lunes, junio 26

 
Una casa no es únicamente los cuatro tabiques que la forman. Es lo que contiene y lo que nunca la visitó. Sus paredes se llenan con los recuerdos en sepia de sus moradores, las ventanas se visten con sus colores preferidos y los techos vibran al ritmo del repicar de los cabezales contra los muros, en las noches de pasión.
Un cuerpo no es únicamente los cuatro miembros que lo forman. Es lo que contiene y lo que nunca tuvo. La piel se curte, amarillea; y el corazón se nutre de presentes que el pasado olvidó en algún rincón de la memoria; los ojos se visten de lluvia salada. Y en lo más alto se ondula, mece y cae, una cortina de pelo. A manojos. O encanece; a matojos.
Una vida no es únicamente los cuatro días que la forman. Es lo que tiene y de lo que careció. El tiempo adereza el olvido; excita la sed, y el ansia, de lo que nunca tendremos y lo que siempre añoramos. Las estanterias se llenan de libros con tapas sin nombre que guardan poemas que nadie leerá. Y los techos se cubren, poco a poco, de espejos en los que veremos el reflejo de una casa, de un cuerpo, de una vida que ya se va; en las noches en las que el sueño no nos quiera abrazar.

jueves, junio 22

 
Me acaba de dejar dios un mensaje en el contestador de la oficina pidiéndome que, cuando regrese del trabajo, me pase por unos grandes almacenes y compre las canciones de paquito el chocolatero y opá. Dice que mañana es día de verbena, y que a los niños les encantarán. Yo creo que me sentiría menos ridículo entrando en el carrefour vestido de lagarterana con la falda por las rodillas y moviendo la trompa como si fuera shin-chan; pero bueno, el hombre propone y dios dispone. En fin, si mañana salgo en el telediario como el hortera número un millón, por favor, recordadme tal y como era.

 
Hoy he ido al corte inglés, y en la planta de saldos y novedades me he comprado, por una cantidad irrisoria, un día de 48 horas y unas zapatillas made in taiwan. Y vaya con estos impulsos consumistas que a veces me dan; ahora resulta que tengo que andar de puntillas, porque cada vez que hago un movimiento brusco o doy un saltito, suena en mis pies un gong oriental, y recuerdo a aquel señor gordo y calvo que golpeaba con fuerza uno, enorme, al inicio de las películas de United Artist.
Pero lo que más preocupado me tiene, es que las zapatillas son multiuso: mechero, móvil, batidora y televisor de plasma de 42" preparado para la alta definición. Total, que al comprarlo parecía una ganga, pero cuando lo empiezas a usar te das cuenta de que es un poco rollo, porque si alguien te pide fuego mientras estás enviando un sms y te despistas, puedes hacerle picadillo la nariz con la batidora y convertirsela en una albóndiga de diseño; y no sirve de nada disculparse, ni siquiera invitarlo a admirar el detalle y la nitidez de las imágenes en 42". Y si, para postre, justo cuando le has hecho papilla la napia, suena el gong de los cojones, la verdad es que deben pillar un cabreo que pa qué.
En cuanto al día de 48 horas, creo que lo abriré cuando esté de vacaciones, porque ahora mismo mi jefe está bastante plasta y sólo me faltaba tener que soportarlo el doble de la jornada laboral.

