jueves, marzo 31

 
desvarios.
Ir al banco siempre lo ponía de los nervios, y más cuando se trataba de ir a pedir; se le daba fatal. Ese día se había afeitado con tanto esmero que se había cortado varias veces. Ahora, las heridas le molestaban al sentir la sangre seca rozar contra el cuello de la camisa; se había apretado demasiado el nudo de la corbata, no estaba acostumbrado a llevarla. Siempre que tenía que hacer el lazo, se acordaba de la que su madre solía ponerle de pequeño, los domingos, era a rayas azules y tenía una goma blanca que la ajustaba al cuello. Su hermana se divertía tirando de ella con fuerza y dejándola ir para que le diera en el cogote. La voz de la empleada del banco lo devolvió a ese mundo de baldosas especulares con borada gris y macetas de madera con plantas de plástico en que se encontraba esperando. Hacía un par de años habían renovado la decoración, eliminando las molestas e impersonales ventanillas y el cristal antibalas. Ahora, se atendía al público invitándolo a que se sentara en una cómoda silla, al otro lado de la mesa.
- Siguiente, por favor - dijo ella al aire, sin levantar la vista de la pantalla del ordenador. Le había costado tres meses, pero ahora ya era capaz de atender a un cliente, consultar su correo, leer el periódico y jugar al solitario. Todo al mismo tiempo y sin perderse.
- Buenos días.
- Buenos días, usted dirá, ¿qué desea?- increpó la mujer con el tono de quien no tiene tiempo que perder.
- Pues mire, venía a pedir un préstamo- susurró él, como si fuera un gran secreto que nadie más debiera saber.
- Muy bien (ya me imaginaba que venías a eso, encanto, con esa corbata tan ortera no vendrás a ligar... sí que empezamos bien el día, ya llevo tres como este, y sin desayunar!...). ¿Y dígame, para qué lo quiere?- preguntó mirándolo de arriba a abajo, por encima de las gafas de pasta de Armani.
- ¿Y a usted qué le importa? - volvió a susurrar el hombre inclinando la cabeza, arqueando las cejas y abriendo mucho los ojos, como si no entendiera a qué venía la pregunta.
- Pues mire, a mí me importa un pimiento (la verdad es que sólo me interesa saber si llegaré a fín de mes... Ostia, acaba de entrar un e-milio de Nacho, ¿a ver si otra vez...?), pero mi jefe me obliga a documentar cada operación de crédito que realizo, y debo cumplimentar este formulario. ¿Lee usted lo que pone aquí? (ahora dirá que no sabe leer, con esa cara... el diez de bastos irá debajo del once de oros...)
- Sí, hoy me he puesto las lentillas de ver de cerca- dijo él con una sonrisa forzada y levantando un poco el tono de voz. Sin duda empezaba a sentirse un poco incómodo con la situación- aquí pone: "objeto al que se destinará el importe del crédito"
- Ajá!- exclamó ella, con sarcasmo- y justo ahí es donde debo escribir a qué piensa usted dedicar el dinero que le prestará el banco (Vaya con Nacho, pues no se da por vencido el cabrón...).
- Verá, es que decírselo a usted me da un poco de corte...-dijo el cliente recorriendo con la mirada las montañitas de papeles que había sobre la mesa.
- No se procupe - lo tranquilizó la empleada- si le contara yo todo lo que han oido estas orejas que me dió mi madre (el cinco de copas sobre el seis de espadas...). Ayer, sin ir más lejos, un cliente de toda la vida, de muy buena família, vino a pedirnos dinero para comprarse un vestido de lagarterana y un billete a Cuba. Deja esposa, amante y cuatro hijos.
- Ya, pero es que lo mío es mucho más fuerte que eso- hizo una pausa para carraspear, pero ella no le dejó seguir.
- ¿Mucho más fuerte? ¿qué quiere hacer usted? ¿dedicarse a la política? (...¿y dónde pongo este tres de espadas?).
- No, no sería un buen político, nunca se me ha dado bien mentir, me ruborizo - aclaró él- necesito el dinero para una operación quirúrgica.
- ¿Quirúrgica? -la mujer dejó todo lo demás que estaba haciendo y se concentró en lo que le estaba contando aquel señor, de unos 40 años, que vestía un traje azul del Zara y una corbata amarilla, mal anudada, que estrangulaba el cuello de una camisa que un día fué blanca, llena ahora de rastros de sangre seca- ¿Y era eso lo que le daba tanto corte? ... Si el corte se lo darán luego, en el quirófano, jajaja, ¿lo pilla?... Vaya, perdón por el chiste malo. No debe usted preocuparse, el motivo de su solicitud es de lo más habitual.
- No crea usted que es tan normal -aclaró él, bajando de nuevo la voz hasta convertirla en un susurro- es que es una operación de sexo.
- ¿Quiere cambiárselo?- dijo ella también en voz baja, apoyándose sobre la mesa, para que sólo él pudiera oirla.
- No exactamente -siguió susurrando- lo que quiero es quitármelo.
-¡¿Quitárselo?! -gritó ella sin poderlo evitar. Todos en el banco se giraron para mirarlos. Ellos disimularon consultando el reloj de la pared. Cuando dejaron de ser observados, él siguió hablando en voz baja, apoyándose también sobre la mesa para acercarse más a ella. A esa distancia le pareció ver unos rastros de barba incipiente asomando bajo el maquillaje, pero la imagen se borró de su cabeza en cuanto se fijó en su escote.
- Sí, mire, he estado haciendo unos cálculos -el hombre sacó una cuartilla en la que se veía impresa una tabla que parecía un excel- y de las 720 horas que como promedio tiene cada mes, dedico:

