jueves, marzo 29

 
Abrir los labios.
Abrir los labios,
hablar.
Mirar a los ojos.
Poner caras.
Compartir un postre.
Regalar una piruleta.
Rozar los dedos
y las piernas.
Desear que no existan mesas
que se interpongan entre tú y yo.

Abrir los labios,
reir.
Mirar a los ojos.
Poner caras.
Compartir un beso.
Regalar un abrazo.
Rozar los cabellos
y las caderas.
Desear que no existan ropas
que se interpongan entre tú y yo.

Abrir los labios,
gemir.
Mirar a los ojos.
Poner caras.
Compartir el deseo.
Regalar la vida eterna.
Rozar los cuerpos
y el alma.
Desear que no exista piel
que se interponga entre tú y yo.

martes, marzo 27

 
Braille.
Te busco a tientas, sumido en la más absoluta oscuridad. Con los ojos muy abiertos, pero sin ver. Me muevo, tanteando a mi alrededor hasta descubrir el lugar donde descansa tu cuerpo. Te recorro con las manos. Con el dorso y las palmas primero, de arriba a abajo, para colocarme junto a ti. Mis dedos saben qué es lo que se espera de ellos. Parecen cobrar vida y juegan a hacer ver que patinan. Se deslizan rozando tu piel. Suavemente. Mimando cada centímetro. A cada leve beso de mis yemas, puedo apreciar lo que es imperceptible al ojo desnudo. Los más ínfimos matices: las texturas, los pliegues, el relieve de cada vena, las cicatrices, las ampollas, la piel erizada. El amor y el dolor. Cada grieta guardiana de celosas calas. Playas de éxtasis. Y a cada nuevo encuentro, una letra. Y con cada letra, palabras que forman suspiros. Tras cada palabra, frases que se pronuncian entre gemidos. Te puedo leer. Deteniéndome. Recreándome en cada nueva imagen que formas en la opacidad de la retina; en cada vez que susurras un te quiero. Pasando una a una las páginas de tu cuerpo. Aprendiendo a leer braille en tu piel.

lunes, marzo 26

 
Soñarte. Sentirte.
Como estoy un poco cansado y tengo la extraña sensación de que alguien se aburre y me espia, voy a asomarme a la ventana a soñarte. Te veré en las hojas de los árboles. Te escucharé en el repicar de los tacones contra el asfalto. Te sentiré en el aire que abre los pulmones. Te acariciaré, como la brisa y el frio besan mi piel. Te saborearé lamiendo mis dedos, relamiéndome los labios; donde aún, como si se hubiera detenido el tiempo, siento palpitar tu sexo. Y mi boca sigue hundida en ti, para decirte que no, con la lengua fuera. Y oirte gritar. Y verte reir. Y sentirte llorar.

miércoles, marzo 21

 
Caos.
A veces paso épocas en el curro en que todo me sobrepasa y los problemas parecen crecer por sí solos. El trabajo se acumula y voy de un lado a otro sin tiempo para pensar. Y me lo paso bien, porque me va la marcha, pero sé que es precisamente por no pararme a reflexionar que las cosas no me salen a la primera. Y tengo que volver a hacerlas otra vez, sin darles antes vueltas en la cabeza, pero contando con un poco más de experiencia. Con la piel más curtida. Y si hay algo de suerte, salen mejor y me puedo olvidar. Cuando tengo una de estas rachas me da la impresión de que mi vida es como un resumen de la historia de la humanidad. Que está formada por una serie de parches que se han ido poniendo sin pensar, agobiados por las circunstancias. Pero que a base de ostias y de buena suerte han acabado pareciéndole bien a alguien. Y así, tal cual, los hemos heredado y nos los tenemos que tragar. Y la verdad, así nos va.

martes, marzo 20

 
123,456
Se ruega a el/la visitante número 123,456 deje su huella aquí y nos cuente qué se siente al experimentar ese pedazo de subidón.

lunes, marzo 19

 
en el tren.
Esta tarde salía de Barcelona con los bolsillos llenos de besos, de miradas, de risas, de fotos y de verdades compartidas. Me he instalado en el primer vagón del tren y he mirado a mi alrededor. Frente a mi, una chica de más o menos mi edad, que lucía un collar de perlas y un escote a la altura del ombligo, ojeaba el periódico gratuito. De pie, apoyada contra el respaldo de mi asiento, otra de unos veinte, vestida de paracaidista, me rozaba el hombro con el culo. Parecía tener la mirada perdida en la diadema de una chica de color que se sentaba más allá, y hablaba con una señora que se tapaba la boca con un velo negro, a juego con su túnica. En los asientos para dejar libres, a la izquierda, un chico con barba se concentraba en su ipod, como si en ello le fuera la vida. De repente, la chica de enfrente ha tirado el periódico al suelo, como si le hubiera mordido. Ha susurrado: "dios" y ha empezado a llorar sin hacer casi ruido. Le he ofrecido un kleenex. Me ha sonreido y le he preguntado si estaba bien. No me ha mirado, se ha inclinado a recoger el periódico. Ha buscado entre las páginas y me ha señalado con el dedo una noticia: una mujer en Hamburgo, después de dar a luz a una niña, la ha metido en una bolsa de plástico y la ha lanzado al vacío desde un veinteavo piso. No he podido evitar ponerme a llorar. Me ha ofrecido mi propio pañuelo. Le he dado las gracias, me he sonado, pero no he podido dejar de llorar.