miércoles, junio 21

 
Tengo una compañera de trabajo que nada más nacer decidió suicidarse, dice que se lió el cordón umbilical al cuello con tanta mala leche que la dieron por clínicamente muerta. Ahora parece que está viva y coleando, y lleva así bastantes años. Entre sus grandes cualidades cabría destacar que es persona lúcida, inquieta, viste tejanos que siempre le quedan por debajo del tanga; luce sonrisa sandía a días y mueca puente a otros; es algo disléxica pero se le perdona porque la pobre hace doscientas cosas a la vez y mira con interés cuando la interrumpes. Hoy parecía algo resacosa, como a punto de enviarlo todo a la mierda. Me ha dicho que, a veces por las mañanas en el tren, se le retrasa el reloj: ella va tan tranquila, leyendo el periódico y de pronto se pasa de estación. Y yo me pregunto qué le habrá ocurrido en el espacio de tiempo que va desde que abre el periódico hasta que descubre que se pasa de estación. ¿Se habrá enamorado?. ¿Se la habrán follado?. Creo que nadie lo sabe, ni ella misma. Porque cada vez estoy más convencido de que su misión en la vida es la de disparar misterios, como quien dispara miradas. Cuando sale a la calle es feliz, parece que rebosa resplandores por las orejas, hasta que el aire a su alrededor cruje, como si fuera a explotar. En cambio, cuando es infeliz, decide que va a dedicar su vida al sagrado sacramento del matrimonio. Y que se casa, oye, que se casa, tú. El 30 me ha dicho. Hoy tenía frío, mal cuerpo, y la cabeza indispuesta, y espero que nunca lea esto o se va a cabrear tanto conmigo que nadie va a poder defenderme. Ni ella misma.
Estaba escuchando esta canción y he pensado que hace mucho, demasiado, que vivo en un pensamiento de 50 metros cuadrados, inmoderadamente inmoderado, y me estoy empezando a rayar.
Quiero un amor que cubra con teja de caños esta herida abierta,
un amor compadre y jaranero,
que me abra los ojos y cierre para siempre aquella puerta.
Si te vienes conmigo,
si te vienes conmigo pararemos a la vera del camino,
para ver los árboles vestirse de hojas.
Si te vienes conmigo,
volaremos confundidos entre jilgueros y rosas.
Quiero un amor que cubra con teja de cañón esta descubierta,
un amor perdido y dominguero,
que me abra los ojos y cierre para siempre aquella puerta.
Si te vienes conmigo,
si te vienes conmigo pararemos a la vera del camino,
para ver los árboles vestirse de hojas.
Si te vienes conmigo,
volaremos confundidos entre jilgueros y rosas.
Si te vienes conmigo,
si te vienes conmigo partiremos sin destino hacia algún lugar perdido,
seremos acratas de bajo consumo.
Devoradores de libros de bolsillo,
literalmente, la rosca desgastada del beso de tornillo.
Instalados en un tiempo variable, por hablar, no hablaremos más.
Viviremos pletóricos en cincuenta metros cuadrados,
hipotecados o realquilados.
O mejor,
saltando,
el que pudiendo quisiera,
en zig-zag.
Inmoderados o moderados,
o inmoderadamente moderados.
O moderadamente inmoderados,
o inmoderadamente inmoderados.

martes, junio 20

 
Gracias.

Este fue mi regalo de cumpleaños y quería compartirlo. Pueden parecer bombones, pero en realidad lo son. Los redondos contienen pellizcos de canela, mis favoritos; los de arriba guardan en su interior una suculenta almendra; los de la derecha saben a café y los de la izquierda tienen dentro un trocito de naranja amarga, y como el amor, a pesar de ello no puedes dejar de querer comer más y más. Me los dió el deseo en persona, con su melena azabache, y me dijo que eran un sustitutivo... de las ganas de comer.
Coged los que querais, y mil gracias por vuestras felicitaciones, hicisteis que ayer fuera un día muy especial para mi.
Besos y abrazos.
Rullé.

viernes, junio 16

 
Gracias al señor,
no soy creyente.
Y gracias a él,
no creo que el dinero
sea el único dios verdadero.
Y un día entendí que nada es eterno,
aunque el dolor y la ausencia se antojaran durar para siempre.
Un día ví que a veces se hace ruido sólo para molestar,
pero me jode más el silencio de la noche que todo lo envuelve.
Ahora.
Un día comprendí que las tormentas son efímeras,
aunque nunca si llueve dentro del corazón.
Un día tuve ganas de trepar a tu ventana
y quitarme este disfraz.
Pero no me atreví.
Un día tocaron los relojes redobles de campanas,
y nadie nos dió con arroz en los ojos,
y menos mal.
Un día decidí dejar de escribirte,
y hoy,
ahora,
ya,
esta noche.
Te echo tanto de menos,
que no sé cómo acabará;
ni cómo acabaré.
Seguramente como el cuento
de nunca continuar.
Me vais a perdonar,
pero es que el lunes,
cumplo los 42.
Y me jode,
que no sabeis
cómo me jode.
Y gracias Maru, por tu felicitación.

