no mostrar la imperfección de los dientes cuando rien; en cambio, son capaces de pasear sin ropa entre personas de otro sexo sin sonrojarse. Mi vergüenza adquirida por occidente es todo lo contrario. Así que no hemos tenido más remedio que adaptarnos el uno al otro para sobrevivir y, a fuerza de roces, hemos conseguido ir limando nuestros complejos en lo que nos ha sido posible.
Yo, ahora, ya puedo concentrarme en mirar sólo sus ojos y sus labios cuando se tumba a mi lado en la sauna, desnuda, para contarme historias de otros tiempos; piel contra piel, mientras sudores de cuerpos extraños se mezclan con el aire y se preparan para ser respirados. Y a ella, ya no le importa abrir la boca hasta enseñar la campanilla cuando canta a todo pulmón, de pie, delante del piano. El público no es numeroso aunque sí selecto, y está formado, en su mayoría, por empleados de la limpieza que recogen el local mientras nosotros desvariamos. Así, entre sus cuentos escaldados al sudor y mis acordes robados a Bruce Hornsby, hacemos que las noches de insomnio dejen de ser tortura y se conviertan en placer. Es nuestro momento de desaparecer de la vida, nuestro instante de soñar despiertos.
Hoy he recibido un e-mail suyo confirmando mi reserva para la próxima semana. Me encantan sus mensajes porque odia utilizar el ordenador, así que escribe a mano todos sus correos, luego los escanea y pide a alguien que los envíe en formato electrónico. Me gusta ese sistema, porque la caligrafía de una persona dice mucho de ella, y eso, en estos tiempos tejidos de virtualidad ordenada, se está empezando a perder. Al pié de la página ha dibujado, con rotuladores de colores, un piano, un libro, la luna y una botella de cerveza amarga. Creo que alguien necesita un kit-kat.

Comentarios:
Es maravilloso viajar y encontrar sorpresas en forma de lugares y personas.

Pero sobretodo, debe ser genial estar tan lejos y sentirse tan cerca.
 
Y tener un sitio donde volver.
Porque son las personas a las que volvemos... no a los lugares.

Y es extraña la sensación de sentir que podríamos quedarnos en cualquier sitio y empezar de cero, una vez más.

Me ha gustado tu blog, Coco.
Muchísimo.
Como una vez hice con el de Almu y el de Pico (y el del araña, y los de Amélie y algún otro...) te he leído desde el principio, como si de un libro se tratase.

Enhorabuena por tu forma tan personal de escribir (y de sentir).
Un abrazo (sin piano, ni libro, ni luna y ni botella de cerveza amarga... que no estamos pá gastos con la que está cayendo!!)

Saf ;-))
 
Un abrazo Saf :)
 
es genial sentirse tan cerca de usted, Poulain.
 
Debe ser muy agradable volver a ese lugar, estar de nuevo con esas personas que hacen que ese lugar sea especial y tan acogedor.
Disfruta tu estancia.
Un beso
 
Debe ser genial llegar a un sitio lejano donde todo sea tan agradable, donde sabes que la gente es encantadora. Disfruta de tu estancia allí.
Un beso
 
Coco, por fin hallo la manera de comunicarte mi admiración por tu blog, que, en el fondo, no es otra cosa que tu corazón dibujado con palabras.
Me enctanta el modo en que te expresas y me alegro muchísimo por esa linda historia que nos cuentas. Disfruta mucho de tu Kit-Kat orienta.

Un abrazo
 
A mi tampoco me gustan los lugares lujosos, nada invita a ser tocado. Que bella imagen me has dejado, me encanta el sonido del piano. Esa es mi frustracion, no saber tocarlo.
Un beso
 
Sois tres soles. Tengo la maleta a punto. Ya os contaré. Un besazo enorme a cada una.
 
Qué guay coco, ¿y no podrías colgar el dibujito? ¿A dónde te vas?...estoy intrigá...
:)
Beso.
 
Me voy mañana. Sólo son cuatro dias mox, pero es suficiente para llenar los bolsillos de la maleta con un poco de primavera.
 
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