horas .......... Actividad
180 ............. dormir (con o sin ronquidos)
160 ............. trabajar (con o sin resultados)
130 ............. familia (con o sin niños)
60 ............. comer (con o sin colesterol)
30 .............. desplazamientos (con o sin coche)
30 ............... bloggear/chatear
30 ............... aseo (contando depilarme el sobaco)
30 .............. leer (contando libros y revistas. El teletexto no vale)
20 .............. música (oir o interpretar, incluye leer a aka)
20 .............. necesidades fisiológicas varias.
15 .............. deporte.
8 ............. compras (incluye ir al Caprabo).
6 .............. mirar las musarañas y desvariar.
1 .............. follar (incluye el tiempo de romper el sobrecito del condón con los dientes...)
- ¿Ve a qué me refiero?- señaló la última línea golpeándola con el dedo y abrió mucho los ojos antes de seguir explicando- para doce horas al año, no vale la pena estar siempre pensando en lo mismo.
- Ya, hombre, visto así... -ella hizo una mueca con los labios, como de estar pensando, al tiempo que daba golpecitos con el bolígrafo sobre la mesa- ¿pero no le dará pena luego?...¿y si se arrepiente?
- Mire -aclaró él en tono convencido- hace tiempo que lo llevo pensando, y estoy decidido, estoy más que harto de no poder concentrarme en nada más; es que siempre estoy pensando en lo mismo. Y si eso me pasa ahora, no le digo nada cuando llegue el buen tiempo, que entonces, mires a donde mires sólo ves piernas, ombligos y tetas...
- Ya...- siguió encogiendo los labios hacia la derecha, como si quisiera dar a una suegra invisible un beso de compromiso- ¿y si fuera usted a ver a un psiquiatra? Conozco a uno bastante bueno.
- Ya fuí. - explicó levantando la mano derecha, como haciendo una señal de alto- Me dijo que la mejor forma de quitarme el sexo de la cabeza era follando, y me cobró sesenta euros. He intentado por todos los medios seguir su consejo, pero es que no hay manera, oiga.
- Mire, ahora que lo dice -confesó ella recostándose sobre la silla- la verdad es que a mí tampoco me luce mucho el pelo últimamente.
- Y eso que usted es una mujer -dijo el cliente moviendo la mano como si quisiera secarse la manicura.
- ¿Y qué quiere decir con eso?
Él se sonrojó, carraspeó y explicó en voz baja:
- siempre he pensado que si yo fuera una mujer me iba a pasar todo el día follando.
- Ya -ahora los dos susurraban- yo también pensaba así cuando era un hombre, por eso me hice la operación de cambio de sexo, pero ha sido para peor.
- ¿Cambio de sexo? ¿Qué me dice?
- Sí, verá, resulta que tuve una época de incertidumbres esotéricas varias, y un día decidí que quería dejar de ser hombre, que no me iba el rollo ese de ir siempre persiguiendo a todas por la calle y babeando mirando culitos, que quería ver la vida desde otra perspectiva -hizo una pausa para beber de una botella de Font-vella que escondía en un cajón- pero resulta que después de haberme cambiado de sexo, me dí cuenta de que me seguían gustando las mujeres, ¡que resulta que el sexo se lleva en la cabeza y no entre las piernas! Tras unas desagradables experiencias sexuales (que incluyen al torpe de Nacho), he comprobado que no soporto a los hombres en la cama; son tan brutos, tan peludos y sudan tanto ! ... así que ahora soy lesbiana.