jueves, junio 15

 
El otro día, después de que yo le confesara que a veces, en las duchas y en los vestuarios públicos, sufro unas erecciones bastante embarazosas; mi médico de cabecera, la que bizquea, me comentó con aire de preocupación que quizás debería acudir a la consulta de un psicólogo colega suyo. Y ahora estaba yo pensando que, no sé, igual hubiera debido decirle que sólo me pasa si coincido con las suecas.

 
Alguien dijo una vez que el espacio-tiempo es un contínuo, pero yo no acabo de verlo así. Porque hay una cosa que me resulta muy difícil: decidir cuándo debo acabar de escribir un post; en cambio se me hace fácil no querer empezar a vivir. Además, hoy me he dado cuenta de que, a un milímetro de distancia del ojo, es imposible distinguir entre una lágrima y la imagen de una sonrisa. Quizás se trate sólo de una cuestión de foco. O igual me estoy volviendo loco. O es que a tan poca altura se confunden el princípio con el fin.

martes, junio 13

 
Recuerdo el día en que te fuiste,
era una mañana de invierno,
subiste en un tren, maloliente,
que sólo paraba en el infierno.
Con el equipaje escaso
de los besos que nunca
nos habíamos dado;
te los llevaste tan lejos.
Me pregunto porqué una sola más,
convierte en algo especial a mil noches.
Y porqué tengo la sensación de
despertar continuamente en un vagón,
como si me hubieran abducido,
pasado de estación,
para, de repente,
descubrir que habito en las entrañas de una ciudad
oscura, podrida, sucia,
llena de gente limpia;
pero que no me llega a tocar.

Recuerdo el eco de tus tacones
haciendo vibrar los baldones;
pintando en las paredes
graffitis de colores.
Hoy las morenas bombón
ya no miran a los ojos,
se bajan el pantalón
y se peinan en los reflejos
de las pupilas, en los ecos.
Como se peinó un día
mi corazón,
en tu iris.
Que descanses,
yo también me voy a dormir.
Para siempre,
que conociéndome,
será hasta mañana.
Cada vez me cuesta menos levantarme,
cada vez me cuesta menos reir;
cada vez me cuesta menos soñarte.
Pero aún es la sombra de tu parpadeo
quien imprime aliento
a mi alma,
y la empuja cada día
a andar,
a echarse la vida al cuello.