sábado, marzo 17

 
A veces gris, a veces blanco. Todo depende del lugar.
Este miércoles salí a correr con Lara Croft. Hacía un día precioso. El sol, la brisa suave aún fresca mezclada con el calor. Todo invitaba a pasear. A adentrarse en el bosque sin mirar, igual que el mecer de una cuna llama al sueño. Su pelo volaba despacio, como si fuera una bandera ondeando ante mis ojos. A ratos me hacía cosquillas en el cuello. Mientras, el sonido de nuestras zapatillas, con cadencia de aprendiz de batería de jazz, interrumpía el susurrar de las hojas de los árboles al rozarse, y los tímidos cantos de los pájaros que ya empiezan a hacerse notar. Cerrar los ojos. Llenar los pulmones. Respirar. Sentir el ritmo de la sombra de un cuerpo. Estábamos ya de vuelta cuando Lara resbaló en una piedra y se torció el tobillo. Es la primera vez en mi vida que hago de muleta humana, y por dios, qué dificil. No sabía dónde agarrame, si al culo o a la axila, rozando las tetas. En fin, que esta primavera va a venir cargada de alergias, a ella se le inflamó el tobillo, y a mí la entrepierna.

jueves, marzo 15

 
últimamente
Debe ser que con el tiempo mi piel se ha ido sensibilizando, en lugar de endurecerse, porque últimamente lo que oigo y veo me escuece, o me produce sarpullidos, y a menudo las dos cosas a la vez.

miércoles, marzo 14

 
andando sin rozar el suelo
Deshacer,
desordenar,
arremolinar,
arrugar.
Hacer puños.
Con las sábanas.
Hundirme en ti.
Compartir un mismo aliento.
Medir las manos.
Los cuerpos.
Fotocopiar sexos.
Hacer ritmo de dientes,
lenguas,
dedos,
labios,
caderas.
Romper olas.
Beberte hasta saciar mi sed,
hasta vaciar tu deseo.
Beber en ti.
Vivir en ti,
entre el espejo,
nuestras siluetas,
tu mirada,
y la humedad que me absorbe,
ciega,
y me devuelve a la vida.
Esta noche me sumiré
entre la soledad
de mis manos
y el mecer de tus dedos.
Y tejeremos
tapices a fuego lento,
de caricias calientes,
en la espalda y
besos en la almohada.
Deseos.
Serás palpitar.
Serás boca.
Serás gemido.
Serás éxtasis.
Serás suspiro,
y rozar el cielo
con las puntas de los dedos.
Serás mi sueño.

lunes, marzo 12

 
Playa.
Esta mañana, cuando esperaba en la cola del café, se ha colocado detrás mio una chica que olía como a bronceador. Con el asco que me da a mí la crema, no la puedo soportar. En cambio hoy, inmerso como estaba en un lunes gris, lleno de caras largas que aún no se habían quitado el abrigo y ya intentaban sacudirse de encima la resaca del fin de semana a base de ingerir compulsivamente cafeina, me ha transportado a la orilla del mar. Sin cerrar los ojos me he imaginado tumbado en una playa de arena blanca y fina, al arrullo de los gritos de las gaviotas y del sonido de las olas al romper en la arena mojada. Al pie de un mar inmensamente azul. Acariciado por los rayos del sol. Sin más preocupación que decidir qué iba a comer hoy. Estaba a punto de levantarme, estirar los brazos, sacudirme la arena de las piernas y preguntarle a una morenaza impresionante, que oteaba el horizonte en top-less, si le apetecía venir conmigo en busca de un chiringuito donde tomar una cerveza bien fria, cuando la chica de detrás me ha dado un pequeño empujón y me ha dicho que me moviera, que era para hoy, que la máquina ya estaba libre y ella llegaba tarde a una reunión, que no podía perder ni un minuto. No le he dicho lo que acababa de perderme yo.

