lunes, diciembre 20

 
reflejos en los espejos
siempre me cuenta lo que le preocupa sin mirarme a los ojos, cucharilla en mano, hablando a los posos del café. Lo mismo da que sea lunes o domingo, sus ojos de repente brillan vomitando estrellas de agua salada que saltan entre el mantel y los cuadros de la pared, entre la camarera que pregunta levedades y las colillas arrugadas del cenicero. Y la tristeza pasa de su bolsillo a mi alma. La invade, la ocupa, la habita y me convierte en mi circunstancia. Salgo a mirar al mundo a través de un velo gris que todo lo puede y todo lo convierte, contagiando a quien me rodea. Y todo lo que me rodea contagia a todo lo que le rodea. Así, como una ola (vaya usted a saber si Rocio Jurado pensaba en esto) la tristeza vuelve a invadir al alma primera, mucho más fuerte, con más miedo, y me envia un sms para quedar porque quiere contarme lo que le preocupa. Así se inventaron las cartas encadenadas, me apuesto un huevo.

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