lunes, junio 12

 
Cumpleaños feliz
Suerte que hoy mi ángel de la guarda me ha invitado a comer, lo necesitaba. Me cuida tanto, y está como un queso, creo que ya lo he escrito en otros post; las dos cosas; me repito como los viejos, pero es la verdad; me ha sentado bien hablar con ella.
Esta mañana intentaba yo dar ánimos por correspondencia a alguien muy querido y me he dado cuenta de lo negado que soy para ciertas cosas. Básicamente será porque, para dar algo, antes hay que tenerlo. Y últimamente ando bastante escaso de positivismo y quizás demasiado afectado por una especie de existencialismo de todo a un euro. Aunque sinceramente, no pienso que se trate de algo que me suceda sólo de un tiempo a esta parte, me temo que me pasa desde que nací. Pero quizás la muerte de E. le imprimió un acento diferente a mi vida, como cuando lees un texto y la entonación de la voz puede convertir un mismo párrafo en alegre o en triste; así cambian las situaciones y la percepción de lo que nos ocurre con las circunstancias que vivimos y nos afectan.
Mañana, día 13 de Junio, sería su cumpleaños. Cuando éramos niños jugábamos a pretender que se nos olvidaba la fecha del aniversario del otro. A ella le encantaba chincharme, y a mí me gustaba que lo hiciera, porque sonreía de una forma especial. La gente no sonrie igual cuando guarda un secreto, y si aprendes a reconocer la pequeña diferencia en el gesto, parte del enigma se convierte en evidente y eres tú quien se apropia de un trozo del misterio, y así también se modifica tu mueca, tu sonrisa, tu gesto.
Además de buscar siempre el momento más inoportuno para darnos el regalo y felicitarnos; como cuando estábamos cruzando un paso de peatones, o en un autobús lleno a rebosar; también iniciamos una especie de competición por regalar lo más sorprendente. Y teníamos que ponerle mucha imaginación al asunto, porque nuestra situación económica era más bien precaria, por no llamarla patética. Recuerdo que cuando cumplió los 13, mi regalo fué ser su esclavo durante 13 horas. Creo que fué el día más largo de mi vida: me obligó a llevarle los libros al colegio, a atarle contínuamente los cordones de los zapatos, a sonarle la nariz con mi pañuelo, a ponerme a cuatro patas para utilizarme como taburete. Incluso me hizo sostenerle mi propio bocadillo mientras ella se lo zampaba; despacio, sin prisas, saboreándolo; era de chorizo, mi predilecto. Siempre que lo recordábamos, años más tarde, nos partíamos de risa, especialmente al rememorar las caras de la gente cuando la veía sentada sobre mí, en la acera; un señor se paró para preguntarle si se encontraba bien, y ella dijo que si no lo veía, que divinamente. Yo cumplo años casi una semana después, y aquella me la pasé enterita soñando con que ella hiciera lo mismo por mí, pero supongo que me conocía demasiado bien y no se atrevió a ser mi esclava por un día, así que lo único que saqué del momento fué matarme a pajas; más de lo habitual, se entiende, porque a esa edad qué otra cosa se puede esperar. Finalmente, me regaló una cucharilla doblada, que según dijo, había fundido el mismísimo Uri Geller con el pensamiento. La verdad es que cuando me la dió me lo creí y la fui mostrando orgulloso a todo el mundo, hasta que alguien dijo que había que ser muy gilipollas para regalar una cuchara inservible, pero aún más para alegrarse de ello. Nos peleamos. Como yo no soy ni bueno ni aficionado a la lucha, peleé a lo Woody Allen, es decir: le aticé con la ceja en todo el puño y le destrocé la rodilla con las costillas. Perdí la cuchara en el fragor de la batalla, pero gané un moratón gigante que me impedía ver por el ojo izquierdo. E. dijo que le recordaba a James Dean en Gigante, y yo fui el resto del día la mar de orgulloso, como si realmente fuera alguien famoso. Y al final resultó ser ese mi regalo de cumpleaños: creerme ser rebelde sin causa por un día.

domingo, junio 11

 
Yo, de pequeño, me preocupaba por las cosas que eran realmente importantes: si cuando se fuera la luz, la televisión funcionaria al ponerle una vela detrás; si los dibujos animados los hacía un señor pasando rápidamente las páginas de un cómic; si el hombre que vivía dentro de R2-D2 necesitaba salir de vez en cuando para ir al servicio; si el gigante de chicle del anuncio de Booble-Boom tenía también una polla elástica; si me crecerían a mí las tetas porque comía demasiado pollo; si algún día el sol se consumiría; si en las nubes se camuflaban extraterrestres que nos observaban; si la cocacola servía para sacar tornillos oxidados...
Hasta que llegó la televisión en color y descubrí que coco era de color azul. Y qué decepción, yo siempre creí que era gris, como yo.

viernes, junio 9

 
Estos de blogger me están empezando a tocar un poco las narices, porque cuando no se les cuelga un servidor (que resulta que, en este caso, no soy yo), se les cuelga otro. Así no vamos a poder tener nunca una vida virtual digna, hombrepordios; y si nos quitan eso, ¿qué será de nosotros? ¿tendremos que volver a recurrir a la televisión? ¿a dormir ocho horas seguidas? O mucho peor: ¿¿a currar??
Señoras y señores de Blogger, como esto no se arregle pronto, amenazo con crear posts manuscritos, pegármelos en la espalda y echarme a la calle para que me los lean camino del trabajo. Lo malo será que a alguien le dé por escribir un comentario, porque tengo muchas cosquillas, empezaré a troncharme y al comentarista se le van a torcer los renglones, por no hablar de su autoestima.
También aprovecho para comunicar que me siento un poco discriminado porque al abrir mi página no sale ningún pop-up publicitario, ni se redirecciona a nadie a ningún otro sitio. Así que, si sois mayores de edad, me haceis el favor de abrir una web porno ahora mismo y decís que vais de mi parte, gracias.