viernes, marzo 9

 
Distancia.
Deja de correr. Porque cuanto más lo hagas, más correré yo, y si no me dices hacia dónde, seguramente lo haré en otra dirección. Si simplemente te acercas y me intentas hablar, sería todo mucho más fácil. Yo probablemente me pararía a charlar. Pero si sigues corriendo así, yo lo haré mucho más y lo único que conseguiremos es poner distancia entre nosotros y quizás no volvernos a encontrar.

miércoles, marzo 7

 
De vuelta al hogar.
A veces, cuando salgo tarde de clase y regreso a casa en tren, me gusta sentarme al lado de la ventanilla y contemplar la oscuridad. Juego a pensar que el mundo no existe más allá de esas cuatro paredes que me envuelven y no dejan de bambolearse, a un ritmo descompasado y monótono que acaba por adormilarme. Y es justo cuando estoy medio ido y descolocado, que otro tren se cruza a toda velocidad y me da un susto de muerte. O despierto al notar que el vagón empieza a frenar. Y termina deteniéndose en una estación el tiempo suficiente para descubrir, en el tren que espera justo al lado, a una chica rubia, de pelo corto, tez blanca y largas manos, sumergida en un sopor equiparable al que yo acabo de dejar. El estridente pitido de las puertas, anunciando que van a cerrar, rompe el silencio de la noche. La veo despertar de un sobresalto. Clava los ojos en mí. Y al encontrarse las miradas creo saber lo que siente: desconcierto, temor, sueño, y el deseo de perderse de nuevo en la más absoluta oscuridad.

martes, marzo 6

 
Una rubia bombón me ha dicho que tengo las piernas bonitas. Me pregunto si se refería a las tres.

lunes, marzo 5

 
Derick Paulickovonisch, vida y milagros.
Decían los amigos de Derick Paulickovonisch que era un gran tipo a pesar de lo complicado que resultaba pronunciar su nombre estando borracho como una cuba. Derick era bien parecido, los años lo habían tratado con cariño; su suegra no. Contaba con un maravilloso empleo de profesor adjunto en la cátedra de filosofía aplicada de la Sorbona, en París. Tenía una esposa adorable, dos vástagos a punto de graduarse en Harvard, y la inmensa suerte de ser querido por todos sus amigos imaginarios. A pesar de ello, Derick no era feliz. Y no entendía muy bien el porqué de esa especie de tristeza que le invadía cada vez que se calzaba las zapatillas. Aunque para ser sinceros, nadie podría ponerse aquellas dos vacas de ganchillo que le regaló su tía Leonor la pasada Navidad sin antes romper a llorar.
Derick creía que era inmensamente infeliz porque le daba por pensar. En su condición de filósofo aplicado, dedicaba todo su tiempo, y el de sus alumnos, a meditar sobre cuestiones trascendentales de la vida. Su afición favorita era dejarse absorber por su propio pensamiento mientras paseaba por la deliciosa campiña francesa (dios, toda la vida he deseado escribir esta frase). A Paulickovonisch le encantaba pasar la tarde distinguiendo al libre albedrío del Libre Albedrío. Y haciendo notar la importancia del uno sobre el otro, aunque nunca recordaba cuál iba antes. Al estudio de la enigmática expresión: "tempus fugit", dedicó buena parte de su vida, especialmente cuando iba al baño a masturbarse con catálogos de lencería y números especiales del National Geographic. Si bien hay que reconocer que su más preciada contribución al mundo de la fiosofía contemporanea, fueron sus detallados estudios de la obra de Nietzsche y su ya clásica disertación entre el Ser Supremo y el Ser Suprema de Móstoles.
Todos sus alumnos recuerdan con deleite, y agitada admiración, el día que paseaban junto a él y cayó desmayado, víctima de un derrame cerebral. Cuando despertó dijo, moviendo mucho los ojos, "gracias por su ofrecimiento, pero yo ya llevo un tanga rosa con encajes" y se sumergió en un coma profundo que duró hasta diez segundos. Tras los cuales despertó con un horrible aliento, una peluca que perteneció a harpo marx y una visión existencialista del futuro de la humanidad. Observó, entre píldoras y sorbos de láudano: "el más complejo de los ordenadores no puede superar al cerebro de un insecto; y de hecho, mi vecino tampoco. Somos todos como una colonia de hormigas que, permítanme observar, formarían una sociedad perfecta si no fuera porque su única hembra no tiene tetas y en esos ridículos agujeros que tienen por hogares no cabe una triste pizza barbacoa. Nos encontramos obcecados, sumidos en nuestros propios problemas cotidianos sin llegar a entender que la factura telefónica de la amante de un futbolista cualquiera es mayor que el presupuesto del departamento de defensa de un país del tercer mundo. ¿Y a quien le importa?. Diré más: ¿porqué si una chica entona una cancioncilla pegadiza al oido resulta agradable, y en cambio, si la canta mil veces un señor gordo y desnudo, con olor corporal, resulta insoportable?. O ¿porqué la mayoría de los políticos son, o bien incompetentes, o corruptos, y a menudo las dos cosas al mismo tiempo antes de almorzar? ¿Porqué en los paises dictatoriales alguien puede ser encarcelado por cantar alegremente en la calle, y ejecutado, si a los cinco años de estar en prisión no ha dejado de cantar alegremente? ¿Y qué me dicen del terrorismo? Nunca había estado la humanidad tan reacia a mojar pan en la yema de un huevo por temor a que estalle de repente. La violencia engendra violencia, y si no me creen, vayan a visitar a mi cuñado y pídanle que cuente un chiste. Y ¿qué me dicen del problema de la superpoblación? pronto no habrá quien salga a la calle por miedo a que le pisen los juanetes o le birlen las lentillas. Y la energia deberá racionarse, cada vehículo tendrá sólo derecho a gasolina suficiente para encontrar aparcamiento un día de cada dos. Y, por fín, hablemos sin tapujos de internet: nunca la pornografía había llegado tan lejos tan rápidamente y, por dios, a pesar de ello cuanto tardan en descargarse estas películas que luego acaban resultando ser un fraude: mal iluminadas y figurando pollas de goma. Esta humanidad no tiene los objetivos claros, nos faltan líderes competentes, carecemos de guía espiritual, vamos a la deriva por el cosmos en constante expansión. Sí, antes del big-bang vivíamos mejor; sin saber muy bien qué hora era, pero mucho mejor, aunque nadie tenga agallas para admitirlo. Nos atormentamos compulsivamente en un mar de violencia que nace de nuestras frustraciones y de nuestro dolor contenido. Por suerte, podemos seguir jugando a la bonoloto y comprando alka-seltzer."
Tras lo cual encendió un cigarrillo por el filtro, se le quemaron las cejas e intentó suicidarse arrojándose al wc. Como nadie tiró de la cadena, ya totalmente enajenado de sí mismo, en los últimos años de su vida, Derick se empeñó en aparentar ser una silla estilo Luis XVI, y cuando sus parientes le traían la cena, siempre argullía: ¿se da acaso de comer a un mueble? Coño... Mándenme a tapizar de una vez, ¿acaso no ven que no voy a juego con las cortinas?