- Pues vaya faena.
- No, si lo llevo bien; ahora, entre otras cosas, puedo mear sin poner perdido el baño. Si no fuera por el tema del sexo, todo sería perfecto. Porque, ¿sabe? he descubierto que sigo babeando cuando veo culitos por la calle, pero resulta que ahora follo mucho menos que antes.
- ¿Qué me dice?- el cliente abrió de nuevo mucho los ojos, como sorprendido- ¿y eso porqué es?
- Es sencillo. Calcule, calcule usted las probabilidades que tengo yo ahora de pillar.
- Pues no sé, me coge usted sin datos.
- No hay que hacer muchos números -aclaró ella subiéndose las gafas con el dedo índice- aproximadamente el 25% de las mujeres son lesbianas o practican el lesbianismo esporádicamente. Así que ahora tengo un 75% menos de probabilidades de follar que antes de la operación.
- Vaya, eso da que pensar -recapacitó él recostándose sobre la silla-... ¿quiere decir que después de la operación aún voy a follar menos?
- Es usted todo un lince, las pesca al vuelo...¿a usted qué le parece, si se la cortan qué va a hacer? ¿escribir poesías hasta correrse, como Santa Teresa?
- Ya, en eso no había caido -volvió a apoyarse sobre la mesa para susurrar- oiga, ¿y no será que ahora follo tan poco porque me estoy dedicando a echar los tejos a la parte de la población que no debo?... porque ... ¿y si me hago bisexual? ¿tendré más probabilidades, no?
- Con esa cara lo dudo, corazón -dijo ella, un poco cansada ya de la conversación y con ganas de volver al mensaje de Nacho para poder enviarlo, por enésima vez, a la mierda.
- Pues ahora que lo dice...igual va a ser por eso... ¿y si me opero la cara y me pongo la de Brad Pitt?
- ¿Puedo darle a usted el consejo que a mí nunca me dieron? -dijo la empleada mirándole a los ojos mientras ponía de nuevo las manos sobre el teclado.
- Claro -se fijó con interés en sus labios.
- Mire, vaya usted a alquilar una peli porno, hágase una pajilla y déjese de tonterías de operaciones, que esas cosas son irreversibles... no sabe usted lo que daría yo ahora mismo por tener una polla como la suya entre las piernas.
- ¿Es una proposición?
- ¡¡¡Quite, quite!!! (¡hombres!...siempre pensando en lo mismo...los tendrían que capar a todos...) A ver, ¡¡¡el siguiente!!!

Comentarios:
uff.Y yo que sólo hablo con mi chico de la Caixa de pulseritas de Amstrong,de que cada día se aparca peor y de -por favor pon más caramelos de coca-cola en el mostrador.-
No tenía ni idea de como podía terminar la conversación de los dos,por un momento los vi marchándose junto para aclararse las ideas.
Divertido el post de hoy.
 
¿Y para doce horas al año tanta solución drástica con crédito hipotecario de por medio?. Va a tener razón la empleada del banco con que el sexo se lleva en la cabeza. Ahí ocupa más espacio.
 
Coco, eres un genio. Buenísima la historia. ¡Joder! pensé que iban a darse una alegría los dos. ¡Bendito sexo!
Un besazo.
 
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