jueves, junio 8

 
Desde que tengo uso de razón, que me considero una persona de lo más organizada, constante y consistente: si pierdo amigos, es para siempre; si digo lo que debo, es a quien no corresponde o cuando no es el momento; si piso mierdas, son las mayores; si me doy golpes, es sobre heridas que no han cicatrizado; si me enamoro, es de quien no debería. Y follo siempre con la misma almohada.

miércoles, junio 7

 
Tengo una nariz mutante. Hay días que es enorme y otros en que casi no se ve. A veces adquiere forma de tomate maduro y otras es blanca y suave como el culito de un bebé. Yo creo que me queda mejor la grande, porque me da como más personalidad, a lo Rossy de Palma. Pero a los niños del parque les asusta, me miran, me llaman loro y huyen a toda prisa. Me estoy dando cuenta de que mi actitud en la vida depende mucho de cómo se levante mi nariz. Cuando es aguileña, me siento seguro de mi mismo, explorador, justiciero, héroe de cómic o lider de un imperio. Ese día me pongo traje, corbata, y me voy a comer el mundo en un plis plas, antes de sentarme a desayunar. Pero cuando amanece pequeñita no tengo dónde sostener las gafas, no veo nada, mi mundo se cierra y yo con él, me siento como un muñeco de trapo en un cajón del armario. Esos días, me encierro en casa, a oscuras, y espero en silencio a que mi nariz decida otorgarme un carácter más sociable.
Esta es mi versión de la famosa frase, tan frecuentemente utilizada por mi vecino cuando se dedica a contar canicas a las 12 de la noche: "hago lo que me sale de las narices". También podría haberse escrito centrando el protagonismo en los güevos, pero lo de Rossy de Palma hubiera quedado un poco parche. Ale, a disfrutar del miércoles, que hace solecito. Sí, de verdad, existe vida más allá de la pantalla de este ordenador y de las cuatro paredes que te rodean, no la desaproveches, quizás no sea un tipo de vida inteligente (de nuevo, como mi vecino), pero algo es algo (mira tú a Tom Hanks, que se hizo amigo de un balón de reglamento). Y recuerda siempre que la vida es como la felicidad: efímera. Besos y abrazos.

martes, junio 6

 
666
Hoy me he levantado con mucha ilusión porque había oido que el 06 del 06 del 06 era el día de la bestia, y recordaba haber visto una película donde, en fecha tan señalada, todo el mundo se liaba en una descomunal bacanal de sexo, lujuria, pecado y placer. Allí follaban hasta los periquitos. Pero resulta que no, y esto me pasa por ver tanta tele, ya lo decía mi abuela. Lo más parecido a una orgía que he experimentado hasta el momento ha sido el vagón del metro. Y mucho gusto, la verdad es que no me ha dado; bueno, si tuviera tendencias sado-maso quizás sí, porque un señor calvo que en sus años mozos debió ser campeón de los pesos pesados de Sumo, se ha empeñado en utilizar el dedo gordo de mi pie como stepper. Cuando he podido recuperar el habla, entre salto y salto, y por fín he conseguido gemir un "perdonameestáspisando", ha mirado hacia abajo y ha berreado, "coño ya decía yo que estaba esto muy blandito" y se ha movido un poco, lo justo para seguir practicando aerobic sobre mi otro pie, supongo que lo hacia para compensar, qué buena es la gente. Vamos que, casi antes de empezar la mañana, ya he llegado a la conclusión de que hoy, lo que es, es el día del bestia; peroquébestiatú.