domingo, marzo 4

 
Hoy he estado leyendo post antiguos y me han parecido mucho más buenos que los últimos que he escrito. A ver si va a ser verdad que tanta paja acaba secando la médula espinal.

viernes, marzo 2

 
Cuando era pequeño vivía en una casa vieja que estaba como hecha a retales. De un lateral del comedor partía un pasillo oscuro, estrecho y larguísimo, que terminaba en una escalera, al final de la cual había una especie de puerta tapiada con ladrillos desnudos, sin enyesar. Yo me imaginaba que detrás de ese improvisado muro alguien habría escondido un tesoro de incalculable valor. Y me dedicaba, siempre que podía, a excavar un agujero por el que mirar y poder pasar. Tras meses, yo diría que años, oradando cemento y tochos, llegué a ver qué era lo que había al otro lado: la calle. Ese día descubrí lo imbécil que puedes llegar a sentirte al destapar una verdad que es evidente para todos, excepto para ti. También aprendí que antes de lanzarte a currar como un capullo, es conveniente preguntar. Y resulta que tengo un nuevo compañero de trabajo que parece, a todas luces, que de pequeño no tenía una escalera tapiada en su casa.

jueves, marzo 1

 
Volver a empezar.
Llegar con retraso.
El atasco.
Dos besos.
Un abrazo.
Luce el sol y las calles se ven estrechas.
Un mimo.
Una guiri con el escote por debajo de las tetas.
Tu bufanda mil rayas que me mima y despeina.
Un baile de hombros.
Una risa.
Este bar no me pone.
Pasapalabra.
"Camarero, que llegamos tarde".
"No se preocupe, que esto es un instante".
Y pagar a toda prisa.
Dos arrastrándose por la avenida.
Yo no quiero; yo tampoco.
Las escaleras de la verdad.
La sonrisa de la recepcionista ecléctica.
Nos cae bien, aunque no lo sepa.
Con su lazo, con su lista,
su pelo rojo
y su jerga.
La sala de espera.
El yonqui. El bujarra.
El yupi que se ha quedao con mi cara.
El 18,171.
Si no nos ha tocado el gordo hoy,
nunca nos meterá mano ninguno.
Mira que eres. Hay que ver,
todo en ti es negativo.
Tres abrazos.
dos besos.
Mil suspiros.
Y volver a empezar.
Hoy es el primer día del resto de nuestras vidas.
Y subir paseando lo que antes bajamos saltando.
Te debo una.
Y esta vez, pago yo.

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