lunes, junio 5

 
Mi abuela decía que la felicidad es efímera, como un pellizco de azucar; se deshace en la boca, llenándola con ese sabor dulzón que al instante se desvanece y desaparece dejando sólo la huella de un recuerdo y las ganas de comer más. El dolor, en cambio, es como un tatuaje indeleble. Si lo miras, quema; si lo ignoras, muerde. Hoy parecía que el tiempo se me escapaba. Lo notaba pasar, como si fuera una bocanada de aire viciado. Con ese olor que tienen los locales cerrados, de polvo húmedo, de no ventilar. Y me han dado ganas de empujarlo, como se empuja con el dedo el ratón porque la página tarda en cargarse, porque tengo comprobado que así el tiempo tarda más en pasar, y la página nunca termina de aparecer. Como cuando observaba fijamente el reloj en la pared de la clase y la profesora no se iba. Era un reloj grande de latón y viejo, con chasquidos de lata, con un crucifijo de madera a un lado, y el retrato de franco, mirando de reojo, al otro. Los relojes digitales hoy en día parece que van más rápido, qué gran avance, en lugar de correr van dando saltos.
Esta tarde, estaba sentado en la terraza de un bar y ha venido un poeta sordomudo que vendía poesías. Las llevaba escritas en trozos de papel. Las repartía por las mesas y si alguna te gustaba la comprabas por la voluntad. Me gustaría hacer eso con mis posts, pero en vez de una moneda, yo sólo quiero un comentario. O dos.

viernes, junio 2

 
Esta mañana estaba yo paseando tan felizmente por la calle y, qué contrariedad, me ha aterrizado un platillo volante en la cabeza. Bueno, lo de platillo es una forma de hablar, porque era enorme; en realidad era un platazo de tres pares de cojones. Cuando he conseguido salir de debajo, se ha abierto una compuerta metálica color guacamayo y ha aparecido en el umbral un hombrecillo verde que parpadeaba mucho, como si se le hubiera metido algo en el ojo, y enarbolaba una pistola en forma de cucurucho. Así, sin más, ha empezado a desintegrar a troche y moche, y la verdad es que ha dejado la calle hecha un asco, pero a mí me ha ido de perlas, porque la camisa me tiraba un poco de la sisa y así me he ahorrado tener que volver a casa a cambiarme.

jueves, junio 1

 
Innés está convencida de que lo que yo necesito es amor y no sexo. Yo sé que se equivoca, pero por no contrariarla esta noche le haré el amor a mi mano a ver si se me quita esta especie de ansiedad sexual que me tiene de los nervios. Esperemos borrar de la cabeza, de esa forma, la idea loca de irme de putas.

 
Lo acabo de decidir, hace tanto que no follo... este viernes me voy de putas.

 
Como era de esperar, ya me da la gana abrir el blog.
Hoy he desayunado con el deseo; lucía melena azabache, zapatos a juego de tacón, vestido negro con tirantes y brillantes, collar azul y americana blanca. Quitaba el hipo, como siempre; como nunca; más que de costumbre.
Como el de la canción, cuando conocí al deseo, la primera vez pensé: "se ha equivocado"; la segunda vez no supe qué decir; las demás me daba miedo, tanto loco que anda suelto, y ahora sé que no podría vivir sin él (porfavordameunacitavamosalaparque...).
Adoro desayunar con el deseo: me acomoda en un rincón y hablamos de quemaduras, de planchas, de roces que laceran, de bragas de algodón, de amantes, de cohitos, de heridas y de cremas que todo lo alivian. Luego me dice que mejor en otro momento, que hoy no toca, porque se le hace tarde y le van a cerrar la piscina.
Y así he ido yo el resto del día: alegrándome de ver a todo el mundo y rezando para que no viniera el dueño de un sex-shop a proponerme hacer de hombre-anuncio. Aunque bien pensado, tiene que poner eso de ir por la calle enseñando la polla y que nadie diga ni mu porque resulta que es tu trabajo.
Vale, esto no es un porno post pero, como dijo el célebre pingüino: sonreid y saludad, sonreid y saludad.

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